tag:blogger.com,1999:blog-13520233389779363912024-03-13T14:31:50.901-07:00Lineas amenasRelatos literarios recuperados de la prensa antiguaUnknownnoreply@blogger.comBlogger121125tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-70353339415998356352023-05-27T08:40:00.002-07:002023-05-27T08:40:39.220-07:00¡Herodes! (S. MARTIN LOZANO)<p style="text-align: justify;"> <span style="font-family: "Times New Roman", "serif"; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">–Esto no se puede sufrir. ¡Esto es un
tormento! Aquí no se puede escribir, ni comer, ni dormir, ni nada. Siempre esas
campanas, de día, de noche, a todas horas… ¡Ah! – y les enseñaba el puño– ¡Si
yo pudiera!.. No en balde os bendicen, para que el diablo no cargue con vosotras…
¡Digo! Y bajo este balcón, esa turba de chiquillos, desde que sale el sol hasta
que se pone, siempre jugando, gritando, escandalizando, aullando… ¿Dónde estás,
Herodes, que se te escaparon estos de la degollina?</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Así exclamaba Pepe Núñez, soltero, rico,
buen mozo, de nada escaso talento. Frente a su casa había un convento de
monjas, y al lado una parroquia, cuyas campanas de ambas iglesias, es decir, de
ambos campanarios, tocaban cuando era menester; pero que a Pepe, que las
aborrecía de muerte, le parecía que tocaban siempre sólo por incomodarle.
¡Nada! Que le atacaban los nervios; no lo podía remediar.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Pero, señor, –decía, lamentándose –
¿para qué tocan tanto? Sobre todo en ese convento ¿qué nos importa que las
monjas vayan al coro o a dormir? Si no ha de ir nadie, ¿para qué tocan? Y
siempre unas y otras dindán, dindán, dinguilindán, dinguilindán, dindán… y sin
parar, sin parar…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">¿Pues y esos demonios de chicos?... ¡Voy
a bajar y a patearlos!... ¡Ah, Herodes!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Y Pepe Núñez apretaba los dientes.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Visitaba nuestro campanófobo a cierta
señora que tenía una hija única, muy guapa y muy bien educada, dotada de todas
las condiciones que pueden adornar a una mujer. Con gusto la miraba y admiraba
Pepe. También a ella le parecía este un no despreciable partido.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Pero, hombre de Dios, le decía una
noche. ¿Es posible que odie usted tanto las campanas y los niños? No le
regocija ese alegre clamoreo con que convocan a los fieles desde lo alto del
campanario?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Sí, sí, –contestaba Pepe; – no me
disgusta que toquen, pero cuando tocan poco; eso de siempre, a todas horas,
dos, tres, ocho, veinte campanas; el convento por un lado, la parroquia por
otro… vamos, que me voy a mudar de casa…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Y además, –le interrumpió la niña –
siempre hablando mal de los pequeños, criaturas de Dios, que con sus infantiles
juegos, siempre alegres, bullidores, traviesos….<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–…Hechuras del diablo, siempre incomodando,
quebrándome la cabeza… –¡Oh, por no tenerlos no me he casado. No me hable V. de
los chiquillos… Solo con pensar que había de tener un chiquillo en casa,
enredando, gritando, llorando… no, no quiero chicos. No ha habido en el mundo
más que un hombre grande: Herodes y nadie más que Herodes.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Había de haber uno en cada esquina, al
menos en mi calle.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–¿Con que no se casa V. por no tener
niños?...<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Yo diré a V; no me caso entre otras
cosas, por el engorro de…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Vamos; que si V. se viese con un
pequeño, y le tocase la cara<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>le dijese, haciéndole
mimos: «Papá, quiero tocar las campanas.»<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Calle V., diablejo –contestó Pepe
riéndose; – calle V., no sea que la oigan los campaneros.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Y pasaron algunos meses y cayó Pepe en
las redes –redes de seda y oro– de aquella preciosa criatura; y se casaron por
lo eclesiástico y por lo civil; y hasta por lo militar se hubiera casado Pepe,
si a ella se le hubiese puesto en la cabeza. Y pasaron nueve meses y les nació
un hermoso y robusto niño que volvió loco de contento y de satisfacción al
admirador constante del degollador de los inocentes.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Y el niño creció en edad y hermosura, y
era el embelesamiento de su padre, que era un padrazo, quien en todo daba gusto
al pequeño, y aun cuando jugase , gritase y enredase, al padre se le caía la
baba de gusto, a pesar de la intima amistad de Herodes.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Y vino la feria; y el papá compró al
niño cuanto este quiso; sables, escopetas, caballos, cochecitos, media feria.
Pero el niño vio un campanario de cartón con un sacristán de idem, pero con
campanas de verdad, que tocaban –¡vaya si tocaban!—y «yo quiero ese campanario»
–dijo el pequeño; –y el padre, enemigo acérrimo de las campanas, compró el
campanario.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Pero, dijo el niño al otro día:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Quiero otro campanario más grande, con
más campanas, más grande…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Y el buen padre mandó hacer un
campanario de madera, con cinco campanas en cada frente, que son veinte campanas,
y caían de cada cinco campanas sendos hilos, que se unían en uno, y esos cuatro
se reunían en la mano del sacristán.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Y sonaban las campanas, que era un
gusto; y lo tenía, el primero el padre, aquel señor que antes no podía oír una
sola campana.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Una tarde se empeñó el pequeño en que entrasen
en el patio de la casa todos los chicos que estaban jugando bajo el balcón, y
sobre cuyas cabezas se cernía antes la cuchilla de Herodes, según los deseos de
Pepe. Y el padre dio gusto a su hijo en esto, como en todo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Mira, papá, – dijo el pequeño; –toma tú
estos cuatro cordeles del campanario, y tira fuerte, toca bien fuerte, mientras
jugamos y cantamos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Y he aquí a Pepe Núñez, el que daba a
todos los diablos todas las campanas, campanillas, campaneros y campanarios,
cogiendo con ambas manos los cuatro cordeles, y tirando con todas sus fuerzas;
y sonaban estrepitosamente las veinte campanas, mientas los chicos cantaban,
jugaban, saltaban, mareaban y movían un estrépito capaz de volver loco a un
santo; y las campanas dindán, dindán, dinguilindán, dinguilindán, dindán,
capaces de ensordecer a un cabo de Artillería; y el buen Pepe, y mejor padre,
tira que tira, y riéndose como un tonto…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Y de pronto nota que le tocan en el
hombro por detrás, <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>y oye la voz de su mujer,
que le dice muy seria:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Señor Herodes, traiga V. el cuchillo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">–Sí, sí, que venga –contestóle Pepe,
dirigiéndole una amorosa mirada, sin dejar de tirar de los hilos; –que venga y
me ayudará a tocar las campanas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"><o:p> </o:p></span><span style="font-family: "Times New Roman", "serif"; font-size: 12pt; text-indent: 1cm;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: right; text-indent: 1cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">S MARTÍN LOZANO.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif"; font-size: 12.0pt;">Publicado en <i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="background: white;">El Correo gallego</span></i><span style="background: white;">: diario político de la mañana: Ano XXI Número 6687 – 15
de marzo de 1898</span><o:p></o:p></span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-80036079334732770172021-12-05T13:05:00.004-08:002021-12-05T13:05:48.761-08:00Fiesta de Nochebuena en el Marais (ALPHONSE DAUDET)<p> <span style="text-align: justify; text-indent: 42.55pt;">El señor Majestad, fabricante de agua de seltz en
el Marais, acaba de asistir a una pequeña fiesta en casa de unos amigos de la
plaza Royal y regresa a su vivienda canturreando… Dan las dos en el reloj de
Saint-Paul. </span><span style="text-align: justify; text-indent: 42.55pt;">«¡Qué tarde
es!», se dice el buen hombre, y se apresura; pero los adoquines resbalan, las
callejas son oscuras, y, además, en ese diabólico barrio viejo, que data del
tiempo en que los coches eran raros, hay muchas revueltas, pequeños rincones,
muchos mojones ante las puertas que usaban los jinetes. Todo ello impide ir de
prisa, sobre todo cuando se tienen ya las piernas algo pesadas y los ojos
achispados por los brindis de la fiesta… Por fin, el señor Majestad llega a su casa.
Se detiene ante un gran portal adornado donde brilla, al claro de luna, un escudo,
recién dorado, de antiguas armas pintadas de nuevo que él ha convertido en su
marca de fábrica:</span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";"><o:p> </o:p></span></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: center; text-indent: 42.55pt;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Antigua mansión de Nesmond Majestad
hijo<o:p></o:p></span></b></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: center; text-indent: 42.55pt;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Fabricante de Agua de Seltz<o:p></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";"><o:p> </o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">En
todos los sifones de la fábrica, en los albaranes, en los encabezamientos de
las cartas, pueden verse también, resplandecientes, las antiguas armas de los
Nesmond.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Tras
el portal está el patio, un amplio patio aireado y claro que, durante el día,
al abrirse, de luz a toda la calle. Al fondo del patio, una gran construcción
muy antigua, negras murallas afiligranadas, trabajadas, redondeados balcones de
hierro, balcones con pilastras de piedra, inmensas ventanas muy altas,
coronadas de frontis, de capiteles que se levantan en los últimos pisos como
otros tantos pequeños techos en el propio techo, y por fin, encima de todo,
entre las pizarras las lumbreras de las buhardillas, redondas, coquetas,
enmarcadas de guirnaldas, como si fueran espejos. Además, una gran escalinata
de piedra, carcomida y verdosa a causa de la lluvia, una magra parra que se
agarra a las paredes, tan negra, tan torcida como la cuerda que se balancea
allá arriba, en la polea del granero; un gran aspecto vetusto y triste… Es la antigua
mansión de Nesmond.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">En
pleno día, el aspecto de la mansión no es el mismo. Las palabras: <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Caja, Almacén, Entrada a los talleres</b>
relucen doradas por todas partes sobre los viejos muros, haciéndolos vivir, rejuveneciéndolos.
Los camiones de los ferrocarriles estremecen el portal; los empleados avanzan
hasta la escalinata, con la pluma en la oreja, para recibir las mercancías. El
patio está lleno de cajas, de cestos, de paja, de tela para embalar. Uno se
siente bien en una fábrica… Pero con la noche, con el gran silencio, con esta
luna de invierno que, en el laberinto de los complicados techos, arroja y
entremezcla sombras, la antigua mansión de los Nesmond recupera su señorial
apostura. Los balcones parecen hechos de encaje; el patio de honor se hace más
grande y la vieja escalera, iluminada por desiguales luces, tiene rincones
catedralicios, con vacías hornacinas y escalones perdidos que parecen altares.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Sobre
todo esta noche, el señor Majestad encuentra que su mansión tiene un aspecto
singularmente grandioso. Al cruzar el patio desierto, el ruido de sus pasos le impresiona.
La escalera le parece inmensa, en especial muy pesada de subir. Sin duda es la
fiesta… Llegado al primer piso, se detiene para recuperar el aliento, se acerca
a una ventana. ¡Qué cosa vivir en una casa histórica! El señor Majestad no es
un poeta, ¡oh, no!, y sin embargo, al mirar el hermoso patio aristocrático por
el que la luna extiende una capa de luz blanca, el viejo edificio de gran señor
que parece dormir con sus techos embotados bajo el capuchón de la nieve, se le
ocurren ideas de otro mundo:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–¿Eh…?
Mira que si los Nesmond regresaran… <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Y
en ese mismo instante suena un fuerte campanillazo. El portal se abre de par en
par, con tanta rapidez, con tanta brusquedad que el reverbero se apaga; y
durante algunos minutos se produce abajo, a la sombra de la puerta, un confuso
ruido de roces, de susurros. Disputan, se dan prisa por entrar. Aquí están los
cridados, muchos criados, carrozas de cristal espejean al claro de luna, las
sillas de mano se balancean entre dos antorchas avivadas por la corriente de aire
del portal. En un abrir y cerrar de ojos, el patio se llena. Pero al pie de la
escalinata la confusión cesa. Hay gente que baja de los coches, se saluda,
entra charlando como si conociera la casa. Se escucha allí, en esa escalinata,
un roce de sedas, un resonar de espadas. Solo cabelleras blancas, que los
polvos hacen más pesadas y opacas; solo vocecitas cristalinas, algo
temblorosas, risitas sin timbre, pasos ligeros. Toda esa gente tiene aspecto de
ser vieja, muy vieja. Ojos sin brillo, joyas adormecidas, antiguas sedas
brocadas, suavizadas por tornasolados matices que la luz de las antorchas hace
brillar con dulce esplendor; y sobre todo ello flota una pequeña nube de polvo
que sube de una de las hermosas reverencias algo forzadas a causa de las
espadas y los grandes cestos… Pronto toda la casa parece embrujada. Las antorchas
brillan de ventana en ventana, suben y bajan por los giros de las escaleras,
incluso las lumbreras de las buhardillas tienen su chispa de fiesta y de vida.
Toda la mansión de Nesmond se ilumina como si un enorme sol en </span>ocaso
hubiera encendido sus cristales.</p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">«¡Ah,
Dios mío! Van a pegarle fuego…», se dice el señor Majestad. Y, recuperado de su
estupor, intenta sacudir la torpeza de sus piernas y baja de prisa al patio en donde
los lacayos acaban de encender un gran fuego claro. El señor Majestad se
acerca; les habla. Los lacayos no le contestan y siguen hablando en voz baja
entre ellos, sin que el menor vapor se escape de sus labios en la glacial
oscuridad de la noche. El señor Majestad no está contento; sin embargo, algo le
tranquiliza: ese fuego de tan altas y rectas llamas es un fuego singular, una
llama sin calor, que brilla y no quema. Tranquilizado por este lado, el buen
hombre franquea la escalinata y entra en sus almacenes.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Estos
almacenes de la planta baja debían ser, antaño, hermosos salones de recepción.
Pedazos de oro ajado brillan todavía en todas las esquinas. Algunas pinturas
mitológicas llenan el techo, rodean los espejos, flotan por encima de las puertas
en sus tintes difusos, algo descoloridos, como el recuerdo de los años ya pasados.
Por desgracia, ya no hay cortinas, ya no hay muebles. Solo papeles, enormes
cajas llenas de sifones con cabeza de estaño y las secas ramas de una vieja
lila subiendo, oscuras, por detrás de los cristales. Al entrar, el señor Majestad
encuentra su almacén lleno de luz y de gente. Saluda, pero nadie se ocupa de
él. Las mujeres en brazos de sus caballeros siguen haciendo remilgos, ceremoniosamente,
bajo sus pellizas de satén. Se pasean, charlan, se dispersan. Ciertamente todos
esos viejos marqueses parecen estar en su casa. Frente a un antepaño pintado,
se detiene un pequeña sombra temblorosa: «¡Y decir que soy yo la que está ahí!»,
y mira sonriente una Diana que se yergue en la madera, delgada y rosa, con una
media luna en la frente.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–¡Nesmond,
ven a ver tus armas!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Y
todo el mundo se ríe mirando el blasón de los Nesmond en una tela de embalaje,
con el nombre de Majestad debajo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–¡Ah,
ah, ah,…! ¡Majestad…! Pero ¿todavía quedan Majestades en Francia?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Y
son bromas sin fin, risitas que parecen sonidos de flauta, dedos que se
levantan en el aire, bocas que hacen remilgos…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">De
pronto, alguien grita:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">-¡Champaña,
champaña!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–¡No…!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–¡Sí…!
Sí, es champaña… Vamos, condesa, pronto, organicemos una fiestecilla.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Han
creído que el agua de seltz del señor Majestad era champaña. A decir verdad, lo
encuentran algo pasado; pero, ¡bah!, de todos modos se lo beben y, como esas
pobres y mínimas sombras no tienen la cabeza muy sólida, poco a poco esa espuma
de agua de seltz les anima, les excita, les da ganas de bailar. Se organizan
minués. Cuatro finos violines que Nesmond ha hecho venir, inician una melodía
de Rameau, llena de tresillos, menuda y melancólica en su vivacidad. Y hay que
ver a esas hermosas viejas girar lentamente, saludar al compás con aire grave.
