jueves, 5 de febrero de 2015

SALGA (Carmen Silva)

En un paraje alto situado sobre la orilla izquierda del Danubio, Salga la viuda, Salga la bella viuda, más atrevida que el halcón, posee una traílla de caballos sin domar, al cuidado de ocho pastores y otros tantos perros feroces.
Pero he aquí que hacia la media noche es sorprendida la traílla por un escuadrón de soldados húngaros quienes después de dar garrote a los pastores fusilan a los perros y prenden y maniatan al criado de confianza de Salga, un hombre fuerte y curtido por el sol de los campos.
Es tan intenso el dolor que experimenta el criado de la viuda al verse maniatado, que no puede menos de exclamar, deshecho en lágrimas:
–¡Capitán Caracatoutsch, jefe de quinientos jinetes aguerridos de nuestro Rey! ¡Ten piedad de mí! ¡Líbrame de estas crueles ataduras que me desgarran los brazos!
El capitán, movido a compasión ordena que se le aflojen las ligaduras. Apenas libre el criado, introduce la mano derecha en su seno, saca el instrumento de oro a modo de corneta y bien pronto sus notas inundan el valle, atraviesan las gargantas del terreno, repercuten en los riscos y hacen estremecer el ramaje de los bosques. Y Salga, la viuda, oye estas notas valientes medio en sueños, se despierta, se lanza al campo y se mete en casa de la madre de su esposo.
–Madre – le dice – ¿no has oído el clarín de un jefe de pastores? ¿No te han despertado sus notas al resonar en los valles? ¿No temes tú, madre de pastores, que nuestros ganados se hayan extraviado y que los soldados húngaros se hayan apoderado de las piezas más sanas?
A esto responde su madre: –Vuelve a acostarte hija mía. No te cuides de los pastores ni te inquiete el eco del clarín. Ya sabes que suele sentirse muchas veces cuando dos pastores muestras deseos de regresar a sus chozas…
Aún resonaban las últimas palabras de su madre, cuando llegaron a Salga nuevos llamamientos del clarín de su criado.
La viuda se estremecío:
–Vamos pronto, madre; renuncia al sueño por ahora, ensíllame un caballo con montura de hombres. Voy escapada en socorro de nuestros pastores. Así como así, he aprendido a cabalgar con valentía.
Ya sobre su caballo se lanza a galope tendido en la dirección que traen los acentos del clarín. Salga marcha contenta, esparciendo en el aire el rumor de sus armas.
Cuando los soldados húngaros advirtieron la presencia de la amazona, trataron de huir.
¡Alto! ¡Alto! Capitán Caracatoustsh, capitán de los valientes escuadrones de nuestro rey, vengo a luchar contigo cuerpo a cuerpo. Detente un momento, afírmate sobre tu cabalgadura, cambiemos dos palabras, y luego, yo te juro por Dios vivo que no tardaremos en cruzar nuestras armas! ¡Es menester enseñarte a no ser cobarde con los pastores indefensos; es preciso castigarte como ratero que eres, ladrón de caballos!
El capitán Caracatoutsh huía, huía, sin volver la cabeza.
¡Pero Salga, la viuda Salga, más atrevida que el halcón, se la cercenó de un golpe, mientras el hombre mutilado se fugaba a lomos de su caballo corredor. Y la sangre del capitán regó el camino, dejando perdurables huellas rojas!
………
……....
A partir de entonces, cuando los soldados húngaros corretean, acechando al robo, por aquellos campos desiertos, se guardan mucho de aproximarse a los prados en que pastorean las yeguadas de Salga la viuda, sobre la ribera del Danubio.

CARMEN SILVA
(Diario de Pontevedra, 28 de octubre de 1897)