miércoles, 28 de enero de 2015

LA GLORIA (Manuel de Tolosa)

Todas las noches, desde que sonaba la primera campanada de las nueve en el reloj de la Casa de la Villa, hasta que daba la última de las doce, estaba Luís en el café Ibérico, no de tertulia ni de charla, sino ganándose el sustento y sacando a fuerza de notas de su violín el sostenimiento de su anciana madre.
Allí, encima de un pequeño tablero, fijos los ojos en la partitura, cuyas hojas volvía a su tiempo Juan el pianista, se pasaba diariamente sus tres horas de pie el simpático Luis, con el violín apoyado en el hombro, sosteniendo el desvencijado Stradivarius con una mano y llevando en la otra el arco que, al rozar con las cuerdas, producía armónicos sonidos.
Luís aspiraba a más, no era aquella vida para él; sentía por la gloria verdadero anhelo. Desde muy pequeño, su padre, gran compositor de zarzuelas, le educó en la música; más tarde entró en el Conservatorio y ganó los primeros premios; pasó después a la clase de viola y un eminente maestro, en el difícil instrumento, le otorgó la predilección de sus favores y las justicias de sus recompensas.
Pero murió el padre de Luis, y el gran compositor que, como la mayoría de sus análogos, había mal vendido sus obras, solo dejó a su hijo un nombre famoso y respetado, pero un sin fin de deudas y nada de fortuna.
El profesor de Luís, que reconocía en este excepcionales facultades y a quien otorgaba sus mercedes por estar bien con el padre, una vez muerto el gran compositor, dejó a Luís solo y abandonado, llegando cerca de ese abismo terrible que se llama desesperación.
Por fortuna, un antiguo amigo de la casa, un chisgarabís, que de autorcillo malo pasó a ser autorazo bueno, gracias a las partituras con que el padre de Luis adornó magistralmente los insulsos libretos del amigo, demostró en la persona del muchacho el agradecimiento que debía al padre y le colocó en el café.
Desde entonces, Luís era un modelo de formalidad, serio, grave, sencillo y cariñoso cumplía su misión a conciencia y era el niño mimado de todos los parroquianos del café. Él, por su parte los complacía, y en cuanto al final de la Sardana, de Garin o en la jota, de Sarasate, oía el chocar de los platillos del azúcar en las mesas de mármol, Luís volvía a tomar el instrumento e instando al pianista obsequiaban con nuevas composiciones a los que ya eran sus diletantis.
Tampoco dejó Luis de estudiar, y en su casa procuraba ensayar, lo mejor que podía, las más difíciles creaciones de los clásicos.
Cierta noche, como de costumbre, Luís hacía sonar su violín en medio de la expectación general, era el Ave maría de Gounod lo que se ejecutaba.
Un caballero que jamás había entrado en el café Ibérico, permaneció silencioso en la mesa de un rincón. Cuando los aplausos terminaron, el desconocido habló al camarero y le indicó su deseo de que Luís se acercar a su mesa.
Lo hizo así Luis, y el señorón, que tenía trazos de un acaudalado banquero, manifestó al violinista su pretensión de que fuese a tocar a su casa algunas composiciones de su repertorio.
Accedió Luis; se celebró días después el conciert0, y el joven artista oyó plácemes y escuchó palmas.
Aquellas le resonaron mejor que las del café, porque eran de gente entendida, no de estúpidos ni curiosos como los que todas las noches le ovacionaban.
Con tal acicate, Luis cobró nuevos bríos, se hizo todavía más ardiente y aspiró a redimirse de aquella vida de paciente martirio.

***
Ayer, ojeando unos periódicos, he leído una noticia que me ha impresionado.
Dice así en síntesis:
«Han contraído matrimonio en la capilla reservada de San Sebastián, la bella señorita Gloria X, hija de los marqueses de Rubio, con el notable artista don Luis González. Los recién casados saldrán en breve para el extranjero.»
El suelto, bastante largo por cierto, añadía la lista de los concurrentes, detallaba la boda, deseaba eterna luna de miel, etc.
Y yo me dije para mis adentros cuando acabé la lectura del periódico:
–He aquí, como el trabajo y la honradez logran al fin y al cabo su recompensa. ¿Quién había de decirle al apurado violinista del café Ibérico que tanto se tenía de gloria, que habría de lograrla trabajando y que había de casarse con Gloria, la mujer por quien él suspiró toda la vida; la primogénita de los acaudalados marqueses de Rubio?....

MANUEL DE TOLOSA
(Diario de Pontevedra, 28 de mayo de 1897)

El autor: Manuel de Tolosa Latour (Madrid, 8 de agosto de 1857 - Id. 12 de junio de 1919) fue un médico pediatra y escritor español, nacido en Madrid el 8 de agosto de 1857 y fallecido en la misma ciudad el 12 de junio de 1919,