Los adornos parecen rejuvenecidos, y, también, los chalecos dorados, los
vestidos de brocado, los zapatos con broches de diamante. Las propias paredes
parecen revivir al escuchar esas antiguas melodías. El viejo espejo, encerrado en
la pared desde hace doscientos años, las reconoce también y, lleno de rasguños,
con los ángulos ennegrecidos, se enciende suavemente y devuelve a los
bailarines su imagen, algo borrosa, como enternecida por una nostalgia. Entre
todas esas elegancias el señor Majestad se siente molesto. Se ha acurrucado tras
una caja y mira…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Poco
a poco, sin embargo, llega el día. Por las puertas encristaladas del almacén se
ve blanquear el patio, luego la parte alta de las ventanas y, por fin, una
buena parte del salón. A medida que la luz aumenta, las figuras se borran, se
confunden. Pronto el señor Majestad solo ve dos pequeños violines, retrasados
en un rincón, que la luz evapora al tocarlos. En el patio, distingue todavía,
aunque muy vagamente, la forma de una silla de manos, una cabeza empolvada
salpicada de esmeraldas, los últimos chisporroteos de una antorcha que los
lacayos han arrojado sobre los adoquines y que se mezclan con las chispas de
las ruedas de un coche de transporte que entra, con gran estruendo, por el
portal abierto…</span></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-16004948904693275482021-12-05T13:04:00.001-08:002021-12-05T13:04:38.635-08:00Las tres misas rezadas (ALPHONSE DAUDET)<p> </p><p align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 1.0cm;">I</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¿Dos pavos rellenos, Garrigou…?</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Sí, reverendo, dos magníficos
pavos rellenos de trufa. Y lo sé porque yo he ayudado a llenarlos. Parecía que
su piel iba a estallar al asarlos, tan tensa estaba…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¡Jesús-María! Y a mí que me gustan
tanto las trufas… Pronto, dame mi sobrepelliz, Garrigou… Y además de los pavos,
¿qué más has visto en la cocina?</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Oh, muchas cosas buenas… Desde
el mediodía no hemos hecho otra cosa que desplumar faisanes, abubillas, pollas,
gallos silvestres. Volaban plumas por todas partes… Además, han traído del
estanque anguilas, carpas doradas, truchas…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¿Eran muy grandes las truchas,
Garrigou…?</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">--Así de grandes, reverendo…
¡Enormes!</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¡Oh! Dios mío, me parece verlas…
¿Has puesto vino en las vinagreras?</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Sí reverendo, he puesto vino en
las vinagreras. Pero, ¡maldición!, no es tan bueno como el que va usted a beber
dentro de un rato, al salir de la misa de medianoche. Si pudiera ver usted el
comedor del castillo, esas botellas de largos cuellos que llamean llenas de
vinos de todos los colores… Y la vajilla de plata, los centros de mesa cincelados,
las flores, los candelabros… Jamás se habrá visto una fiesta semejante. El
señor marqués ha invitado a todos los señores de la vecindad. Al menos serán
ustedes cuarenta a la mesa, sin contar al bailío ni al notario… ¡Ah! Qué suerte
tiene usted al poder ir, reverendo… Con solo haber olido esos hermosos pavos,
el aroma de las trufas me sigue por todas partes… ¡Mmnnn!</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Vamos, vamos, hijo mío. No
cometamos pecado de gula, sobre todo en la noche de Navidad… Ve pronto a
encender las velas y haz sonar el primer toque de misa; la medianoche se acerca
y no debemos retrasarnos.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Esta conversación se mantenía una
noche de Navidad del año de gracia de mil seiscientos y pico, entre el
reverendo dom Balaguere, antiguo prior de los Barnabitas, en la actualidad
capellán a sueldo de los sires de Trinquelague, y su pequeño acólito Garrigou,
o al menos lo que él creía ser su pequeño acólito Garrigou, pues sabed que el
diablo, aquella noche, había tomado la redonda faz y los indecisos rasgos del
joven sacristán, para mejor hacer caer al reverendo padre en la tentación,
haciéndole cometer un espantoso pecado de gula. Pues bien, mientras el llamado
Garrigou (¡hum, hum!) hacía sonar a brazo partido las campanas de la capilla
señorial, el reverendo terminaba de revestir su casulla en la pequeña sacristía
del castillo, y con el espíritu turbado ya por aquellas descripciones
gastronómicas, se repetía a si mismo mientras<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>se vestía: <span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">«Pavos
asados… Carpas doradas… Truchas así de grandes…»<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Fuera, el viento nocturno soplaba esparciendo la música de
las campanas y, poco a poco, aparecían luces en la sombra de las laderas del
monte Ventoux, en cuya cima se elevaban las viejas torres de Trinquelague. Eran
familias de aparceros que venían a oír la misa de medianoches en el castillo.
Trepaban cantando la cuesta, en grupos de cinco o seis, precedidos por el padre
con la linterna en la mano, las mujeres envueltas en sus grandes mantos tostados
a los que los niños se apretaban para abrigarse. Pese a la hora y al frío,
aquella valerosa gente caminaba con alegría, sostenida por la idea de que, al
salir de la misa, habría, como todos los años, una mesa puesta para ellos, abajo,
en las cocinas. De vez en cuando, por la pina pendiente, la carroza de un
señor, precedida por los portadores de antorchas, hacía brillar sus cristales
al claro de luna, o trotaba una mula agitando sus cascabeles y, a la luz de los
fanales envueltos en bruma, los aparceros reconocían a su bailío y le saludaban
al pasar:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Buenas noches, buenas noches, maese ARnoton.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Buenas noches, buenas noches, hijos míos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">La noche era clara, el frío avivaba las estrellas, el helado
viento quemaba, y un fino relente, depositándose sin mojarlos sobre los
vestidos, guardaba fielmente la tradición de las Navidades blancas de nieve. En
lo alto de la cuesta, el castillo aparecía como la meta, con su enorme masa de torres
de frontispicios, el campanario de su capilla escalando el azul oscuro del
cielo y una multitud de pequeñas lucecitas que parpadeaban, iban y venían, se
agitaban en todas las ventanas y parecían, contra el fondo oscuro del edificio,
chispas corriendo por las cenizas del papel quemado… Pasado el puente levadizo
y la poterna, era preciso, para dirigirse a la capilla, cruzar el primer patio,
lleno de carrozas, de criados, de sillas de mano, iluminado por las llamas de
las antorchas y la claridad de las cocinas. Se oía el tintineo de los asadores,
el estrépito de las cacerolas, el choque de los cristales y la cubertería manejados
en los preparativos de una comida; por encima, un tibio vapor aromatizado por
las carnes asadas y las fuertes hierbas de complicadas salsas hacía decir a los
aparceros, como al capellán, como al bailío, como a todo el mundo:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–¡Qué fiesta tendremos después de la misa!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";"><o:p> </o:p></span></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: center; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">II<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">¡Drelindin din…! ¡Drelindin din…!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Es la misa de medianoche que comienza. En la capilla del
castillo, una catedral en miniatura, de entrecruzados arcos y vigas de roble
que suben a lo largo de las paredes, todas las tapicerías han sido tendidas,
todos los cirios encendidos. ¡Y cuánta gente! ¡Y cuántas galas! Ved, primero,
sentados en los tallados sitiales que rodean el coro, al señor de Trinquelague,
con vestido de tafetán salmón, y junto a él todos los nobles señores invitados.
En<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>frente, en los reclinatorios
adornados de terciopelo, se han colocado la anciana marquesa viuda, con su
vestido de brocado color de fuego, y la joven dama de Trinquelague, cubierta
con una gran torre de encaje estampado a la última moda de la corte francesa.
Más abajo se ven, vestidos de negro, con grandes pelucas puntiagudas, y rostros
afeitados, al bailío Thomas Arnoton y al notario maese Ambroy, dos graves notas
entre las chillonas sedas y las damas recamadas. Vienen<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>después los gordos mayordomos, los pajes, los
monteros, los intendentes, dama Barbe, con todas las llaves colgando de su
costado en un llavero de plata fina. Al fondo, en los banco, el pueblo bajo,
los criados, los apareceros con sus familias; por fin, detrás de todos, junto a
la puerta que abren y cierran discretamente, los señores marmitones que vienen,
entre dos salsas, a tomar un poco de aire de misa y a llevar un aroma de
banquete a la iglesia en fiesta, caldeada por los cirios encendidos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">¿Es la vista de las pequeñas barritas blancas lo que distrae
al oficiante? ¿No será más bien la campanilla de Garrigou?, esa pequeña
campanilla furiosa que se agita al pie del altar con infernal precipitación y
parece decir continuamente: «Démonos prisa, démonos prisa… Cuanto antes
terminemos antes nos sentaremos a la mesa»? El hecho es que cada vez que repica
la diabólica campanilla, el capellán olvida su misa y solo piensa en el
banquete. Imagina las rumorosas cocinas, los hornos en los que arde un fuego de
forja, el vaho que asciende de las entreabiertas tapaderas y, en ese vaho, dos magníficos
pavos, repletos, tensos, hinchados de trufas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">O, también, ve pasar las hileras de pajecillos llevando platos
envueltos en tentadores vapores, y entra con ellos en la gran sala dispuesta ya
para el festín. ¡Oh, delicia!, ahí está la inmensa mesa cargada y reluciente,
los pavos reales vestidos con sus plumas, los faisanes separando sus alas
doradas, los frascos de color de rubí, las pirámides de fruta entre las verdes
ramas, y los maravillosos pescados de los que hablaba Garrigou (¡ah, claro,
Garrigou!), depositados sobre una base de hinojo, con las escamas nacaradas
como si acabaran de salir del agua y un ramito de hierbas olorosas en sus
fauces de monstruos. Tan viva es la visión de aquella maravilla que a dom
Balaguere le parece que esos miríficos platos son servidos ante él, sobre los
bordados que adornan el mantel del altar, y dos o tres veces, en vez de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Dominus vobiscum</b>, se sorprende bendiciendo
la mesa, recitando el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Benidicite</b>.
Pero salvo esas ligeras confusiones, el digno sacerdote celebra concienzudamente
su oficio, sin saltarse una línea, sin omitir una genuflexión, y todo marcha
bastante bien hasta el final de la primera misa; pues ya sabéis que el día de
Navidad el mismo oficiante debe celebrar tres misas consecutivas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–¡Y va una!– dice el capellán con un suspiro de alivio;
luego, sin perder un minuto, hace una señal a su acólito o a quien cree que es
su acólito y…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">¡Drelindin din…! ¡Drelindin din…!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Comienza la segunda misa y, con
ella, comienza también el pecado de dom Balageure.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–De prisa, de prisa,
apresurémonos –grita con su vocecilla ácida la campanilla de Garrigou, y esta
vez el infeliz oficiante, abandonando al demonio de la gula, se abalanza hacia
el misal y devora las páginas con la avidez de su apetito sobreexcitado.
Frenéticamente se vuelve a levantar, esboza la señal de la cruz, las genuflexiones,
acorta sus gestos para terminar antes. Apenas si extiende sus brazos en el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Evangelio</b> y se golpea su pecho en el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Confiteor</b>. Entre el acólito y él parece
existir una competencia para ver quien murmurará más de prisa. Versículos y
respuestas se precipitan, se empujan. Las<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>palabras pronunciadas a medias, sin abrir la boca porque eso tomaría
demasiado tiempo, se terminan en incompresibles murmullos.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Oremus ps… ps… ps…<o:p></o:p></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Mea culpa… pa… pa… pa…<o:p></o:p></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Como apresurados vendimiadores
pisando la uva de la cuba, ambos barbotean en el latín de la misa, salpicando
por todos lados.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Dom.. scum… </b>– dice Balaguere.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Stutuo…</b> –responde Garrigou.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Y la condenada campanilla está continuamente
allí, repicando en sus oídos, como esos cascabeles que se ponen a los caballos
de posta para hacerlos galopar más de prisa. Ya supondréis que, a esta
velocidad, una misa rezada termina en seguida.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¡Y van dos! –dice el capellán
jadeante; luego, sin tomarse el menor respiro, rojo, sudoroso, desciende los escalones
del altar y…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">¡Drelindin din…! ¡Drelindin din…!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Comienza la tercera misa. Y solo
hay que dar algunos pasos para llegar al comedor; pero, ¡ay!, a medida que se
acerca el festín, el desgraciado Balaguere se siente poseído por una locura de
impaciencia y gula. Su espejismo se acentúa, las doradas carpas, los pavos asados
están allí, allí. Los toca…, los… ¡Oh Dios… ¡ Los platos humean, los vinos
aromatizan; y sacudiendo su furioso badajo, la campanilla le grita:</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¡De prisa, de prisa, más de
prisa todavía…!</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Pero ¿cómo ir más de prisa? Sus
labios apenas se mueven. Ya no pronuncia las palabras… Como no haga claramente
trampas al buen Dios y le escamotee su misa… ¡Y eso es lo que hace el infeliz!
De tentación en tentación, comienza por saltarse un versículo, luego dos. Luego
la Epístola es demasiado larga y no la termina, roza ligeramente el Evangelio,
pasa ente el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Credo</b> sin entrar, se salta
el <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Pater</b>, saluda de lejos al
Prefacio, y a trancas y barrancas se precipita así en la condenación eterna,
seguido siempre del infame Garrigou (<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">vade
retro, Satanás</b>), que le secunda con maravillosa compenetración, le sostiene
la casulla, vuelve las página de dos en dos, empuja los atriles, vuelca las
vinagreras y sacude sin cesar, cada vez más fuerte, cada vez más de prisa, la
campanilla.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">¡Hay que ver el rostro de asombro
que ponen los asistentes! Obligados a seguir por la mímica del sacerdote una
misa de la que no oyen ni una palabra, unos se levantan cuando los otros se arrodillan,
se sientan cuando los otros están de pie, y todas las frase de ese singular
oficio se confunden en los bancos en una multitud de actitudes diversas. La
estrella de Navidad en camino por las rutas del cielo, allí, hacia el pequeño
establo, palidece de espanto al ver tal confusión…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–El abate corre demasiado… No se
le puede seguir –murmura la vieja viuda agitando con extravío su tocado.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Maese Arnoton, con sus grandes
anteojos de acero en la nariz, busca en su misal donde caramba puede estar.
Pero en el fondo, también esa buena genta piensan en el festín y no les enfada
que la misa vaya a velocidad de diligencia; y cuando dom Balaguere, con el
rostro resplandeciente, se vuelve hacia la asistencia gritando con todas sus
fuerzas: <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Ite missa est</b>, la capilla
le responde con voz unánime un <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Deo gratias</b>
tan alegre, tan animoso, que parecen estar ya a la mesa, en el primer brindis
del festín.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><o:p> </o:p></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: center; text-indent: 1.0cm;">III</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Cinco minutos después, la
muchedumbre de señores se sentaba en la gran sala, con el capellán entre ellos.
El castillo, iluminado de arriba abajo, resonaba con los cánticos, los gritos,
las risas, los rumores, y el venerable dom Balguere clavaba su tenedor en un
ala de pollo, ahogando los remordimientos de su pecado con tragos de vino papal
y jugo de viandas. Tanto comió y bebió el pobre y santo hombre, que murió
aquella misma noche de un terrible ataque, sin haber tenido tiempo de
arrepentirse; luego, por la mañana, llegó al cielo lleno todavía del rumor de
las fiestas nocturnas y os dejo imaginar de que modo fue recibido:</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Apártate de mis ojos, mal
cristiano – le dijo el Supremo Juez, Señor de todos nosotros --, tu falta es
tan grande que no basta para borrarla toda una vida de virtudes… ¡Ah, me has
robado una misa de medianoche…! Muy bien, en su lugar me pagarás trescientas y
no entrarás en el paraíso, mas que cuando hayas celebrado, en tu propia
capilla, trescientas misas de Navidad en presencia de todos cuantos han pecado
contigo y por tu culpa…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Y esta es la autentica leyenda de
dom Balaguere, tal como se cuenta en el país de las aceitunas. Hoy, el castillo
de Trinquelague ya no existe, pero la capilla permanece todavía en pie, en lo
alto del monte Ventoux, en un bosquecillo de verdes robles. El viento hace
golpear su mal cerrada puerta, la hierba llena el umbral; hay nidos en los ángulos
del altar y en los dinteles de los altos cruceros cuyos coloreados ventanales
han desparecido desde hace tiempo. Parece, sin embargo, que todos los años, por
Navidad, una luz sobrenatural vaga por entre esas ruinas y que, yendo a las misas
y a las fiestas, los campesinos distinguen esa espectral capilla iluminada con
invisibles cirios que arden al aire libre, incluso bajo la nieve y el viento.
