miércoles, 12 de agosto de 2020

EL GATO (Antonio Palomero)

      Le chat ne nous caresse pas, il se caresse a nous.
Rivarol.

       Enero. Reposa la madre Tierra cansada de su labor fecunda, derrama el cielo sus lágrimas sobre nosotros, silba el viento agitando los pelados árboles, y la nieve nos cubre con su manto de armiño...
       Baja el lobo del monte, callan los pájaros asustados por el frío, y al amor de la lumbre sueña el hombre con la gloria y la fortuna que alegran su espíritu como alegran el hogar las llamas de los viejos troncos que se consumen lentamente... En tanto, el gato realiza sus ideales, da su nota en el grandioso concertante del amor, y expresa sus esperanzas, sus celos, sus dolores como puede... ¡maullando!... ¡Qué antipáticos resultan sus maullidos! Y es que el amor molesta siempre, cuando no es uno mismo quien lo canta... También lo canta el gato, a su manera, y, más feliz que nosotros, ha podido reglamentar la pasión dedicándola algunos días del año solamente.
       Yo admiro a ese hermoso animal, como admiro a los egipcios por haberle divinizado... Gusto de pasar mi mano por su lustrosa piel, de acariciar su arqueado lomo y de mirar sus ojos, esos ojos que parecen sonreír burlonamente al contemplar con sublime indiferencia las alegrías y las tristezas de la vida.
       Todos los animales trabajan, todos son útiles: los que viven en compañía del hombre le prestan eminentes servicios o le dan sus productos y su vida... Hasta el perro que guarda la casa y el pájaro enjaulado que alegra con sus trinos las horas tristes, todos hacen algo en beneficio del hombre, todos trabajan y son útiles... ¡Solo el gato descansa siempre y para nada sirve!... Ni siquiera ya muerto, puede utilizarse... Se le llora sinceramente, y como va unida su memoria a tantos recuerdos agradables de la casa, se le diseca colocándole después en la consola o en el centro rodeado de retratos familiares.
       ¡Para nada sirve!... Y sin embargo, para él son todos los mimos y caricias, para él todos los cuidados del hogar donde se alza el trono de su grandeza. Convencido de su importancia pasea majestuosamente su figura, que cuida con refinamiento de mujer coqueta... Nada le falta; el plato favorito, los restos del festín, la ventana donde toma el sol, la lumbre para desentumecer sus miembros y el regazo donde entregarse al sueño, están siempre dispuestos para él... Si por casualidad se le irrita, araña; si se le festeja no nos acaricia, se acaricia con nosotros, y cuando se digna hacer algo, es la caza su única ocupación, de la que él nada más saca provecho... ¡Hermosa vida, a ninguna otra comparable! Por eso, sin duda, el gato tarda tanto en morirse; por eso dicen que tiene siete vidas... ¡Le va aquí tan ricamente que le cuesta mucho trabajo despedirse!
       ¡Yo te admiro hermoso animal! Te admiro porque posees el secreto de la existencia, la filosofía suprema buscada por el hombre con angustia infinita desde que abre sus ojos a la luz... Te admiro porque eres el ser más feliz de los seres de este mundo... Y sobre todo, te admiro porque simbolizas la Pereza y el Egoísmo... ¡Esos dos grandes y santos Ideales, perseguidos por la humanidad a través de los siglos!

Vida Literaria (Madrid)  nº 2.   14 enero 1899

No hay comentarios:

Publicar un comentario