Con los negros y sedosos cabellos
esparcidos sobre la almohada de encaje y raso, y el delicioso abandono de una
muerta que conserva el calor, la amante Lise de Belvelise está reclinada, o,
mejor dicho, reposando de muchas y prolongadas caricias.
… Se encuentra sumida en una de
esas agradables languideces que siguen siempre a las dulcísimas expansiones del
amor.
Dormida o no, Valentín le habla
con vehemencia.
–Para merecer – dice – tus
tiernas miradas y tus apasionados besos, hice traerte las más elegantes alhajas
de los joyeros de París; las modistas más afamadas tienen orden de venir a
preguntarte todas las mañanas si quieres añadir algún nuevo traje a los infinitos
que posees.
Cuando delante de tus amigas
abres los estuches guardadores de ricas pedrerías, exclaman deslumbradas y
celosas:
–¿Has cogido con lazo las
estrellas de una noche de agosto?
Pero no me he limitado a estos
medianos presentes; quisiste también tener un amante célebre por su valor, y me
procuré veinte desafíos terribles, encarnizados; por eso entre la multitud de
juguetes que adornan tu tocador figura una panoplia formada con los
ensangrentados sables que he traído de los combates.
Tuviste el capricho de que fueses
también célebre por mi talento, y publiqué infinitos versos, que son seguramente
mejores, por la grandeza de su ritmo y lo original de las imágenes, que los más
sublimes poemas conocidos hasta ahora.
Pero esto es poco; mi madre, mi
anciana madre, llora abandonada en nuestra antigua casa de Bretaña, porque tú
no me permites abandonar París; mi esposa gime también bajo el peso de mi
desvío a los dos años de matrimonio, y hasta he olvidado el nombre de mis
tiernos hijos…
Pero comprendo que estas son
pequeñeces, tonterías, sacrificios que cualquiera haría sólo por besar tus
perfumados cabellos.
Una cosa me ha sido muy difícil;
ser, según tu deseo, el más hermoso y elegante de los hombres.
En fin, puedo decir, alma mía,
que ninguno de tus caprichos te ha sido negado por mi ternura, y eres en todo
obedecida por el más apasionado de tus esclavos.
Pero ¡ah! que no fueron infructuosos
estos esfuerzos míos; tú me amas, lo sé, me amas, encanto de mi alma, me
adoras…
Te veo abandonarte deliciosamente
entre mis brazos y apoyar con ternura tus labios sobre los míos.
El nombre de Valentín es el único
que hace latir tu hermoso y fiel corazón; en tu generosa gratitud prefieres a
todos el amante que ha sabido merecerte por medio de regalos y sacrificios que
alegrarían el orgullo de la diosa más exigente…
Así hablaba Valentín en su loca
alegría de amar y ser amado…
Y Lisa de Belvelise, dormida, con
sus hermosos ojos ocultos entre sus abundantes cabellos, volvióse un poco hacia
su amante, y entreabriendo los labios, balbuceó:-¡Raoul!...
CATULLE MENDES
Traducción de Joaquín E. Romero.
La Vida Galante, nº 1. Barcelona, 6 de noviembre de 1898.