Reíd si queréis, pero un viñatero de la región, llamado Garrigue, descendiente
sin duda de Garrigou, me aseguró que una noche de Navidad, estando de
francachela, se había perdido en la montaña, cerca de Trinquelague; y que había
visto lo siguiente: Hasta las once de la noche nada. Todo estaba en silencio,
oscuro e inanimado. De pronto, hacia la medianoche, se escuchó un carillón en
lo alto del campanario, un antiguo, antiguo carillón que parecía hallarse a
diez leguas de distancia. En seguida, por el pendiente camino, Garrigue vio parpadear
luces, agitarse indecisas sombras. Bajo el porche de la capilla se andaba y se
susurraba:</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">--Buenas noches, maese Arnoton.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Buenas noches, buenas noches,
hijos míos.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Cuando todo el mundo hubo
entrado, mi viñatero, que era muy valiente, se acercó despacio y, mirando por
la rota puerta, contempló un singular espectáculo. Toda la gente a la que había
visto pasar estaba colocada alrededor del coro, en la ruinosa nave, como si existieran
todavía los antiguos bancos. Hermosas damas con vestidos de brocado y tocados
de encaje, señoras cubiertas de recargados adornos, campesinos de floreadas
chaquetas como las que llevaban nuestros abuelos, todos con aspecto decrépito,
ajado, polvoriento, fatigado. De vez en cuando, los pájaros nocturnos, huéspedes
habituales de la capilla, despertando entre tantas luces, merodeaban alrededor
de los cirios cuya llama subía recta y difusa como si ardiera tras de una gasa;
y divirtió mucho a Garrigue cierto personaje de grandes anteojos de acero, que sacudía
continuamente su alta peluca negra sobre la que se mantenía muy erguido, enredado
en ella, batiendo silenciosamente las alas, uno de aquello pájaros…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Al fondo, un pequeño anciano de
infantil talla, arrodilladlo en medio del coro, agitaba con desesperación una
campanilla sin badajo y sin voz, mientas que un sacerdote, vestido de oro
viejo, iba y venía ante el altar recitando oraciones de las que no se oía ni
una palabra… Naturalmente, era dom Balaguere diciendo su tercera misa rezada.</p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-52145683539159227002021-11-15T13:56:00.002-08:002021-11-15T13:57:28.100-08:00La bronca (PATROCINIO DE BIEDMA)<p> </p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">El Príncipe de B*** se paseaba
maravillado por delante de las casetas de la feria; con un entusiasmo, raro en
él, le decía a sus acompañantes, un Ayudante y un Secretario, que lo seguían en
actitud respetuosa: jamás había visto cosa semejante.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">Más que una fiesta de
Andalucía, le parecía una explosión de luz y de colores, una reverberación del
cielo y una florescencia de la tierra, que se unían en notas de aromas y
reflejos, como un himno de la naturaleza que celebrase la alegría de vivir.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">El cielo azul de Sevilla era
fondo adecuado al cuadro movido, chillón, deslumbrador, de su fiesta
predilecta.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">El Príncipe viajaba de
incógnito, de verdadero incógnito. Quería verlo todo de cerca, gozar con aquel
espectáculo extraordinario, olvidar por un momento bajo aquel sol que jaspeaba
de rayos de oro el espacio, las nieblas de su país, sonreír ante la bulliciosa
multitud, olvidando los problemas sociales que pesan sobre el mundo, realizar,
en fin, una escapatoria, como un estudiante travieso para llevar a su helado
retiro un dulce y cálido recuerdo de una alegría sana y real, derrochada por un
pueblo que olvida que hay en el mundo guerras, hambres, dolores y miserias,
para embriagarse en sus expansiones con<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>el vino de su tierra y el aroma de sus flores, con la luz de su cielo y
los amores de su alma.</p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: center; text-indent: 35.45pt;">***</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">El Príncipe había recibido,
antes de salir del hotel donde se hospedaba, la visita ceremonial del
Gobernador civil de la provincia, el cual cumplía órdenes del Ministro, que le
había telegrafiado después de conferenciar con el embajador, que le había dado
cuenta de la llegada del augusto viajero.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–Agradezco infinito la atención
– había dicho al Gobernador, – pero nada necesito; quiero pasar desapercibido
como un turista cualquiera; verlo todo, apreciarlo por mí mismo, confirmar
cuanto se dice de esta tierra encantada.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–De todos modos– había dicho el
Gobernador – se vigilará para que V. A. no sea molestado; pudiera cometerse
alguna imprudencia.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–No, no –insistió el Príncipe;
– personalmente nada necesito; deseo que nadie se moleste por mí, y suplico que
no se dé cuenta de mi llegada. Yo soy el conde de C*** y nada más. Viajo con
dos amigos y deseo independencia completa.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–En ese caso, solo me resta
ponerme a sus órdenes y retirarme.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–Gracias; espero que podré
verlo todo…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–Tal creo.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–Bailes, cantos, juergas –
decía el Príncipe consultando una nota de su cartera, especie de extracto de
una descripción de la feria, – y hasta <i style="mso-bidi-font-style: normal;">broncas</i>..
¿No es así?...</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–¡Oh!–dijo sonriendo al
despedirse el Gobernador, – de eso habrá en gran número… ¡no habrá que
buscarlas!...</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">El Príncipe se embelesaba
mirando aquellas mujeres, que bailaban cadenciosamente al son de las
castañuelas, agitando con su movimiento los manojos de cintas de los colores
nacionales que las adornaban, con flores en la cabeza, flores en el pecho y
flores en los pañuelos que las envolvían, como un girón flotando de una fantástica
primavera.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">Donde cantaban, donde jaleaban,
donde bailaban las graciosas sevillanas, levantando los brazos sobre la aveza,
arqueando el cuerpo, deslizando el pequeño pie con rapidez vertiginosa, allí se
paraba el Príncipe, admirado, embobado ante aquel espectáculo incomparable, y
después de consultar sus notas, decía satisfecho:</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–Baile, canto, juerga… eso es,
todo eso lo he visto, pero ¿dónde está la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">bronca</i>?</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">Llegó la noche, tibia y clara,
y la animación pareció concentrarse en las tiendas donde se comía, se bebía y
se bailaba sin descanso.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">La figura fina y exótica del Príncipe,
absorto ante aquellos cuadros populares, no dejaba de llamar la atención de
algunos transeúntes y mismo de aquellos que en las tiendas se divertían.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">Algunos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">guasones</i> le invitaban a entrar con <i style="mso-bidi-font-style: normal;">timos</i> de la tierra, que el Príncipe no comprendía, ni podía
traducir en ningún diccionario.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">De repente surgió entre dos mozos,
que llevaban vino a una joven que acababa de bailar, una agria disputa.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">Las cañas volaron por el aire y
las navajas salieron a relucir, brillando sus hojas a la luz como rayos de
fuego.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–¡Vámonos!– gritó un chiquillo
que salió corriendo –que aquí se armó la bronca.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–¡<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La bronca</i>! – repitió el ayudante y el Secretario del Príncipe, como
el que descubre la solución de un problema; –¡la bronca!... ¡Al fin vamos a
verla! Los gritos de las mujeres, el ruido de las sillas que rodaban por el
suelo, el tropel de la gente que huía y los agentes de la autoridad que
retiraban a un herido y algunos presos, fue todo lo que vio el Príncipe con más
asombro que emoción.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">Poco después la tranquilidad
volvió a la tienda; sonaba la guitarra y corría el vino, y nadie parecía preocuparse
de lo sucedido.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">El Príncipe, que se había retirado
algún tanto, contemplando absorto, aún más que antes aquel espectáculo.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–¡Es singular– dijo a su
Ayudante, sin poder ocultar su asombro; – la bronca es, por lo que se ve, parte
del programa de estas fiestas… la navaja y la guitarra alternan como armas
esenciales… morir o bailar para ellos viene a ser lo mismo.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–Señor– dijo el Ayudante con
acento convencido, – yo no creo que esto sea usual en esta clase de fiestas…. Me
inclino a pensar que para obsequiar a los extranjeros de distinción las
disponen de antemano. Acaso el Gobernador conociendo que V.A. tenía deseo de
saber lo que era una bronca, dio sus ordenes…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;">–Puede ser – dijo el Príncipe
sin demostrar extrañeza; – es muy expuesto; pero tiene también sus atractivos… Sentiré
que por satisfacer mi curiosidad hayan matado a un hombre; pero, de todos
modos, lo agradezco mucho…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 35.45pt;"><o:p> </o:p></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 35.45pt;">PATROCINIO DE BIEDMA</p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 35.45pt;">Publicado en Diario de
Pontevedra<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>21 de abril de 1897</p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-48342355240756614302021-10-17T05:32:00.003-07:002021-10-17T05:32:34.652-07:00El sueño del envidioso (JOSÉ FERNÁNDEZ BREMÓN)<p> </p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Se había dormido Felipe bajo la
dulce impresión de una agradable noticia: la quiebra de un vecino suyo que le
molestaba con el espectáculo de su felicidad y opulencia.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Sin saber como, se encontró
conversando con el diablo, que le dijo familiarmente:</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Te concedo una gracia.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¿Me das tiempo para reflexionar?—le
preguntó Felipe.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Sí – respondió el demonio; –
Volveré dentro de un rato.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¿Qué le pediré? – decía el
envidioso cavilando. – Pedro tiene una mujer muy guapa y la quiere mucho… Pero
no, que las mujeres envejecen y ya se cansará de ella. ¿El talento de Juan?
Bien mirado, le sirve de poco. ¿El capital de D. Hipólito? Podía estar en
víspera de una quiebra, como mi vecino; hay banqueros que concluyen pidiendo
limosna. Dicen que el pobre que pide enfrente de mi casa ha sido rico, y se
hubiera muerto de hambre a no tener la fortuna de ser ciego.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¿Has reflexionado? –dijo el
diablo, apareciendo de nuevo.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Todavía no.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Pues date prisa –repuso el
espíritu maligno, y desapareció.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Es el caso– siguió pensando
Felipe– que la felicidad no estriba en las cosas grandes. Conozco muchas gentes
dichosas: mi vecina tiene un gato negro que la sigue a todas partes y no le
cambiaría por el talento de Juan ni el capital de D. Hipólito. Yo quisiera
poseer ese gato…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Antolín canta con primor las
malagueñas, y todos le obsequian y buscan: ¿por qué no he de pedir su arte?
Pero ¡qué digo! ¿Y el dibujo de Goya que me enseñó Gómez ayer? Ese original
haría feliz a cualquiera y luciría más en mi despacho que en el suyo… Todos
tienen algo notable menos yo; hasta ese ciego de que me acordaba hace un
instante, que inspira lástima a todo el mundo con aquellos ojazos saltones y
blancos, ¡ya lo creo que inspira compasión! Su ceguera es un filón de perras
grandes.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¿Has decidido ya? – volvió a
decir el diablo, reapareciendo otra vez.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Espera… espera…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">--Ni un instante más.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Concédeme unos segundos.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–No.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Pues entonces… dame la ceguera
del que pide limosna enfrente de mi casa.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">El diablo le abrasó los ojos con
su aliento, y el envidioso despertó.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Se oía en la calle una voz que
imploraba la caridad de los transeúntes. Era la del mendigo.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¿Qué es esto? ¡Tengo vista! –
decía Felipe restregándose los ojos. –¡Oh! el diablo me ha engañado.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Y se puso a mirar los ojos del
ciego con envidia.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><o:p> </o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">JOSÉ FERNANDEZ BREMON.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
Alcance</i>.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>15 de junio de 1897</p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-61548298635117120552021-10-17T05:17:00.000-07:002021-10-17T05:17:01.648-07:00El cráneo del anarquista (J. ROIG RAVENTÓS)<p> </p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Aquel
buen “señor abade” queriendo grabar en la imaginación sencilla de sus
feligreses una dramática impresión de su fin inevitable, en un brote
sentimental, mezcla de piedad y previsión, había hecho poner sobre una ringla
de nichos del cementerio aledaño que se recogía al amor de la iglesia
parroquial, el cráneo pelado que un día salió a la luz como un náufrago que
surge de las entrañas del mar al empuje misterioso de una galerna. Una vez
fregado y limpio, hasta dejarlo bien luciente, fue colocado en una cavidad de
la pared, donde quedó en impresionante reposo, como una especie de “memento
homo” aun más elocuente que la misma ceniza que el rector ponía todos los años,
el día de Difuntos, sobre la frente de sus feligreses.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Es
el primer domingo. Los “petrucios” con sus compañeras y los rapaces descienden
por las corredoiras umbrosas para oír la misa del alba. A medida que las gentes
van llegando a la explanada de la iglesia, un rumor de sorpresa y desagrado se
extiende. Y es que a nadie gusta la presencia de aquel cráneo con los ojos
abiertos y profundos, mostrando la mueca cínica de una risotada que parecía
eternamente aprisionada en las púas salpicadas e inmensas de sus dientes. Todos
pasaban aprisa desgranando denuestos contra el sepulturero y el cura por haber
tenido aquella macabra idea que les ensombrecía el holgorio de las fiestas y
ponía trémulos de respeto en los paliques que otrora resonaban largos y
risueños en el atrio.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">La
patulea menuda soñaba aquellos días con el cráneo imperturbable y vigilante, y
entre los más espigados era reconocido como gesto de valor un discreto
acercamiento a la momia. Un día el “Xiringa”, un rapaz atolondrado que cuidaba “gando”,
puso la pica de ganar una peonza en apuesta a que le tocaría a la momia con la
mano, proeza que operó el milagro de que en adelante ya nadie le mirara con
fiereza. La calavera se convirtió en amiga del todo el mundo. A nadie le infundía
terror. Las charlas surgían de nuevo a su derredor y las risotadas ascendían
frescas y anchas hasta su oquedad. Tan solo le quedaba, como último baluarte
del terror, el austero prestigio de la noche. Cuando la oscuridad se extendía
sobre los campos, y abría las alas de los vespertillos, y arrancaba monosílabos
a la flauta del sapo, entonces aquel cráneo, investido de siniestra autoridad,
era visto por los feligreses como envuelto en un nimbo de mística
fosforescencia. Si alguna noche eran llevados a algún enfermo los Sacramentos,
al sentir el chirrido agudo del postigo del templo, el cráneo parecía
iluminarse al claro de luna para penetrar en las conciencias, remover
evocaciones siniestras, despertar el miedo y poner palabras de perdón en todos los
labios. ¡Ah, sí! Por la noche infundía más pavor que cuando era la cabeza del
hombre más feroz que había pasado por aquella comarca.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">****<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">¡Pero
qué extraño contraste! ¿Quién había de pensar que aquel hombre renegado que
murió bajo el peso oprobioso de sus desvaríos revolucionarios había de legar,
como una ofrenda mística, a la religión que él difamara, algo que era
emocionante motivo de prédicas austeras y base de sugestiones sobre el placer
de la muerte cristiana, la insignificancia de la vida humana y la grandeza de
la gloria?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Todavía
los hombres más viejos de aquellos contornos recordaban con espanto los
sermonarios ácratas que el anarquista hacía por doquiera. Se le veía en los
feriales vendiendo baratijas a los bobalicones. Y al atardecer se dirigía al
parador donde se entregaba a su obsesión de propagar ideas revolucionarias
mientras vaciaba vasos de vino y masticaba tagarninas. A medida que trasegaba
el mosto su palabra se hacía más agresiva, y en los momentos postreros de su
embriaguez aquel hombre era un foco de vibración alcohólica, política y
parlamentaria. Las palabras brotaban copiosas, se recreaba subrayando ideas
tullidas en medio del torbellino alocado de su oratoria enfática para
desembocar en las frases predilectas de su credo, dichas con solemnidad: “¡Nada
de matrimonios! ¡Amémonos con toda libertad! ¡Los Gobiernos criarán los hijos!
¡No más autoridad ni jerarquía! ¡Seamos todos iguales! ¡Abajo el artificio! Y
con los cabellos erizados, la voz ronca, los ojos desorbitados, la mano trémula
y la lengua candente de rencor, se sentaba para mejor maldecir del abad y de
las autoridades. Al llegar a esta zona de su ideario, se vanagloriaba ante sus
oyentes de practicar la revolución que predicaba, pues había abandonado mujer e
hijos legítimos para vivir en repugnante mancebía con otra mujer pecosa y roja,
que sabía beber y blasfemar como él. Y como estaba compenetrado con la idea de
que la propiedad es un<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>hecho ilícito, siempre
que podía se adueñaba de lo que se ofrecía fácil a su rapiña en los caseríos
del contorno. Vivía, o por mejor decir, comía de sus ideas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">***<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Una
noche, después de una prédica bien repleta de tópicos abstrusos se desvaneció. Crispó
la boca, de la que salió un simbólico hilo de baba roja, entornó los ojos y
lanzó un suspiro de moribundo. A media noche fue llevado en una carreta al
hospital<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>más próximo pues en aquella
aldehuela no era posible auxiliarles debidamente. Una vez en cama, ya más
sereno, comenzó una lucha denodada consigo mismo. Quiso que retirasen de su
presencia un Crucifijo que pendía de la pared; requirió con violencia al
sacerdote que le recomendaba los Sacramentos para que le dejara “en paz”, y, a
cada palabra que el buen pastor le decía, volvía la espalda, le insultaba y
hasta llegaba a la amenaza. Fue una muerte desoladora. Las monjitas del
hospital huían estremecidas entornando los ojos y tapando los oídos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Una
vez muerto y amortajado todavía les parecía oír las estridencias horrísonas de
sus denuestos blasfemos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Un
atardecer gris fue enterrado en la aldehuela envuelto en la opacidad de un “orballo”
tristón. Y es ahora, después de algunos años, cuando su cráneo limpio y
luciente recibe, por un milagro del azar, la caricia tibia del sol.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">***<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Pero
vais a ver que clases de delicadezas tiene la vida sencilla del campo. ¿Me creeréis
que hoy su cráneo, además de ser un piadoso recordatorio, es una especie de
estuche que guarda todas las contradicciones de sus discursos?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">No
hace mucho tiempo aquel cráneo solitario fue elegido por una abeja como lugar
de su trabajo. Pronto otras abejas laboriosas y sumisas fueron allí a dejar a
su reina, opulenta de majestad y respeto, la diaria aportación de su miel. Las
bulliciosas moradoras entraban por las cuencas del cráneo como si quisieran “hacerle
ver” que existía una jerarquía natural y una reina que extendía sus dominios
sobre las flores y las hierbas aromáticas de las montañas. El cráneo fue
rodeado de dulces sonoridades en una armonía total de humildades y obediencias.
