jueves, 12 de febrero de 2015

EL TIRO Y EL CEMENTERIO (Charles Baudelaire)

«A LA VISTA DEL CEMENTERIO.- TABERNA.»

–¡Vaya un título extraño! – murmuró nuestro paseante – pero muy a propósito para dar sed… Seguramente el dueño de esta taberna sabe entender a Horacio y a los discípulos de Epicuro…. Y también conocerá, tal vez, los profundos refinamientos de los antiguos egipcios para quienes no había festín bueno sin esqueleto o sin otro símbolo cualquiera de la brevedad de la vida…
Y entró en el establecimiento, apuró un sendo vaso de cerveza mirando a las tumbas y encendió lentamente un cigarrillo. Después tuvo el antojo de entrar en el cementerio, con su alto y lozano herbazal bañado por un sol espléndido.
En efecto, la luz y el calor atontaban, y hubiérase dicho que el sol borracho se había acostado cuan largo era sobre un soberbio tapiz de flores fecundadas por la destrucción. Un inmenso zumbido de vida invadía el espacio – la vida de los infinitamente pequeños–, interrumpido periódicamente por los disparos de un tiro próximo, que estallaban como tapones de botellas de champagne, con el hervor de una sinfonía ejecutada a la sordina.
Entonces, bajo el sol que le caldeaba el cerebro y en medio de la atmósfera de los ardientes perfumes de la Muerte, oyó una voz que murmujeaba bajo la tumba en que estaba sentado; y aquella voz decía: –«¡Malditos sean vuestros timbales y vuestros fusiles, bulliciosos vivientes, que tan poco os preocupáis de los difuntos y de su divino reposo!... ¡Malditas sean vuestras ambiciones, vuestras cábalas, mortales impacientes, que venís a aprender el arte de matar junto al santuario de la Muerte!... ¡Si supieseis cuán fácilmente se consigue el premio, cuán asequible es el fin de tal empresa y como todo es falso excepto la Nada, no os fatigaríais tanto, laboriosos vivientes, y no turbaríais tan a menudo el sueño de aquellos que desde hace tiempo reposan en el Fin, término único de esta vida detestable!»...

CHARLES BAUDELAIRE
La Vida Galante, nº 1.    Barcelona, 6 de noviembre de 1898.