lunes, 26 de enero de 2015

LA CANCIÓN DE LA CAMISA (Thomas Hood)

Los dedos destrozados, los ojos enrojecidos, una mujer que ni una mujer parece en su aspecto, cose sentada, y al compás de la aguja y del hilo, desfallecida de hambre, en su miserable pobreza, canta con doloroso acento «La canción de la camisa».
¡Coser, coser, coser! Hasta que canta el gallo y las estrellas brillan entre las rendijas del techo. Dura faena para una esclava de bárbaros africanos, en países donde los hombres creen que la mujer no tiene un alma que salvar… ¿Qué será para una cristiana este trabajo?
¡Coser, coser, coser! Hasta que se pierde el sentido y los ojos se cierran solos y en pesadilla fatigosa se sueña todavía con los ojales y los botones que faltó coser… y los cose dormida.
¡Hombres que tenéis hermanas queridas, hombres que tenéis madre y esposa… no es vuestra ropa la que destrozáis, es la vida de las pobres mujeres!
¡Coser, coser, coser! Con dobles puntadas, la camisa para vosotros, para nosotros… el sudario!
¿Y por qué temer a la muerte? Su aspecto pavoroso de huesos descarnados, tan parecido es a  mí, que no me asusta. ¡Un esqueleto soy como la muerte! ¡Tales son mis festines! ¡Ah, Dios mío, que sea el pan tan caro y tan baratas la carne y la sangre humanas!
¡Trabajar, trabajar sin descanso nunca! Y por salario de mi trabajo, un montón de paja por cama, un mendrugo de pan, unos andrajos, un techo agrietado, un suelo desnudo, una mesa y una silla desvencijadas… y cuatro paredes blancas, tan blancas, que agradezco al reflejo de mi sombra el no verlas tan blancas y desnudas.
¡Coser, coser… trabajar, trabajar como los criminales condenados a trabajos forzados… hasta que el corazón enferma y el cerebro desfallece, rendidos como la mano!
¡Trabajar a la fría luz del invierno y trabajar, trabajar cuando el sol acaricia con viva luz en primavera, cuando canta la golondrina y revolotea delante de mi ventana, cual si quisiera mostrarme los reflejos del sol en las alas y decirme en sus trino que ha llegado la primavera!
¡Ay, respirar la fragancia de flores y campiñas! ¡Sobre la frente el cielo y bajo los pies la hierba fresca! ¡Una hora siquiera, una hora como en los tiempos en que yo no sabía cuánto costaba un pedazo de pan!
¡Una hora de respiro! ¡No para el amor y la esperanza… sino para llorar con desahogo! El llanto aliviaría mi corazón… pero si lloro… se nubla la vista y se entorpecen la aguja y el dedal.
Los dedos destrozados, los ojos enrojecidos, una mujer que ni una mujer parece en su aspecto, cose sentada, y al compás de la aguja y del hilo, desfallecida de hambre, en su miserable pobreza, canta con doloroso acento «La canción de la camisa»… ¿Llegará su canción a los ricos y poderosos?

THOMAS HOOD
Traducción de Jacinto Benavente
(Diario de Pontevedra, 6 de mayo de 1897)

El autor: Thomas Hood (23 de mayo, de 1799 - 3 de mayo, de 1845) fue un humorista y poeta inglés.