Hasta que un día el sacristán advertido de la huida de su reina, cogió un saco
y quemando boñiga seca, a la vez que hacía un ruido estudiado, hizo volver a su
casa a la reina huida. Esto logrado, todo el resto de la comunidad, por un
prodigio de disciplina, desfiló seguidamente. ¡Qué lección para el pobre cráneo
que quería exterminar todas las autoridades!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Después…
¡Oh después! ¡Qué otra misión tenía que cumplir aquel cráneo en cuyo ennegrecido
interior parecía que todavía estuvieran incrustadas, ocultas como duendes,
tantas ideas disolventes! Abierto en la coronilla, como una olla horadada, por
un golpe ciego de azada, en primavera era un refugio ofrecido a los pájaros que
allí hacían sus nidos. El que había predicado la eliminación de los hijos y la
destrucción del hogar, ¡cuántas horas habrá sentido el calor de la hembra
empollando sus pequeñuelos! ¡Y cuántas el de los pajarillos durmiendo,
confiados, las horas en que su madre iba a buscar la pitanza! Aquella deliciosa
algarabía que levantaban al verla llegar ansiosa de saciarlos, y aquella
amorosa prevención de que no se asomaran cuando el ave de rapiña cruzaba el
cielo trazando rúbricas de maleficio, ¡qué obra tan perfecta de amor, de estimación,
de cálido heroísmo, de intimidad hogareña… confortable, única, donde florece la
poca paz que se encuentra en la vida! ¡Y todo dentro del cráneo donde aun
vibraban los ecos de sus delirios de destrucción de la familia!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Una
mañana, sobre la frente del cráneo apareció una gota de sangre. Todas las
miradas se detenían allí extrañadas. Los pájaros habían abandonado su hogar.
Habían levantado el vuelo acosados por el gavilán, y en la huida el más pequeño
fue devorado. Un chillido, una gota de sangre que cae del cielo y un estremecimiento
de la pequeña bandada. “Todos son iguales” aseguraba el anarquista. Pero la
realidad nos decía que el más fuerte vence al más débil.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">***<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Y
pasaron los años… Y cada primavera los pájaros anidaban dentro del cráneo. Y
aquel estuche de huesos humanos, escuchando las lecciones inmortales de la
Naturaleza, se volvía puro, blanco…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">Hasta
parecía el cráneo de un muerto que en vida hubiese tenido, el alma candorosa de
un santo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="font-size: 14.0pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: right; text-indent: 1cm;"><span style="font-size: 14.0pt;">J.
ROIG RAVENTÓS<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><i>Alborada</i>. Diario de
Lugo<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>5 de enero de 1936<o:p></o:p></span></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-31130969148381265742021-10-17T03:14:00.003-07:002021-10-17T03:14:25.574-07:00Los difuntos (MODESTO PRIETO CAMIÑA)<p> </p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">En la plácida oscuridad de la
noche aldeana, rompió el solemne silencio reinante, un grito, que llevado en
las rápidas alas del céfiro, llenó de espanto a los sencillos habitantes del
lugar. Fue un grito de suprema angustia, terrorífico; dijérase que en las
tinieblas, alguien había sido sorprendido por algún ente monstruoso, que poco a
poco, como gozándose en su obra, avanzaba con sus garras hacia la garganta de
su víctima, estrangulándola en el preciso instante en que demandaba auxilio. No
habían transcurrido muchos minutos, cuando otro grito heló la sangre en las
venas del vecindario.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Como obediente a un extraño
conjuro, la campana de la capilla del humilde cementerio empezó a tañer en
forma desusada: ya tocaba acompasadamente, como de pronto, lanzaba a rebato,
acrecentaba el hálito siniestro que se respiraba en el villorrio.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Todas las puertas y ventanas se
cerraron, las luces se apagaron y todo quedó dominado por el miedo que oprimía
el conjunto con el peso de sus impalpables manos.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">De pronto, en la plaza desierta,
se oyeron unas pisadas como de una persona que corre y en la puerta de Fanchuco
sonaron recios y desesperados golpes. Nadie se atreve a abrir. Es la noche de
Santos, la víspera de Difuntos. En esta noche, cuenta la leyenda que la Santa
Compaña recorre los campos en procesión; que las almas en pena abandonan sus
frías tumbas, y llevan a hombros los féretros de las recién enterrados,
mientras los demás portan hachones encendidos.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Sabían los viejos que más de uno
había sido sorprendido fuera de su casa a la hora en que pasaba la macabra
comitiva, y fuera forzado a formar parte del acompañamiento, muriendo después
sin arrancarle detalles sobre lo ocurrido.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¡Abride! ¡Pol-a Virxe, abride! –
clamaba una voz golpeando la puerta.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Deixádeme– dijo Fanchuco a sus
famliares, y descolgando la escopeta franqueó la entrada.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Pepe, “El Ferreiro”, que era
quien así gritaba, tan pronto vio la casa abierta, se metió en ella y cerrando
de golpe, fue a ocultarse tras del propietario de la vivienda, al tiempo que
decía: –¡A vin! ¡Era a morte!</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¡Xesus! ¡Nosa Señora lle dea
acougo as ánimas!</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Los hijos llorando se abrazaron a
las piernas de Fanchuco.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¿A morte? ¿Dónde a viche? –inquirió
este.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¡Alí! ¡No cimiterio!–contestó o
Ferreiro, con el rostro demudado por el terror.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Imos velo–ordenó Fanchuco, y requiriendo
el arma abrió otra vez la puerta.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Varias sombras portadoras de
candiles y faroles iban agrupándose en la plaza, a su resplandor se percibía el
brillo de los cuchillos, las hoces y las escopetas: los vecinos se disponían a
averiguar el misterio.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">La campana continuaba tañendo sin
orden ni concierto.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">¡Os mortos non temen aos vivos! –
habló una vieja.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Pois os vivos van ir na procura
d’eles–arguyó Fanchuco, montando el gatillo. – A Compaña e unha fantasía.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">O Ferreiro vino hacia el grupo
rodeado por un grupo de mujeres y niños que le asediaban con preguntas sobre lo
acaecido.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Ferreiriño ¿ti a mirache?</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¿Qué che fixeron, Ferrreiro?</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">El buen hombre, algo repuesto
ante la compañía de los hombres armados, dijo: –Eu viña da miña seara dimpois
de aquelar os canastos, e ó pasar por diante do cimiterio, escoite unha
badalada, ollei pr’a campá e vin que abancávase sin que ninguén lle tocara.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">C-un pouco de medo reparei pr’o
meu redor, e unha sombra moura, moura, faxin ó longo da tapia, dand’un berro
espantable.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Outra sombra branca chouraba ó pe
da capela, y-a- campá<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>soaba… Non sei; non quero lembrarme. Eu berrei e fuxín, fuxín…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Cortó la conversación el alocado
repique de la esquila, estremeciendo la noche con el augurio trágico de su voz
metálica.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Las mujeres estrecharon el grupo
y dieron principio a los rezos. Los hombres se miraron consternados, sin saber
que solución adoptar. El pánico los dominaba a pesar de estar armados.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Fanchuco sobreponiéndose a sí
mismo, tomó el mando de aquella gente y se encaminó al cementerio. Un escalofrío
sacudió sus cuerpos. Algunos interpretando aquello como una funesta señal quisieron
volverse, pero Fanchuco dispuesto a descifrar la clave del enigma, los obligó a
continuar la marcha.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Hay que espantar esos difuntos.
Eu teño para min qu’o que vai non volve.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Ya llevaban caminando un gran trecho
cuando otro dijo: –Cheira a cera quemada.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–E máis sí – afirmó otro.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¡Mala señal! –corroboró un
tercero.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Segundos más tarde todos
compartían la misma opinión, incluso el jefe de la partida quien empezó a
recelar si, en efecto, aquellos pronósticos tendrían algo de aviso sobrenatural
y por precaución, ordenó elevar una plegaria por las almas del Purgatorio.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">En las proximidades de la capilla
hallaron el cuerpo inanimado de una persona; al acercarse vieron que era una
mendiga del lugar, que estaba desmayada. Mientras los más miedosos quedaban
atendiéndola, el resto del grupo siguió avanzando.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Ante ellos apareció la tapia del
sencillo cementerio; sobre ella se erguía la espadaña donde debían estar
agitando la campana, los muertos. Los altos cipreses, a ambos lados, parecían
gigantes amparando la macabra fiesta, que volvía a adquirir nuevo auge.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Entre unas matas, unas formas
blancas se movían. Fanchuco mandó hacer fuego sobre ella. Una descarga cerrada
atronó<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>el espacio y su eco de muerte se dispersó
por la vasta campiña. La forma blanca hizo una terrible y violenta contorsión y
desapareció entre los jarales.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Todos se contemplaron
consternados. Con grandes precauciones, Fanchuco y o Ferreiro, seguidos de dos
compañeros, se aproximaron al sitio donde se ocultó el bulto maléfico. Una
sonora carcajada quebró la ansiedad expectante.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¿Era unha calivera?– demandó
alguno.</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–¡Que iba ser! – respondió
Fanchuco. –¡Era unha cabra enredada pol-os cornos na corda da campá!...</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><o:p> </o:p></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 1.0cm;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;">MODESTO PRIETO CAMIÑA<o:p></o:p></b></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 1.0cm;"><i style="text-indent: 1cm;">El Compostelano. Noviembre 1933</i></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-36184836151731424042021-10-17T02:56:00.009-07:002021-10-17T03:15:25.570-07:00Burlerías (FEDERICO JIMÉNEZ)<p> </p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Era la mañana áurea y olorosa,
con una candidez agreste de égloga primitiva. El viento traía la fragancia del
trébol, del alcacel y de los pomares húmedos de rocío. Se veía a los gorriones
saltar ágiles en las eras, perseguirse piando entre el ramaje de los cerezos,
huir en bandadas hacia los cantarines regatos. Los pinos llenos de perlería y
los manzanos en flor recortaban limpiamente sus contornos sobre el azul del
cielo. En el espacio el sol era una moneda en ignición… Con voz agria,
desapacible, graznaba un gallo distante. Y sobre el pueblo adormilado la iglesia
campesina expandía sus campanadas nerviosas, imperantes, litúrgicas, que
estallaban como pompas cristalinas. Al retiñir en los senos de las rocas
cobraban un son misteriosos y embrujado. Dijéranse pájaros santos que huyesen
despavoridos en busca de cubil…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Una vereda guijarrosa, orillada
de cardos y zarzales reptaba entre los campos – igual que un áspid – hasta la
iglesia. Tres o cuatro mujerucas, sentadas bajo el porche, rezaban en voz
queda, todavía soñolientas. Iban llegando pordioseros desharrapados, malolientes,
con el traje miserable, bisunto y roto, la barba inculta y el rostro asoleado.
Gentes que venían a pie de lueñes pueblos, arrastrando por los burgos su podre
y su lacería. Sus pies sabían de la dureza de las guijas, sus cabezas del ardor
solar, sus cuerpos de la lluvia, del frío y de los vientos. El pan que
mendigaban era su habitual alimento, las zarzamoras su condumio. Pero, en los
casos de penuria extrema, no se desdeñaban de mascar la raigambre de las
plantas. Y algunos lo hacían con sin igual placer…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Ya los mendicantes acomodados
bajo el porche y en la lonja de la iglesia, pudo verse el cuadro. Era una
muchedumbre sucia, asqueante y hedionda. Un infernal conjunto de mujeres
desmelenadas, flácidas, éticas, cuyos pómulos amenazaban taladrar la piel,
apergaminada y reseca…; una multitud de niños zarrapastrosos y hambrientos, que
se ensañaban en los senos exhaustos, colgantes como asquerosas piltrafas de
carne muerta, que ofrecíanles las madres…; una copia de hombres tullidos,
mancados, patizambos, tuertos, plenos de llagas rezumando la sangre corrompida.
Estos mecían la cabeza acompasadamente, como por broma, en un perpetuo baile.
Aquellos, al andar, bamboleaban los monstruosos bocios con un cloqueo
angustiador. Otros, señoreados por la elefancia, tenían la piel rugosa y negra.
Se los tomara por hombres chamuscados u hollinientos. La lepra les corroía
lenta, fatalmente, los miembros apostillados, escamosos, purulentos, que iban
quedando en pedazos por los caminos, exhalaban un hedor apestoso, fétido,
nauseabundo, insoportable…</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Aquí una mujer esqueletada roía
un pedazo de borona y, con la mano libre, despiojaba la greña de una rapaza, en
cuyos ojos estáticos, sin vida, dormitaba un pasmo de asombro inefable. Los
dedos, ágiles, marfilinos y nudosos pasaban por entre el pelo con movimiento
automático… Allá, un vejete acartonado, de barba luenga y broncínea que le daba
aspecto de ermitaño, mostraba el cuerpo sin piernas, con el enorme muñón solado
de enebro basto. No tenía manos, y al andar, se apoyaba en los antebrazos,
manchados del polvo y la boñiga de los caminos… Más lejano había un viejo
horripilante: Desmesurada la cabeza, el pelo enmarañado; los ojos enrojecidos,
lagrimeantes, pitañosos, sin cejas ni pestañas, brillaban, malsanamente en
medio del pus. Se dirían dos luces de lujuria y de locura brillando en las
órbitas de una calavera pustulosa, apodrecida y agusanada. La boca, desdentada
y babeante, parecía una caverna lóbrega y apestosa… Extendía por el suelo una
pierna velluda, ulcerosa, que recordaba los troncos de las vides centenarias.
Moscas verdosas acudían zumbando a posarse en las llagas. El hombre ni siquiera
se movía. Con un gesto de súplica volvía a alargar la mano peluda y sarmentosa,
cuyos dedos se adivinaban garfas, al tiempo que decía:</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Háganme un bien de caridad.
Miren que no <span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">«le» hay
«regalo» como el que a mí me falta…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Nunca mentaba el «regalo»… La gente, conmovida por el tono
lastimero de la voz, llovía las monedas en el mugriento sombrero del viejo.
Este recogía las limosnas, santigüábase con ella musitando una oración, y luego
decía en voz alta:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">--«Dios ll’o pague señoriño. Hey de rezar un padrenuestro
por las cenizas de sus difuntos.»<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Después volvía a captar:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Háganme un bien de caridad. </span>Miren que no <span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">«le» hay «regalo» como el que a
mí me falta…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Y acompañaba su cantinela con ademanes, gestos y zollipos;
mas cuando el limosnador se alejaba, hacía del ojo a su lazarillo, y con voz
llena de alegría le recomendaba:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Aprende de mí, hijo mío. Mira que no hay oficio como este:
Ni más lucroso ni mas santo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Los otros gallofos odiaban a este viejo con tema disimulada.
Sabían que contrahacía la ceguera y le llamaban por mal nombre el «Arrobón». Si
su lazarillo se llegaba junto a otro pordiosero, nunca faltaba un garrote que
lo golpease los nudillos de la mano o los dedos de los pies… Él reía de tal
tirria y cuando en su mano pedigüeña caía una limosna, contraía la cara con una
sonrisa jocunda, de viejo zorro, al par que miraba a los otros mendigantes.
