jueves, 12 de febrero de 2015

¡GRATITUD! (Catulle Mendès)

Con los negros y sedosos cabellos esparcidos sobre la almohada de encaje y raso, y el delicioso abandono de una muerta que conserva el calor, la amante Lise de Belvelise está reclinada, o, mejor dicho, reposando de muchas y prolongadas caricias.
… Se encuentra sumida en una de esas agradables languideces que siguen siempre a las dulcísimas expansiones del amor.
Dormida o no, Valentín le habla con vehemencia.
–Para merecer – dice – tus tiernas miradas y tus apasionados besos, hice traerte las más elegantes alhajas de los joyeros de París; las modistas más afamadas tienen orden de venir a preguntarte todas las mañanas si quieres añadir algún nuevo traje a los infinitos que posees.
Cuando delante de tus amigas abres los estuches guardadores de ricas pedrerías, exclaman deslumbradas y celosas:

–¿Has cogido con lazo las estrellas de una noche de agosto?
Pero no me he limitado a estos medianos presentes; quisiste también tener un amante célebre por su valor, y me procuré veinte desafíos terribles, encarnizados; por eso entre la multitud de juguetes que adornan tu tocador figura una panoplia formada con los ensangrentados sables que he traído de los combates.
Tuviste el capricho de que fueses también célebre por mi talento, y publiqué infinitos versos, que son seguramente mejores, por la grandeza de su ritmo y lo original de las imágenes, que los más sublimes poemas conocidos hasta ahora.
Pero esto es poco; mi madre, mi anciana madre, llora abandonada en nuestra antigua casa de Bretaña, porque tú no me permites abandonar París; mi esposa gime también bajo el peso de mi desvío a los dos años de matrimonio, y hasta he olvidado el nombre de mis tiernos hijos…
Pero comprendo que estas son pequeñeces, tonterías, sacrificios que cualquiera haría sólo por besar tus perfumados cabellos.
Una cosa me ha sido muy difícil; ser, según tu deseo, el más hermoso y elegante de los hombres.
En fin, puedo decir, alma mía, que ninguno de tus caprichos te ha sido negado por mi ternura, y eres en todo obedecida por el más apasionado de tus esclavos.
Pero ¡ah! que no fueron infructuosos estos esfuerzos míos; tú me amas, lo sé, me amas, encanto de mi alma, me adoras…
Te veo abandonarte deliciosamente entre mis brazos y apoyar con ternura tus labios sobre los míos.
El nombre de Valentín es el único que hace latir tu hermoso y fiel corazón; en tu generosa gratitud prefieres a todos el amante que ha sabido merecerte por medio de regalos y sacrificios que alegrarían el orgullo de la diosa más exigente…
Así hablaba Valentín en su loca alegría de amar y ser amado…
Y Lisa de Belvelise, dormida, con sus hermosos ojos ocultos entre sus abundantes cabellos, volvióse un poco hacia su amante, y entreabriendo los labios, balbuceó:-¡Raoul!...

CATULLE MENDES
Traducción de Joaquín E. Romero.

La Vida Galante, nº 1.    Barcelona, 6 de noviembre de 1898.