Estos solían decirle en tono rabioso e impotente:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Permita Dios que te acabe un torozón – Así te encuentres la
«compaña» en el camino.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">El viejo requería el cayado y se alzaba con un ademán de instantánea
resolución. Sus ojos de pirata berberisco giraban en las órbitas con una calma
poderosa… Bastaba este movimiento para que los demás mendigos agarraran los
crucifijos de metal o de marfil, las medallas o los rosarios y, con lengua
estropajosa, comenzaran a salmodiar rezos en un latín bárbaro…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">…………<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">El bosque dormía encantado bajo la luz de la luna de extraño
color naranja. Era un robledal de árboles centenarios, que meditaban serios,
adustos, entristecidos como ancianos patriarcas. El viento se perseguía en los
tojales y las luciérnagas brillaban entre las zarzas. En la orilla de las
charcas las ranas ensayaban una discorde función de ventriloquía; daban
serenata a la luna con sus croados de fisga y de ironía.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">El viejo mendigante regresaba de la feria por el atajo del
bosque. Había trasegado de los añejo y sentíase locuaz, algarero calamocano y
ganoso de pelea. Con el nudoso bordón tentaba las piedras del camino y, de
tiempo en tiempo, daba un traspiés y profería un juramento. Sin curarse del
lazarillo, que colgado de su brazo temblaba acobardado, refería en alta voz,
lleno de fanfarria, sucesos de su hazañosa mocedad. En una romería rajó la
cabeza de un navajazo, al hijo de un cacique; en otra destripó al matón de
Santa María de Cenlle; en todas retaba, temerón, a los mozos, ofreciendo un
duro por un palo. Sus palabras le exaltaban los recuerdos y plantado en el
centro del camino aturujaba con voz aguardentosa, gutural, de agrias
inflexiones. Luego empuñaba el garrote fieramente y poníase a bordonear los
troncos de los árboles, ínterin blasfemaban de los humano y lo divino. La
sombra fingía un singular fantoche grotesco que agitase los brazos
desmesurados…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Media noche era por filo y las estrellas resplandecían en el
cielo con parpadeos burlones. Uno que otro murciélago cruzaba raudamente,
agitando sus alas de pesadilla, que al temblar en el espacio esparcían sutil
polvo de brujería. De vez en vez sonaba el lastimoso gañido de la raposa.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Algo calmado el viejo sentóse en una piedra; con los dedos,
negros y fríos como la cuerda de un pozo, extrajo del bolsillo una menguada
tagarnina y púsose a picarla. A la luz de la luna, de extraño color naranja
brillaba el arma con fulgores espectrales, de sangre y de misterio… De repente
el lazarillo se alzó en pie.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Padre, a lo lejos brillan luces. Tengo miedo…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Y la voz le tiritaba en la garganta.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Tus ojos ven visiones. Serán las noctilucas que brillan en
los zarzales.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–No, padre… Ya se acerca… ¡Oiga como rezan…!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Cállate rapaz. Serán los murciélagos que baten las alas en
la tiniebla.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Insistió el rapaz:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Padre, ¡más parecen las luces de la «compaña»!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–«!Arrenégote, rapaz!» ¡ «Tí» toleas!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">El viejo terminó de picar la renegrida tagarnina, frotó el
tabaco entre las manos cachazudamente, y al tiempo de liar un cigarrillo…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–No tiembles, muchacho, dijo –La «compaña» de seguro está
durmiendo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Rió jocundamente la bufonada con las risas estúpidas del
vino.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Tornó a la carga el lazarillo:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Padre, ¡son voces del otro mundo!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Cállate, condenado. ¡Tú quieres amedrentarme!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">El viejo requirió el bordón y halagándolo mimosamente con la
voz…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Este peregrinó conmigo a Tierra Santa; es de probada virtud
en estos casos—dijo.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Padre, no blasfeme, que trae desgracia…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Calla, maldecido búho; así te coma un lobo rabioso.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Se oye un rumor de rezos apagados, de huesos que se
entrechocan y de ayes reprimidos. Aparece por el bosque, solemne, misteriosa,
una procesión de luces que se apagan y se encienden en el aire. Con lentitud
imponente se va acercando. Al llegar frente al viejo se extinguen los rezos,
cesan los quejidos, desparecen las luces… El viejo nota el cabello espeluznado
y las piernas flojas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Una voz burlona:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Vente al infierno, perjuro.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Otra voz inexorable:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Vas a morir mal diciente.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Obra voz clama fatal:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Ven a probar la pez de las calderas del Maligno.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">El viejo ve delante cuatro esqueletos. Tienen en las manos
sendas tibias que fosforecen en las tinieblas como ojos de fieras rabiosas.
Tres esqueletos danzan un baile macabro castañeteando los huesos
desarticulados; el otro mira al viejo con las cuencas vacías de los ojos, misteriosas
como puestas del otro mundo y en las que aún persisten sombras del más allá…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Otra voz:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Coge un hueso mal nacido.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">El mendigo siente la mano abierta por fuerza irresistible y
toma el hueso... Vuelven a brillar las luces en el aire, desaparecen los
bailantes y la procesión se aleja entre quejidos, paternosters y responsos
mascullados. El pordiosero se cata y hállase faltoso del garrote y del
sombrero; con un hueso amarillento entre los dedos. Con ojos alocados mira en
derredor por buscar el lazarillo y no lo encuentra. Entonces lo llama
quedamente, con grandes voces después. Nadie acude y el mendicante nota la voz
mudada por el miedo; tiembla como un cuartanario y la boca le babea. Al fin,
lleva la mano a la frente hace una pirueta y, grotesco, trágico, cae dando un
aullido…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Los árboles alzaban al cielo sus brazos iracundos, descoyuntados
que se creerían en ataque epiléptico. El viento pasaba en ráfagas duras, frías,
huídas; mascullaba historias de ladrones, de brujas y de ánimas en pena, daba carcajadas
sardónicas entre el ramaje. Presa de un sortilegio, la luna dormía en el fondo
de las charcas. Sobre una piedra un sapo miraba con sus fascinantes ojos de
oro; luego empezó a tañer su flauta melancólica, llena de mofa, de escarnio y
de ironía.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">….<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Al otro día fue hallado el cuerpo. Entre los dedos fríos,
nudosos, agarrotados por la muerte, apretaba un tibia descarnada y monda, que
ardía con un resplandor azulenco.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: right; text-indent: 1cm;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";"><o:p> </o:p></span><span style="text-align: right; text-indent: 1cm;">FEDERICO MENÉNDEZ<br /></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Era la mañana áurea y olorosa,
con una candidez agreste de égloga primitiva. El viento traía la fragancia del
trébol, del alcacel y de los pomares húmedos de rocío. Se veía a los gorriones
saltar ágiles en las eras, perseguirse piando entre el ramaje de los cerezos,
huir en bandadas hacia los cantarines regatos. Los pinos llenos de perlería y
los manzanos en flor recortaban limpiamente sus contornos sobre el azul del
cielo. En el espacio el sol era una moneda en ignición… Con voz agria,
desapacible, graznaba un gallo distante. Y sobre el pueblo adormilado la iglesia
campesina expandía sus campanadas nerviosas, imperantes, litúrgicas, que
estallaban como pompas cristalinas. Al retiñir en los senos de las rocas
cobraban un son misteriosos y embrujado. Dijéranse pájaros santos que huyesen
despavoridos en busca de cubil…</p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Una vereda guijarrosa, orillada
de cardos y zarzales reptaba entre los campos – igual que un áspid – hasta la
iglesia. Tres o cuatro mujerucas, sentadas bajo el porche, rezaban en voz
queda, todavía soñolientas. Iban llegando pordioseros desharrapados, malolientes,
con el traje miserable, bisunto y roto, la barba inculta y el rostro asoleado.
Gentes que venían a pie de lueñes pueblos, arrastrando por los burgos su podre
y su lacería. Sus pies sabían de la dureza de las guijas, sus cabezas del ardor
solar, sus cuerpos de la lluvia, del frío y de los vientos. El pan que
mendigaban era su habitual alimento, las zarzamoras su condumio. Pero, en los
casos de penuria extrema, no se desdeñaban de mascar la raigambre de las
plantas. Y algunos lo hacían con sin igual placer…</p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Ya los mendicantes acomodados
bajo el porche y en la lonja de la iglesia, pudo verse el cuadro. Era una
muchedumbre sucia, asqueante y hedionda. Un infernal conjunto de mujeres
desmelenadas, flácidas, éticas, cuyos pómulos amenazaban taladrar la piel,
apergaminada y reseca…; una multitud de niños zarrapastrosos y hambrientos, que
se ensañaban en los senos exhaustos, colgantes como asquerosas piltrafas de
carne muerta, que ofrecíanles las madres…; una copia de hombres tullidos,
mancados, patizambos, tuertos, plenos de llagas rezumando la sangre corrompida.
Estos mecían la cabeza acompasadamente, como por broma, en un perpetuo baile.
Aquellos, al andar, bamboleaban los monstruosos bocios con un cloqueo
angustiador. Otros, señoreados por la elefancia, tenían la piel rugosa y negra.
Se los tomara por hombres chamuscados u hollinientos. La lepra les corroía
lenta, fatalmente, los miembros apostillados, escamosos, purulentos, que iban
quedando en pedazos por los caminos, exhalaban un hedor apestoso, fétido,
nauseabundo, insoportable…</p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Aquí una mujer esqueletada roía
un pedazo de borona y, con la mano libre, despiojaba la greña de una rapaza, en
cuyos ojos estáticos, sin vida, dormitaba un pasmo de asombro inefable. Los
dedos, ágiles, marfilinos y nudosos pasaban por entre el pelo con movimiento
automático… Allá, un vejete acartonado, de barba luenga y broncínea que le daba
aspecto de ermitaño, mostraba el cuerpo sin piernas, con el enorme muñón solado
de enebro basto. No tenía manos, y al andar, se apoyaba en los antebrazos,
manchados del polvo y la boñiga de los caminos… Más lejano había un viejo
horripilante: Desmesurada la cabeza, el pelo enmarañado; los ojos enrojecidos,
lagrimeantes, pitañosos, sin cejas ni pestañas, brillaban, malsanamente en
medio del pus. Se dirían dos luces de lujuria y de locura brillando en las
órbitas de una calavera pustulosa, apodrecida y agusanada. La boca, desdentada
y babeante, parecía una caverna lóbrega y apestosa… Extendía por el suelo una
pierna velluda, ulcerosa, que recordaba los troncos de las vides centenarias.
Moscas verdosas acudían zumbando a posarse en las llagas. El hombre ni siquiera
se movía. Con un gesto de súplica volvía a alargar la mano peluda y sarmentosa,
cuyos dedos se adivinaban garfas, al tiempo que decía:</p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Háganme un bien de caridad.
Miren que no «le» hay
«regalo» como el que a mí me falta…<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Nunca mentaba el «regalo»… La gente, conmovida por el tono
lastimero de la voz, llovía las monedas en el mugriento sombrero del viejo.
Este recogía las limosnas, santigüábase con ella musitando una oración, y luego
decía en voz alta:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">--«Dios ll’o pague señoriño. Hey de rezar un padrenuestro
por las cenizas de sus difuntos.»<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Después volvía a captar:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Háganme un bien de caridad. Miren que no «le» hay «regalo» como el que a
mí me falta…<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Y acompañaba su cantinela con ademanes, gestos y zollipos;
mas cuando el limosnador se alejaba, hacía del ojo a su lazarillo, y con voz
llena de alegría le recomendaba:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Aprende de mí, hijo mío. Mira que no hay oficio como este:
Ni más lucroso ni mas santo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Los otros gallofos odiaban a este viejo con tema disimulada.
Sabían que contrahacía la ceguera y le llamaban por mal nombre el «Arrobón». Si
su lazarillo se llegaba junto a otro pordiosero, nunca faltaba un garrote que
lo golpease los nudillos de la mano o los dedos de los pies… Él reía de tal
tirria y cuando en su mano pedigüeña caía una limosna, contraía la cara con una
sonrisa jocunda, de viejo zorro, al par que miraba a los otros mendigantes.
Estos solían decirle en tono rabioso e impotente:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Permita Dios que te acabe un torozón – Así te encuentres la
«compaña» en el camino.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">El viejo requería el cayado y se alzaba con un ademán de instantánea
resolución. Sus ojos de pirata berberisco giraban en las órbitas con una calma
poderosa… Bastaba este movimiento para que los demás mendigos agarraran los
crucifijos de metal o de marfil, las medallas o los rosarios y, con lengua
estropajosa, comenzaran a salmodiar rezos en un latín bárbaro…<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">…………<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">El bosque dormía encantado bajo la luz de la luna de extraño
color naranja. Era un robledal de árboles centenarios, que meditaban serios,
adustos, entristecidos como ancianos patriarcas. El viento se perseguía en los
tojales y las luciérnagas brillaban entre las zarzas. En la orilla de las
charcas las ranas ensayaban una discorde función de ventriloquía; daban
serenata a la luna con sus croados de fisga y de ironía.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">El viejo mendigante regresaba de la feria por el atajo del
bosque. Había trasegado de los añejo y sentíase locuaz, algarero calamocano y
ganoso de pelea. Con el nudoso bordón tentaba las piedras del camino y, de
tiempo en tiempo, daba un traspiés y profería un juramento. Sin curarse del
lazarillo, que colgado de su brazo temblaba acobardado, refería en alta voz,
lleno de fanfarria, sucesos de su hazañosa mocedad. En una romería rajó la
cabeza de un navajazo, al hijo de un cacique; en otra destripó al matón de
Santa María de Cenlle; en todas retaba, temerón, a los mozos, ofreciendo un
duro por un palo. Sus palabras le exaltaban los recuerdos y plantado en el
centro del camino aturujaba con voz aguardentosa, gutural, de agrias
inflexiones. Luego empuñaba el garrote fieramente y poníase a bordonear los
troncos de los árboles, ínterin blasfemaban de los humano y lo divino. La
sombra fingía un singular fantoche grotesco que agitase los brazos
desmesurados…<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Media noche era por filo y las estrellas resplandecían en el
cielo con parpadeos burlones. Uno que otro murciélago cruzaba raudamente,
agitando sus alas de pesadilla, que al temblar en el espacio esparcían sutil
polvo de brujería. De vez en vez sonaba el lastimoso gañido de la raposa.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Algo calmado el viejo sentóse en una piedra; con los dedos,
negros y fríos como la cuerda de un pozo, extrajo del bolsillo una menguada
tagarnina y púsose a picarla. A la luz de la luna, de extraño color naranja
brillaba el arma con fulgores espectrales, de sangre y de misterio… De repente
el lazarillo se alzó en pie.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Padre, a lo lejos brillan luces. Tengo miedo…<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Y la voz le tiritaba en la garganta.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Tus ojos ven visiones. Serán las noctilucas que brillan en
los zarzales.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–No, padre… Ya se acerca… ¡Oiga como rezan…!<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Cállate rapaz. Serán los murciélagos que baten las alas en
la tiniebla.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Insistió el rapaz:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Padre, ¡más parecen las luces de la «compaña»!<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–«!Arrenégote, rapaz!» ¡ «Tí» toleas!<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">El viejo terminó de picar la renegrida tagarnina, frotó el
tabaco entre las manos cachazudamente, y al tiempo de liar un cigarrillo…<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–No tiembles, muchacho, dijo –La «compaña» de seguro está
durmiendo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Rió jocundamente la bufonada con las risas estúpidas del
vino.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Tornó a la carga el lazarillo:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Padre, ¡son voces del otro mundo!<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Cállate, condenado. ¡Tú quieres amedrentarme!<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">El viejo requirió el bordón y halagándolo mimosamente con la
voz…<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Este peregrinó conmigo a Tierra Santa; es de probada virtud
en estos casos—dijo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Padre, no blasfeme, que trae desgracia…<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Calla, maldecido búho; así te coma un lobo rabioso.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Se oye un rumor de rezos apagados, de huesos que se
entrechocan y de ayes reprimidos. Aparece por el bosque, solemne, misteriosa,
una procesión de luces que se apagan y se encienden en el aire. Con lentitud
imponente se va acercando. Al llegar frente al viejo se extinguen los rezos,
cesan los quejidos, desparecen las luces… El viejo nota el cabello espeluznado
y las piernas flojas.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Una voz burlona:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Vente al infierno, perjuro.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Otra voz inexorable:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Vas a morir mal diciente.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Obra voz clama fatal:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Ven a probar la pez de las calderas del Maligno.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">El viejo ve delante cuatro esqueletos. Tienen en las manos
sendas tibias que fosforecen en las tinieblas como ojos de fieras rabiosas.
Tres esqueletos danzan un baile macabro castañeteando los huesos
desarticulados; el otro mira al viejo con las cuencas vacías de los ojos, misteriosas
como puestas del otro mundo y en las que aún persisten sombras del más allá…<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Otra voz:<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">–Coge un hueso mal nacido.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">El mendigo siente la mano abierta por fuerza irresistible y
toma el hueso... Vuelven a brillar las luces en el aire, desaparecen los
bailantes y la procesión se aleja entre quejidos, paternosters y responsos
mascullados. El pordiosero se cata y hállase faltoso del garrote y del
sombrero; con un hueso amarillento entre los dedos. Con ojos alocados mira en
derredor por buscar el lazarillo y no lo encuentra. Entonces lo llama
quedamente, con grandes voces después. Nadie acude y el mendicante nota la voz
mudada por el miedo; tiembla como un cuartanario y la boca le babea. Al fin,
lleva la mano a la frente hace una pirueta y, grotesco, trágico, cae dando un
aullido…<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Los árboles alzaban al cielo sus brazos iracundos, descoyuntados
que se creerían en ataque epiléptico. El viento pasaba en ráfagas duras, frías,
huídas; mascullaba historias de ladrones, de brujas y de ánimas en pena, daba carcajadas
sardónicas entre el ramaje. Presa de un sortilegio, la luna dormía en el fondo
de las charcas. Sobre una piedra un sapo miraba con sus fascinantes ojos de
oro; luego empezó a tañer su flauta melancólica, llena de mofa, de escarnio y
de ironía.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">….<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;">Al otro día fue hallado el cuerpo. Entre los dedos fríos,
nudosos, agarrotados por la muerte, apretaba un tibia descarnada y monda, que
ardía con un resplandor azulenco.<span style="text-indent: 1cm;"> </span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1.0cm;"><o:p> </o:p></p><p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 1.0cm;">FEDERICO MENÉNDEZ<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: right; text-indent: 1cm;">
</p><p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 1.0cm;"><i>Acción coruñesa</i> 3 de abril de 1922<o:p></o:p></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 1.0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Acción coruñesa</span></i><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>3 de abril de 1922<o:p></o:p></span></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-78414356670625508862021-01-23T03:51:00.004-08:002021-01-23T03:52:02.882-08:00LA PAREJA DE ENAMORADOS (Víctor Said Armesto)<p> </p><p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Ha
seis años que en el balneario de M…, contraje amistad sólida y estrecha con el
teniente Miguel, muerto hace poco en el campo de batalla. Era hermoso, con la
hermosura varonil y apuesta de un jinete árabe, no obstante la profunda
cicatriz que cruzaba una de sus cejas. Todas las tardes, a la hora de la
siesta, íbamos juntos a cazar aves acuáticas a los pantanos del Este, o bien a
matar codornices por los trigales del monte. El teniente Miguel me distraía no
poco narrando sus locuras de muchacho, sus aventuras tenoriescas y sus lances
de honor.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Serían
como cosa de las cinco y el sol iluminaba con su luz poniente un camino
orillado de álamos y praderas. La escopeta al hombro, el morral a la espalda y
el ancho sombrero en la mano para abanicar el rostro, caminábamos mi amigo y yo
departiendo amigablemente y haciendo paradas a cada revuelta del camino; un
camino delicioso, a cuyos lados se escalonaban las viñas y adonde acudían
diariamente los veraneantes para respirar el aire puro de las montañas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Al
llegar a lo alto de la cuesta, vimos venir hacia nosotros una gentil pareja que
charlaba con ruidosas alegría de pájaros madrugadores…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">–¡Por
aquí, Julia, por aquí!<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Y
al decir esto, el gallardo acompañante mostraba a su dama el sendero con el brazo
extendido.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">A
la verdad, ella era muy linda. Bajo un elegante sombrero de paja de Italia, dos
brillantes bandas de cabellos rubios se deslizaban sobre las sienes,
acariciando la oreja sonrosada, de la que pendía una estrecha bellota de rubíes…
Él sonreía gozosamente a través de los quevedos, retorciéndose los negros
mostachos con sus dedos cubiertos de sortijas y abismando los ojos en aquella
alborozada damisela que al arremangarse la falda dejaba ver los pies monísimos
entre las enaguas almidonadas y ruidosas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">De
pronto vi palidecer al teniente Miguel y hacer un gesto cual si fuera a
abalanzarse.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">–¡Ella!,
exclamó.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Y
en aquel momento la feliz pareja de enamorados se internó alegre y vivaz por
una frondosa alameda que cerraba la parte del Sur. Resonaron más confusas y
opacas sus alegres risas, y en breve vimos desaparecer sus blancos quitasoles
tras las tapias de una hermosa quinta, con aspecto de granja normanda, que
bajaba en declive hasta los estanques donde algunas aves acuáticas
sumergían<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>sus cuellos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">–¿Conoce
usted a esa muchacha?, me atreví a preguntar.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">–¡Que
si la conozco!... Figúrese usted… ¡Oh, es una historia por demás extraña!...
¡Esa linda niña que acaba usted de ver, es aquella Julia que inmortalizó en sus
versos póstumos Armando Salazar!...<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">La
respuesta del teniente Miguel cambió por completo el curso de mis ideas. Aún no
hacía un mes que había yo leído las inolvidables poesías del autor de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Mis amores castos.<o:p></o:p></i></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Al
pronunciar mi amigo el nombre del poeta, rebrotaron en mi viejas memorias.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Y
entonces comprendí…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Quince
días antes de bajar al sepulcro, víctima de la tuberculosis, Armando Salazar
vio por primera vez a Julia en el alféizar de la ventana con la frente apoyada
en su brazo tendido y la rubia cabellera cayendo desbordante. Al levantar los
ojos hacia ella sintió su alma removerse hasta el fondo, atraída y como
arrebatada en la órbita de un sentimiento nuevo. Con<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>el pulso agitado y lleva de visiones la
mente, hizo depositario de su dulce secreto al buen Asmir, un médico de nota
que adoraba cordialmente a aquel vate singular de frente apolínea y labios
amorosos como los de una doncella.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">–¡Bravísimo!
¿Con que amas a esa niña? ¡No está mal, qué diantre! Y bien; ¿deseas conocerla?
Se hará así.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Fue
tan penetrante el golpe de la emoción, que las mejillas de Armando enrojecieron
con la intensidad de un ascua avivada por un soplo. Luego, como arrebatado por
un vértigo, llenó de besos las manos de Asmir, mientras en sus ojos las
lágrimas pugnaban por abrirse paso. En el alma arrebatada y enferma del poeta,
la más pequeña conmoción bastaba para hacer entrar en juego todos los resortes.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Veinte
días después, Armando Salazar expiraba en su lecho y su amigo Asmir se hacía
anunciar en el hotel de Julia.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Vestida
de blanco y recostada en un ángulo del sofá, la hermosa niña oía a Asmir con
mezcla de estupor y turbación. Tenía las mejillas arreboladas y los ojos bajos,
y por un refinamiento de coquetería había dejado caer sobre los encajes del
seno una de sus trenzas de oro, a modo de princesa de balada. Asmir continuó:<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">–Mi
pobre amigo me ha rogado al morir que deposite este libro en vuestras manos.
Tomad asimismo esas cartas suyas y estas mías… que él creía escritas por vos.
Os ruego que me absolváis por haber usurpado vuestro nombre sin pediros
licencia. Tratábase de un joven moribundo a quien la contrariedad más mínima pudiera
serle fatal. Temiendo por parte vuestra un reproche que acelerase el instante
funesto, he fingido esos billetes. No creo que por esto me guardéis rencor.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Después
que Julia hubo leído a solas aquellas cartas y terminó las páginas del libro <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Mis amores castos</i>, sintió vibrar en su
ser algo tan íntimo y tan vago a la vez, que quedó poco menos que inerte.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Así
permaneció largos momentos sin despertar del mundo de ideas en que se hallaba absorta.
Quiso luego entornar las maderas del balcón, y al pasar ante el espejo pudo
advertir que sus ojos estaban lleno de lágrimas… Desde aquella tarde Julia
entró en un periodo de sensibilidad nerviosa que fue quebrantando su salud de
modo harto visible. Tuvo accesos de llanto, sueños intranquilos, inacabables
horas de postración moral. Los médicos la aconsejaron que procurara viajar y
distraerse, y un año más tarde se la veía en París, en Suiza, en Florencia, en
todas partes.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">–¿Y
después?. Pregunté al teniente Miguel, cuya voz temblaba un poco.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">El
teniente Miguel no respondió. Estábamos encaramados sobre dos enormes postes,
cuando de pronto vimos parecer sobre una explanada de lo lejos las blancas
sombrillas de Julia y de su amante. Me estremecí, miré… Allá iban los dos,
riendo locamente<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>en la más suprema de
las venturas. Acababa de ponerse el sol. Cruzaban bocanadas de aire cálido
impregnadas de aromas embriagadores, y en el confín<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>remoto una línea de oro señalaba el término
del mar. La pareja de enamorados se entró jugueteando por un bosquecillo de
laureles.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Cuando
los vimos desaparecer del todo, pregunté a mi amigo quien podría ser el feliz
acompañante.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">–Es
Asmir, respondió.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Al
oír esto, sentí el mismo estupor de sobresalto que suele acometer al que
despierta. El teniente Miguel, en tanto, me presentaba abierta su riquísima
petaca de perfumado cuero inglés. Cogí un habano y al levantar los ojos hacia
el joven militar, vi destacarse más roja y más siniestra que de ordinario la
noble cicatriz que surcaba su frente altiva y pálida como el mármol…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";"><o:p> </o:p></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">VICTOR
SAID ARMESTO<o:p></o:p></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";"><o:p> </o:p></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">La
Ilustración Artística. Nº 727 <o:p></o:p></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 42.55pt;"><span style="font-family: "Times New Roman","serif";">Barcelona
2 de diciembre de 1895.<o:p></o:p></span></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-16871826960715854532020-08-17T05:07:00.000-07:002020-08-17T05:07:00.084-07:00UN EPISODIO DE LA GUERRA CIVIL (Isidoro García Flores)<p></p><div style="text-align: justify;"> Era yo un niño y aun recuerdo con horror algunos episodios de la guerra civil en la que disolviéndose los lazos sagrados de familia y luchando hermanos contra hermanos y padres contra hijos desoló por espacio de siete años nuestra hermosa patria. Vivía entonces con mi familia en un pueblo inmediato a los montes de Alamín, guarida constate de los secuaces de D. Carlos y donde dominaron algún tiempo sin que las fuerzas isabelinas pudieran contener aquella orda de hombres armados. Mi hermano mayor, cabeza de familia, concluida su carrera de abogado se había establecido con nosotros. Como joven que era e instruido se decidió por la augusta niña Doña Isabel II y trató de unirse a los hombres de su misma opinión, comprometiendo no solo a estos sino a otros muchos a la defensa de sus personas y bienes que se hallaban todos los días a merced de los forajidos. Su pensamiento fue secundado y bien pronto se reunió en torno suyo un fuerte partido que aclamándole por jefe se halló en disposición de contrarrestar las fuerzas reunidas. Desde entonces las partidas facciosas miraron con respeto a dicho pueblo sin atreverse a atacarle al descubierto, y cuantas veces lo intentaron otras tantas fueron rechazadas con denuedo.</div><div style="text-align: justify;"> En un basto edificio, palacio que era de los marqueses, antiguos señores de esta villa y que se hallaba en la plaza pública se formó una especie de fuerte para si alguna vez se veían atacados por fuerzas superiores poder refugiarse en él las familias comprometidas como en ultima defensa. Siendo lo más temible que pudiera ser comprometido el pueblo por la noche y sabiendo tenían los facciosos muchos espías en él había siempre en dicho palacio una guardia preventiva. Para mayor seguridad jamás mi hermano pasó una noche fuera de él a donde se retiraba al toque de queda.</div><div style="text-align: justify;"> Había también en mi pueblo una joven dotada de singular belleza a la cual mi hermano amaba desde niño siendo a la vez correspondido con un amor igual. No había bastado a romper este lazo la diferente opinión que profesaban las dos familias en términos que la de la joven tenía dos hermanos jefes de facciosos, por lo cual se hallaba entonces ella sola con su padre. Siendo este perseguido por las autoridades constituidas, mi hermano había podido muchas veces hacer cesar por amor a este niña la persecución que contra él se desencadenaba saliendo en varias ocasiones fiador de su conducta. Acaso por esta razón el padre consentía las relaciones amorosas de los jóvenes, pero sus hijos no podían sufrir un enlace que creían les deshonraba.</div><div style="text-align: justify;"> Un día entró en casa de D. Pedro, que así se llamaba el padre de la niña, un desconocido, tomando mil precauciones para no ser visto, presentó una carta que leída por D. Pedro.</div><div style="text-align: justify;"> -Bien, dijo este acaso tienen razón, y sea una obra meritoria a Dios el exterminio de los enemigos de la religión de nuestros mayores.</div><div style="text-align: justify;"> Enseguida entró en su cuarto, y trazó con manos trémulas, pues a pesar de lo fanático que era su conciencia no estaba tranquila, cuatro renglones que decían.</div><div style="text-align: justify;"> "A la hora de queda le acompañaré: estad escondidos en la primera bocacalle que hace esquina, y haced fuego sobre el que lleve un cigarro encendido."</div><div style="text-align: justify;"> Entregó esta esquela sin firma al desconocido, quien guardando las mismas precauciones, salió del pueblo dirigiéndose a los montes de Alamin.</div><div style="text-align: justify;"> En esto conocerá el lector que era un espía de los hijos de D. Pedro y el asunto que meditaba era el asesinato de mi hermano, pagándole de este modo el amor que tenía a la hermana de aquellos y los favores que había dispensado a su padre. ¡Pero cuanto no puede el odio en la guerra civil y más cuando las almas están imbuidas en un ignorante fanatismo!</div><div style="text-align: justify;"> Todo aquel día lo pasó D. Pedro en un continuo sobresalto: por un lado se creía otra Débora que iba a librar a su pueblo del jefe de sus enemigos y de su Dios, mas a la vez su conciencia le agitaba sin cesar , y se le ponía delante lo atroz y horrible de la acción que iba a cometer, y la ingratitud con que iba a pagar los beneficios recibidos. Su bella hija le preguntó mil veces la causa de su desasosiego, y sin embargo de las razones evasivas que la daba, pudo comprender por las palabras que se le escapaban que aquella noche iba a suceder algo extraordinario y la contraseña había de ser un cigarro encendido. Su corazón la presagiaba mil males, y su amor inventaba otros tantos medios para evitarlos, pero inútilmente, pues no sabía cual era la desgracia que la amenazaba.</div><div style="text-align: justify;"> Al oscurecer, como siempre llegó mi hermano a aquella casa. Desde luego notó algo de extraordinario. La mirada inquieta de su amada y el semblante taciturno de D. Pedro le hicieron poner sobre aviso. A esto se juntaba la presencia continua de este que otras veces acostumbraba a salir del cuarto a dar disposiciones de su casa, y aquella noche no se apartó del lado de los amantes evitando se hablasen solos, ni dirigieran una mirada.</div><div style="text-align: justify;"> Llegada la hora de queda, mi hermano se levantó para marchar, y D. Pedro se dispuso a acompañarle para no infundir alguna sospecha si no lo hacía. Aquí debo advertir que mi hermano jamás desprendía de sus labios el cigarro puro encendido, pues era fumador, y D. Pedro muy raras veces fumaba. Al despedirse fue a encender como tenía de costumbre el cigarro y al alargarle el fuego la inocente niña dijo a media voz.</div><div style="text-align: justify;"> -Cuidado con el cigarro.</div><div style="text-align: justify;"> Esta palabra dicha con toda intención, aun cuando no le explicaba el sentido, le hizo comprender ocultaba algún misterio y un peligro que era necesario evitar.</div><div style="text-align: justify;"> Salieron de allí dirigiéndose al palacio que como hemos dicho servía de fuerte.</div><div style="text-align: justify;"> Las noche era oscura y tenebrosa, y mi hermano dominado por un secreto temor iba formando mil cálculos sin poder atinar en ninguno el medio de evitar el peligro que bien veía se acercaba. Fiado en la palabra que había oído, apenas salió a la calle sacó de su petaca otro cigarro y le alargó a su compañero invitándole a que le encendiese, a lo cual se negaba tenazmente.</div><div style="text-align: justify;"> Al llegar a la primera bocacalle, en donde como llevamos dicho debían hallarse los asesinos, dio la casualidad de que, diferentes gentes recogiéndose a sus casas la atravesaban a la vez pero no dejó de notar mi hermano a pesar de la oscuridad, dos bultos ocultos tras una esquina. Entonces aceleró el paso y volvió nuevamente a invitar a D. Pedro a que encendiese otro cigarro. Creyendo este malogrado su designio por la gente que atravesaba en aquel instante la calle, y habiendo pasado del sitio en donde debía de cometerse el hecho no quiso infundir sospechas al joven y tomó el habano que mi hermano le alargaba, le encendió y siguió su camino fumando.</div><div style="text-align: justify;"> Hallándose cerca del fuerte mi hermano que había apagado su cigarro en cuanto el otro le encendió, se despidió de su compañero para entrar solo a donde le llamaba la obligación.</div><div style="text-align: justify;"> Aún no se había retirado veinte pasos de allí cuando dos detonaciones de trabuco que llegaron a sus oídos acompañadas de un ¡ay! moribundo le hicieron volver la cabeza viendo a su compañero caer al suelo herido de muerte. Conoció entonces el peligro de que se había salvado, dio un salto y se encerró en el fuerte, pero no sin que antes viera dos hombres que abalanzándose sobre el muerto le descubrieron gritando a la vez. ¡Es mi padre!</div><div style="text-align: justify;"> Los dos hijos habían errado el golpe, pues según contraseña hicieron fuego sobre el que llevaba el cigarro encendido y habían asesinado a su padre.</div><div style="text-align: justify;"> Desde entonces no se volvió a oír hablar más de dellos, se cree que murieron desgraciadamente, pues desesperados se habían en el primer ataque metido entre las lanzas enemigas.</div><p></p><p></p><div style="text-align: right;"><i>Álbum Literario. 23 de diciembre de 1857</i></div><br /><p></p><p><br /></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-39393626034938685492020-08-16T09:48:00.005-07:002020-08-16T09:51:23.574-07:00LA ROPA SUCIA (M. de la Roche)<p> El lance, que fue famoso, extraordinario, ocurrió en Roma, la ciudad de los Papas. Allí vivía una lavandera que era la predilecta de todos los hogares; una lavandera disputada, más aún, mimada por todas las familias. Los servicios de Margarita, que así se llamaba la <i>princesa del enjabonado</i>, se pagaban muy bien por las más encopetadas señoras. - ¡Oh, Margarita! - decían muchas damas de ilustre abolengo; - ninguna como ella para dejar la ropa blanca, igual que el campo de la nieve. ¡Que puños tiene, cómo aprieta y qué restregones tan fuertes los suyos!...<br /> Por supuesto, que con solo ver a Margarita se comprendía que fuese una lavandera inimitable. Alta, erguida, de hombros anchos, brazos recios y fuerte musculatura, más parecía un suizo de la guardia del Pontífice que una feliz trabajadora. En su rostro había señales que delataban las delicadezas propias de su sexo. Aquellos ojos negros rasgados, brillantes, hablaban de amor: la boca plegada, de labios finos y sonrosados, parecía fabricada para expresar ternezas. Margarita era, además de una sirviente excepcional en su clase, una mujer guapa y garrida a carta cabal.<br /> Empezó su oficio a los quince o dieciséis años, y lo empezó teorizando; que hasta en eso de lavar caben las teorías, cuando están bien aplicadas. La ropa sucia - decía Margarita - debe lavarse en casa; en ninguna otra parte queda mejor, y además se evitan curiosidades impertinentes y comentarios indiscretos.<br /> Margarita empezó a ir a las casas y en todas partes adquirió merecido renombre. Las doncellas defendían a Margarita, y las señoras lo mismo: de suerte que Margarita ganaba cuanto quería, y también iba de uno en otro palacio, según su antojo, y hasta parecía algo amiga de algunas muy ilustres señoronas de la corte.<br /> En aquella sazón vivía en Roma la princesa de Frascheti, rubia adorable, ideal, con los ojos claros como el cielo de un amanecer primaveral, y el pelo rubio como rayos de sol. El principe Frascheti era un viejo gruñón y celoso, extremadamente celoso. para evitar las miradas que los galanes dirigían a la princesa, y burlar riesgos mayores y muy posibles, prohibió en absoluto a su mujer el que saliese a la calle. Despidió a sus criados, sustituyéndole por mujeres viejas como él, con trazas de brujas, y convirtió su señorial mansión en una especie de castillo encantado, cárcel de la hechicera rubia destinada a no gozar del mundo y a consumir su hermosura en aquellos solitarios salones, en los cuales acabaría por morir de aburrimiento, de frío en el alma.<br /> Dijéronle cierto día al príncipe que su mujer recibía billetes amorosos. - ¿Pero, cómo? - preguntó`- ¿dónde? - Pues, en los cestos de la ropa limpia que las lavanderas devuelven, van escondidas cartas dulces y sentidas. - ¿Sí? - exclamó el príncipe - pues ya no volverán a sacar ropa de mi casa... Y enseguida dispuso que la lavandera fuese a su palacio en los días precisos.<br /> Y cómo era lógico, llamaron a Margarita. Acudió la célebre lavandera, y en casa de los principies Frascheti fue tan bien recibida como en otros lugares principalísimos también. Sobre todo, la princesa quedó prendada de las cualidades de Margarita. -¡Cuánto me alegro de vuestra determinación! - dijo al príncipe su consorte;-con esa muchacha que ha venido queda mi ropa mucho mejor, y hasta yo misma, que jamás tuve afición a ciertas bajas ocupaciones, huélgome mucho ahora de acompañar en sus faenas a la lavandera. Es muy primorosa, muy alegre. Me regocija el alma con su charla continua y sus ocurrencias.<br /> -Tate - pensó el príncipe; - esta Margarita se ha prestado a ser encubridora de mi esposa y por eso la complace tanto. Evitaré el peligro.<br /> Y dispuso el príncipe que si Margarita quería seguir al servicio de su señora la princesa, había de acomodarse a vivir en aquel hogar del cual quedaba prohibida en absoluta la salida.<br /> Margarita contestó que de muy buen grado se quedaría encerrada como las demás sirvientes y la dueña de aquella mansión; que era tanto el afecto y la lealtad que la inspiraba su señora, que por ella se sacrificaba a vivir entre cuatro paredes.<br /> Cuando se supo esto la princesa no disimuló su regocijo, y el príncipe descansó.<br /> Apenas corrió entre las mujeres de Roma la noticia de que la famosa lavandera se había quedado al servicio e los príncipes Frascheti, se alarmaron mucho, y hasta se propasaron a hablar de perfidias y de ingratitudes.<br /> El caso fue que en cierto día el conde Asti habló con el príncipe Frascheti, en los siguientes términos:<br /> -Permitidme, ,príncipe, que un hombre de mi linaje entretenga vuestra atención con asuntos de poco momento.<br /> -¿De qué vais a hablarme?<br /> -De vuestra lavandera.<br /> -¡Cómo! ¡Me asombráis!<br /> -Sabed que he descubierto un gran secreto que conviene a todos conocer, porque mucha parte de la nobleza romana ha sido víctima de un engaño cruelísimo.<br /> -Proseguid, proseguid, conde.<br /> -Margarita, la célebre lavandera, no es tal Margarita ni es tal lavandera.<br /> -Entonces ¿es...?<br /> -Lavandero. Es un joven disfrazado de mujer desde hace algunos años.<br /> -¡Así dejaba tan blanca la ropa!<br /> -Mientras acudió a varias casas que se disputaban sus servicios, no pudo descubrirse la superchería; hoy han cambiado las cosas...<br /> Los dos aristócratas entregaron a la justicia a la supuesta Margarita. La princesa lloró al ver redoblados los celos del príncipe, el cual dijo: - ¡No me sirvió que la lavandera viniese aquí! Pues bien, para evitarme disgustos y deseando que mi hogar no tenga ninguna comunicación con el mundo, ni aún con los lavanderos, he dispuesto... ¡que llevemos siempre la ropa sucia!...</p><p><br /></p><p style="text-align: right;">Vida Galante 1 de enero de 1899</p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-82015737733157792112020-08-16T04:40:00.009-07:002020-08-16T09:51:07.878-07:00EL PEOR SUPLICIO (Catulle Mendes)<p></p><div style="text-align: justify;"> Satanás estaba desesperado. El alma de un hombre horriblemente criminal había llegado al Infierno, y el mismo Satanás no hallaba ningún tormento bastante grande para castigarle.</div><div style="text-align: justify;"> No, no lo había en aquella espantosa mansión. Las calderas de plomo derretido, las horquillas puestas al rojo blanco, los lechos de agujas, las cubas llenas de víboras, todos eran castigos suaves para aquella alma perversa.</div><div style="text-align: justify;"> Pero, ¡qué horrendo crimen había cometido en vida aquel hombre? ¿Había sido un rey sanguinario, un traidor a su padre, un seductor de doncellas, o, lo que aún es peor, ¿odiaba la música o detestaba el perfume de las flores?... No se sabía: lo cierto es que era un criminal inconcebible.</div><div style="text-align: justify;"> Satanás permanecía perplejo, recelando que el bondadoso Dios le tildase de tímido y negligente: hasta los serafines inspectores de los suplicios infernales, proponían su destitución. El Diablo leyó nuevamente el poema de Dante Alighieri y el de Alejandrino Sommet... Nada, aquellos tormentos eran dulcísimos... Ser enterrado vivo en la nieve, nadar en un lago de sangre, recorrer uno por uno todos los crímenes posibles, ver la madre al hijo de sus entrañas arrugado, seco, raquítico, revejido en medio de su niñez... ¡Ca! Decididamente, todo ello era menos que nada. ¿Qué hacer?... -Señor... - dijo una voz que salía de una cuba ardiendo; la voz de un poeta que expiaba en el fuego su afán de cantar el oro de unos cabellos y la nieve de un pecho.</div><div style="text-align: justify;"> -¿Quién me llama? - preguntó del Diablo.</div><div style="text-align: justify;"> -Yo -contestó el poeta; - yo, que os sacaré de este apuro si me concedéis un momento de descanso.</div><div style="text-align: justify;"> -Está bien, habla.</div><div style="text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVhy6TnLtlgFf36c8Q1BZfLVQh5IYqoaEjHXacxvfTDzklzsYvhg9ZJOoq_fbekuMUCoYYWZMvUTC6OMdr6drxKtaLIQtiY8eOSpSDsLuJYcQSDzKBBHUEpHleXoi7Wcts2JEDYIxum1aD/s415/el+peor+suplicio.JPG" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="415" data-original-width="376" height="332" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVhy6TnLtlgFf36c8Q1BZfLVQh5IYqoaEjHXacxvfTDzklzsYvhg9ZJOoq_fbekuMUCoYYWZMvUTC6OMdr6drxKtaLIQtiY8eOSpSDsLuJYcQSDzKBBHUEpHleXoi7Wcts2JEDYIxum1aD/w300-h332/el+peor+suplicio.JPG" width="300" /></a> -Señor, hay en la Tierra, entre los floridos laureles de un balcón, una joven, rubia, de ojos azules, que sueña mientras hojea un libro que tiene en la mano sin leerle. Id a verla, y ella os enseñará un nuevo suplicio, el más horrible de todos.</div><div style="text-align: justify;"> ¿Sería cierto?...</div><div style="text-align: justify;"> Satanás se decidió a subir a la Tierra. Abrió sus negras alas, atravesó los espacios tenebrosos y, cerniéndose en el azul brillante, orientó su vuelo al florido balcón donde la joven rubia soñaba entre los laureles con un libro en las rodillas...</div><div style="text-align: justify;"> ¡Oh! No, no era posible; el poeta se había burlado de él: aquella niña gentil no podía concebir ningún pensamiento malo. No, mil veces no.</div><div style="text-align: justify;"> Debajo de aquellos cabellos de oro, tenues como hilillo de vaporoso nimbo, brillaban con infinita dulzura sus ojos azules, más limpios que las ondas de los lagos vírgenes; en la nieve de su frente, tan incomparablemente blanca como el candor de sus ensueños; en su diminuta boca, apenas entreabierta; en el hechizo de su graciosa figura y en el aire de colegiala a quien nada turba aún, había esa ingenuidad encantadora que de todo se asombra sin malicia la existencia del mal, y que lloraría si viese una hormiga aplastada en la arena del jardín.</div><div style="text-align: justify;"> Satanás, pesaroso de haber realizado un viaje tan inútil, pensó retirarse después de revelar a la joven el objeto de su vista. La niña abrió sus grandes ojos azules, y, deteniéndolo con la mirada, dijo:</div><div style="text-align: justify;"> -¿Un tormento más horrible que todos los del Infierno?... Pues bien; os lo voy a descubrir.</div><div style="text-align: justify;"> -¡Cómo! ¿Conoces un suplicio?...</div><div style="text-align: justify;"> -Sí, un suplicio espantoso.</div><div style="text-align: justify;"> -¿Y sin fin? - añadió el Diablo.</div><div style="text-align: justify;"> -Sí, infinito... porque queda el recuerdo. Escuchad - dijo la niña siguiendo con la mirada el vuelo de una blanca mariposa. -Conducir aquí al culpable aquí ,entre estas flores, yo le enseñaré la labor que bordo, el libro de cuentos de hadas donde leo. Pues bien; yo no le miraré, no le sonreiré, y cuando me pida el beso que palpita en mis labios...</div><div style="text-align: justify;"> -¡Sí, entonces!...</div><div style="text-align: justify;"> -Entonces... Se lo negaré - murmuró la joven con voz dulcísima que hizo estremecer de gozo a las flores del balcón.</div><p></p><p style="text-align: right;"> <i>La Vida Galante. 26 de diciembre de 1898</i></p><p> </p><p><br /></p><p> </p><p> </p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-22920126514247811662020-08-15T04:58:00.003-07:002020-08-16T09:50:52.225-07:00NOCHEBUENA ARISTOCRÁTICA (Jacinto Benavente)<p></p><div style="text-align: justify;"> Después de la Misa del gallo, celebrada en el oratorio y oída con más recogimiento que una comedia del teatro antiguo en lunes clásico, los invitados de la marquesa de San Severino pasaron al comedor.</div><div style="text-align: justify;"> La fiesta era de pura intimidad; la marquesa había limitado la invitación a las personas más allegadas de su familia y a unos pocos amigos predilectos.</div><div style="text-align: justify;"> Entre todos no pasaban de quince.</div><div style="text-align: justify;"> -La Nochebuena es una fiesta de familia. Todo el año vive uno de esperanzas, abierto el corazón al primero que llega; hoy quiero recogerme en los recuerdos: sé que todos ustedes me acompañan esta noche porque me quieren de verdad, y yo a su lado me considero muy dichosa.</div><div style="text-align: justify;"> Los invitados sintieron graciosamente al cumplido.</div><div style="text-align: justify;"> -¡Ya lo creo! ¿Dónde mejor podía pasarse la señalada noche?</div><div style="text-align: justify;"> - Así, así, pocos y buenos.</div><div style="text-align: justify;"> -¡<i>Il faut serrer les rangs</i>, querida marquesa!</div><div style="text-align: justify;"> -¡<i>Home, sweet home</i>!</div><div style="text-align: justify;"> Y rebosantes de expansiva satisfacción, dispusiéronse a celebrar con alegría la Noche que, según el poeta,</div><p></p><p></p><div style="text-align: justify;"> <span style="font-size: small;">envidia dar pudiera</span></div><span style="font-size: small;"><div style="text-align: justify;"> al más luciente día.</div></span><p></p><p></p><div style="text-align: justify;"> Pero a pesar de tan propicia disposición, lo cierto es que todos parecían tristes y preocupados, como si estuvieran con el alma en donde quisieran estar en cuerpo y alma.</div><div style="text-align: justify;"> El <i>saque </i>de la conversación correspondió, como siempre, al insigne Manolo Borines; pero perdió el tanto de salida, sin peloteo. Secundó con más fuerza, apuntando una historia escandalosa y tampoco le atendió nadie. Desalentado, desistió de su empeño y llamó a los criados para que le sirvieran por segunda vez de un exquisito <i>turbot </i>con salsa <i>dieppoise</i>.</div><div style="text-align: justify;"> La conversación desmayaba y caía a cada paso, mal sostenida por lugares comunes y frases de ocasión, sin espontaneidad y sin gracia. Las risas no eran francas ni sonoras; parecían desgarradoras dolorosas y terminaban en un ¡ay! como aliviador suspiro. No había duda; neblina de tristeza abrumaba el ambiente. Era como una obligación aparentar regocijo y nadie reflejaba siquiera cortés agrado. ¡Pobre marquesa! ¡Ella que, según frases de revisteros, poseía como nadie el don encantador de que las horas parecieran minutos en su casa! Bien asegura la superstición vulgar, que la noche del Nacimiento del Hijo de Dios nada pueden maleficios ni encantos. Porque no se hallaban encantados, ciertamente, los invitados de la marquesa. Ella, con su bondad confiada, había creído que pasarían una noche agradable a su lado, y ellos, por no desairarla, estaban allí, forzados de los deberes sociales, estaban allí... y con el pensamiento muy lejos. Con quién y sin quién, porque cada uno por su voluntad, por su gusto, hubiera pasado la Nochebuena en otra parte, donde le llamaban o el amor o el capricho o la diversión; la virtud o el vicio, un móvil cualquiera, pero más atractivo, más fuerte que la cortesía social, y así pensaba cada uno; el marqués de San Severino, el dueño de la casa, esposo tranquilo de la bondadosa marquesa, el primero:<br /> -¡Qué ocurrencia la de mi mujer! ¡Me aburren estas fiestas de familia! Tener que estar aquí toda la noche, sentado entre mi tía, la venerable condesa del Encinar del Valle y Josefina Montero, prima carnal, es decir, prima <i>osea </i>de mi mujer. ¡Por qué cuidado si está delgada! En cambio mi tía... ¡Para cuándo son los empréstitos! ¡Qué aburrimiento! Mi tía solo habla de comer y de beber y la primita... de arder. La una dice que el escaparate de Lhardy está hermoso estos días; la otra dice que <i>Paul Bourget</i> se amanera, que prefiere a<i> Paul Hervieu</i>. ¡Me vuelven loco! A estas horas estarán cenando en casa de la Chipilina. ¡Allí sí que se divertirán! ¡Si esta gente tuviera la feliz ocurrencia de marcharse temprano!<br /> Así monolgueaba el dueño de la casa, el ilustre marqués de San Severino, y la primita espiritual a su vez pensaba: - ¡Qué idea la de mi prima! ¡Noche más aburrida! Mi primo es un bárbaro, no se le puede hablar de nada. A estas horas estará Federico en casa de los de Vivares. Allí si que hubiera ido yo de muy buena gana... ¡Pero la familia!... ¡Si Pilar hubiera sabido que yo no venía a su casa por ir a casa de los de Vivares!<br /> La marquesa del Encinar del Valle <i>grosse gourmande</i>, opinaba como el sacerdote de la Bella Elena, que en la mesa de sus sobrinos había <i>trop de fleurs</i> y en cambio el <i>menú </i>dejaba mucho que desear. Muy artístico el espejo con marco de orquídeas, violetas y lilas blancas, muy caprichosa la góndola de porcelana de Sevres y los pastorcitos de <i>Watteau </i>mirándose en el espejo como en un lago amoroso del país azul de Citerea, pero los<i> filets de volaille</i> eran abominables.<br /> La verdad, mejor le hubiera estado ir al <i>reveillon</i> de <i>misses Bryan</i>. Allí se comía.<br /> La condesita del Robledal, figura elegantísima, de una raza soñada, exótica en todas partes como una quimera de artista, pensaba... en lo imposible; en una cita misteriosa con un ser ideal, en poesía sin palabras y en músicas sin sonidos, como los amores que ella soñaba, sin caricias, sin besos, aroma purísimo de flores inmarcesibles. ¡Triste condesita! ¡Cantos tropezones había dado, por ir mirando arriba! Aquella noche misma, con qué poco hubiera forjado un ideal, como niña que con un pedazo de trapo forma un muñeco y en él pone ternuras de madre. El trapo con que había formado su último muñeco, dormiría a la hora aquella o quizás estaría de cena con sus compañeros, en el cuarto de oficiales de un cuartel de húsares, pero de húsares de Pavía, con uniforme color de cielo... y allí, allí estaba fijo el pensamiento de la marquesita soñadora, mientras cenaba desentendida de cuanto la rodeaba.<br /> A su lado Manolo Borines, con la cara congestionada y la expresión de vaguedad idiota del predestinado al reblandecimiento, pensaba como el marqués, en la <i>Chipilina</i>, en la juerga que habría en aquella casa y lo gustoso que se hallaría en ella. ¡Digo! ¡Qué mujeres! ¡La francesa había prometido bailarles una <i>quqdrille </i>con el <i>grand ecart</i>. Seis mil francos se había gastado en <i>dessous </i>para la circunferencia. ¡Y perder él aquello por cumplir con la marquesa! De reojo miraba al marqués como si quisiera decirle: - Si esto concluyera pronto, podíamos hacer una escapada, el marqués le comprendía y miraba el reloj impaciente.<br /> Paco Noguera, literato de salón, protegido de los marqueses, que le costeaban las ediciones de sus poesías, pensaba con tristeza en sus hermanas, dos pobres muchachas que sufrían en casa mil privaciones mientras él brillaba en fiestas y en veladas aristocráticas. Dos tristes vidas sacrificadas para que él luciera; ellas planchaban con mil afanes las camisolas limpísimas del hermano; ellas vestían unas faldillas pardas y no podían salir a la calle bien abrigadas, para que él vistiera un frac bien cortado y se abrigara con gabán de pieles, y el poeta, brillante luz sostenida por el pábilo consumido de dos existencias sacrificadas, pensaba en ellas con remordimiento, pensaba en la cena miserable de sus pobres hermanas.<br /> Lola Montera, pensaba en que Isidoro Torres cenaría en casa de la condesa de Foldelvalle, y en que la condesa quería casarle a todo trance con su hija... y en que ella debía estar allí o Isidoro en casa de los de San Severino, y los nervios alterados no la dejaban sosegar ni atravesar bocado... Y así todos, con el pensamiento lejos y el alma donde quisieran haber estado en cuerpo y alma.<br /> Y la dueña de la casa, tan satisfecha de ver reunidas a su alrededor a las personas de su cariño. Sólo dos le faltaban, su hermana, la marquesa del Robledal, venerable señora, consagrada por entero a la devoción, una santa, una verdadera santa, y otra... de quien no quería acordarse, su cuñadito, el condesito de Santa Elena... de quien más valía no hablar... Pasaría la Nochebuena rodeado de toreros y perdidos en algún Colmado, ese estaba fuera de la sociedad... y de todo.<br /> La marquesa, en su bondad placentera, no podía pensar que las dos personas que faltaban a su mesa aquella noche, eran las dos únicas personas felices. Una por sublime virtud, otra por los vicios más abyectos, eran las únicas que rompían la monotonía vulgar de la vida, las únicas que dejaban sobresalir su propia vida, sobre la vida impuesta por los demás, sacrificada a las conveniencias sociales.</div><p></p><p><br /></p><p style="text-align: right;"><i>La Vida Galante. 25 de diciembre de 1898</i></p><p> </p><p><br /></p><p><br /></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-49752650179092714882020-08-15T04:42:00.002-07:002020-08-16T09:50:34.913-07:00FRAGMENTOS DE UNA CARTA DE MUJER (Alphonse Daudet)<p></p><div style="text-align: justify;"> ... "me ha costado el haberme casado con un artista.</div><div style="text-align: justify;"> ¡Ah, querida mía, si lo hubiera sabido!... Pero las jóvenes se forjan acerca de todas las cosas ideas muy singulares. Figúrate que en la Exposición, cuando yo leía en la Guía esas señas de las calles tranquilas situadas en las barriadas de París, soñaba con vidas tranquilas, sedentarias, consagradas al trabajo y a la familia, y me decía, comprendiendo de antemano cuán celosa sería: "Así es como quiero un marido. Estará siempre conmigo; pasaremos todo el día juntos, él en su lienzo o en su escultura, yo leyendo o cosiendo a su lado, bajo la luz tibia del taller." ¡Pobre inocente! Entonces no sospechaba lo que era una taller, ni el mundo extraño que en él se encuentra. Nunca, al mirar esas estatuas de diosas tan escandalosamente descotadas, me había asaltado la idea de que hubiera mujeres bastante atrevidas para... Y que yo misma... Sin esto, te suplico me creas que no me hubiese desposado con un escultor. ¡Ah! no... Debo decir que en mi casa todos se oponían a este matrimonio, a pesar de la fortuna de mi marido, de su nombre, ya célebre, y del hermoso hotel que había mandado edificar para nosotros. Yo sola lo he querido. ¡Era tan elegante, tan seductor, tan obsequioso! Parecíame, no obstante, que se preocupaba demasiado de mis vestidos y de mi peinado: !Alzad vuestros cabellos de este modo!... Y el caballero se entretenía en prender una flor en medio de mis rizos con más arte que cualquiera de nuestras modistas. Tanta experiencia en un hombre era para asustar, ¡no es cierto? Debiera haber desconfiado.. En fin, vas a ver. Escucha.</div><div style="text-align: justify;"> Regresábamos de nuestro viaje de novios. Mientras me instalaba en mi encantador hotelito, tan bien amueblado, este paraíso que tú conoces, mi marido, en cuanto llegó, se puso a trabajar y pasaba los días en su taller, fuera del hotel. Cuando volvía por la noche me hablaba entusiasmado de su próxima exposición. El asunto era: "una dama romana saliendo del baño". Quería expresar en el mármol ese pequeño estremecimiento de la piel bajo el contacto del aire, los suaves tejidos empapados de agua, adhiriéndose a los hombros, y otros muchos detalles bellísimos que ya no recuerdo. Aquí para entre nosotras, cuando me habla de su escultura, no siempre comprendo bien. Del mismo modo me decía en confianza: "Esto va a ser precioso"... Y me veía ya sobre la arena fina de las calles admirando la obra de mi esposo, un magnífico mármol blanco recortándose sobre la tapicería verde, en tanto que murmuraban a mi espalda: "La mujer del autor"...<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjO1DcZs9CB5JwEOEtbj8r4QC-5qxwYa5ais-o4cmIbTcvVCk2Qw9g9ol8U6s3KRhBU76fmSoMoEbingkcIICBNXGMVp_fdn0qjbmLiUkF8o6YGKUmHpSwlrHX8xPBg0r3DpsJV-vmMOm2k/s548/fragmentos.JPG" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="548" data-original-width="496" height="350" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjO1DcZs9CB5JwEOEtbj8r4QC-5qxwYa5ais-o4cmIbTcvVCk2Qw9g9ol8U6s3KRhBU76fmSoMoEbingkcIICBNXGMVp_fdn0qjbmLiUkF8o6YGKUmHpSwlrHX8xPBg0r3DpsJV-vmMOm2k/w316-h350/fragmentos.JPG" width="316" /></a></div></div><div style="text-align: justify;"> En fin, un día, curiosa de ver en que estábamos de nuestra dama romana, tuve la ocurrencia de ir a sorprenderle en su taller, que no conocía aún. Era una de mis primeras salidas sola; y estaba tan bonita, ¡demonio!... Al llegar encontré la puerta del jardinillo del piso bajo abierta de par en par. Entré y seguí todo derecho, y calcula mi indignación cuando vi a mi marido con blusa blanca como un albañil, despeinado, con las manos manchadas de tierra, teniendo enfrente, querida mía, una mujer de talle soberbio, de pie sobre un tablado, casi desnuda y con aire de perfecta tranquilidad, como no extrañándose de nada. Unos vestidos horribles, salpicados de lodo, zapatos muy usados y un sombrero redondeo con una pluma desrizada, estaban a su lado, sobre una silla. Vi todo esto instantáneamente, pues comprenderás que huí enseguida. Esteban quería hablarme, retenerme, pero hice un gesto de horror antes sus manos cubiertas de arcilla, y corrí a casa de mamá, donde llegué casi muerta. He aquí como entré.</div><div style="text-align: justify;"> ¡Ay, Dios mío! hija mía, ¿qué tienes?...</div><div style="text-align: justify;"> Refiero a mamá lo que acabo de ver, como estaba aquella terrible mujer, y en qué traje. Y yo lloraba... lloraba... Mi madre, mujy conmovida, trata de consolarme, diciéndome que debía ser un modelo.</div><div style="text-align: justify;"> -¡Cómo !... Eso es abominable... No me habían hablado de esto antes de casarme.</div><div style="text-align: justify;"> Entonces llegó Esteban despavorido, procurando también hacerme comprender que un modelo no es una mujer como otra cualquiera, y que además los escultores no pueden prescindir de ellos: pero estas razones apenas me persuadieron, y declaré formalmente que no quería a un marido que pasaba los días con mujeres vestidas de aquella manera.</div><div style="text-align: justify;"> -Vamos, amigo mío, - dijo entonces mi pobre mamá que deseaba conciliarlo todo; - por complacer a vuestra mujercita, ¿no podíais reemplazar eso por algo semejante, por un maniquí?</div><div style="text-align: justify;"> Mi esposo se mordía los bigotes enfurecido. - "Es imposible, querida mamá."</div><div style="text-align: justify;"> - Sin embargo, querido mío, me parece... Ya lo veis, nuestras modistas se sirven de cabezas de cartón para arreglar los sombreros... Pues bien: lo que se hace con la cabeza ¿no podría hacerse para...?</div><div style="text-align: justify;"> Por lo visto, no era posible. Al menos Esteban trató de demostrárnoslo prolijamente, con toda suerte de detalles y de palabras técnicas. Ciertamente tenía el aire muy contristado. Yo le examinaba de reojo mientras enjugaba mis lágrimas, y veía que mi dolor le afligía mucho. En fin, después de una discusión interminable, convenimos en que, ya que el modelo era indispensable, siempre que viniese estaría yo presente. Precisamente había junto al taller un sitio despejado, muy cómodo, desde donde podría observar sin ser vista. - "Es vergonzoso, dirás, tener celos semejantes y darlos a conocer". Pero, ¡qué quieres, chica! es preciso haber sufrido estas emociones para poder juzgarlas.</div><div style="text-align: justify;"> Al día siguiente, el modelo tenía que venir. Me armo de todo mi valor, y me instalo en mi cuartito, con la intención de que al menor golpe dado en el tabique, mi marido me acudiría al momento.Apenas me encerré, llegó el modelo de marras, emperifollada Dios sabe cómo, con un aspecto tan miserable, que no comprendía como pudo despertar mis celos una mujer que sale a la calle sin puños blancos y con un chal viejo de franjas verdes. Pues bien, querida mía, cuando vi a la tal criatura despojarse de su chal y de su traje en medio del taller, desnudarse con aquella facilidad y con aquel impudor, experimenté una sensación que no puedo explicarte. La cólera me ahogaba... Al momento toco en el tabique... Esteban acude. Yo estaba pálida y temblorosa. Se burlaba de mí, me tranquiliza cariñosamente y vuelve a su trabajo... Entonces la mujer estaba de pie, medio desnuda, con su larga cabellera suelta y caída por la espalda con una pesadez sin ondulacones. No era la criatura de antes, sino casi una estatua, a despecho de su rostro fatigado y vulgar. Mi corazón estaba orpimido. Sin embargo, no dijenada. De prepente, oigo a mi marido que grita: - "La pierna izquierada... Avanzad la pierna izquierda"... Y como el modelo no comprendiese bien, se aproximó a ella y... ¡Ah! este golpe me aniquiló. Llamo, no me oye, LLamo otra vez enfurecida. Acude con las cejas un poco fruncidas por el ardor del trabajo.</div><span><div style="text-align: justify;"> -Vamos Armanda... ¡sé razonable!... Y yo, deshecha en llanto, apoyada la cabeza sobre su hombro. - Eso es superior a mis fuerzas, amigo mío... No puedo... no puedo... Entonces, bruscamente, sin responderme, pasó a su taller e hizo una señala a la terrible modelo, que se vistió y se marchó.</div><div style="text-align: justify;"> Durante algunos días, Esteban no regresó a su estudio. Permanecía a mi lado, no salía, rehusaba hasta la sociedad de sus amigos, siempre muy bueno, pero ¡tan triste! Una vez le pregunté con mucha timidez: -"¿No trabajáis ya?"... Lo que me valió esta respuesta: - "No se trabaja sin modelo". No me atreví a insistir, pues comprendía cuan culpable era y que tenía derecho para hablarme así. No obstante, a fuerza de halagos y sutilezas, obtuve de él que volviera a su taller y que procurara conccluir su estatua de... ¿cómo se dice?... de memoria, es decir, de imaginación, en una palabra, lo que quería mamá. A mi me parecía esto muy factible; pero al pobre muchacho le causó mucha impresión. Todas las tardes volvía nervioso, desanimado, enfermo. Para reanimarle iba a verle frecuentemente, y le decía: - "Es precioso". Pero el hecho es que la estatua apenas adelantaba. No sé si trabajaba en ella. Cuando iba al taller le encontraba siempre fumando en un diván, o amasando bolitas de arcilla, que arrojaba con furia contra la pared.</div><div style="text-align: justify;"> Una tarde, cuando estaba contemplando aquella pobre dama romana, a medias bosquejada, y que tardaba tanto en salir de su baño, una idea caprichosa cruzó por mi imaginación. La romana tenía aproximadamente mi estatura... Quizá, en rigor, podría yo...</div><div style="text-align: justify;"> - ¿A qué llaman una pierna bonita? - pregunté a mi marido.</div><div style="text-align: justify;"> Me lo explicó minuciosamente, enseñándome lo que faltaba en su estatua, que no podía concluir sin un modelo... ¡Pobre muchacho! ¡Tenía un aire tan compungido al decir esto!... ¿Sabes lo que hice?... Recogí súbitamente las vestiduras que yacían en un rincón, fui a mi cuartito, y después cautelosamente, sin decir nada, mientras mi marido contemplaba su escultura me coloqué sobre el estrado frente a él, en el traje y con la actitud en que había visto al espantoso modelo... ¡Ah, querida mía! ¡Qué emoción cuando levantó la cabeza! Me daban deseos de reír y de llorar. Estaba encendida... ¡Y aquella muselina que era necesario ceñirse por todas partes!... Pero no me importaba. Esteban tenía un aspecto tan entusiasta que me tranquilicé enseguida. Figúrate, querida mía, que al oír..."</div></span><p></p><p style="text-align: right;"><i>La Vida Galante, 11 de diciembre de 1898</i></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-3845721616475144002020-08-15T03:39:00.006-07:002020-08-16T09:50:14.268-07:00¿CUÁL DE LOS TRES? (Eduardo Zamacois)<p></p><div style="text-align: justify;"> El tren expreso que va desde Hendaya a París había salido de la estación, deslizándose lentamente sobre sus ruedas engrasadas.</div><div style="text-align: justify;"> En aquel departamento del coche iban dos hombres; un español y un inglés. El primero envuelto en una rica manta de vistosos colorines; amodorrado, soñoliento, procurando conciliar el sueño, bajo las alas de su sombrero cordobés; el otro , inmóvil y grave dentro de su gabán de pieles, con un rostro largo y seco que parecía grabado en boj. Cada cual ocupaba una ventanilla, y el matrimonio y el clérigo francés que acababan de subir, se sentaron del mismo lado, frente al español, el sacerdote se acomodó junto a Eugenia. Era pequeñín, regordete y colorado, como Carmelo Recio, (el marido), y tal vez escogió aquel sitio sin darse cuenta, obedeciendo inconscientemente a un sentimiento innato de simetría.</div><div style="text-align: justify;"> El tren, en tanto, corría con rapidez vertiginosa, devorando kilómetros; la máquina silbaba y resoplaba furiosa, vomitando chispas que iban a extinguirse en las frías soledades de la noche; por las ventanillas del vagón se veían desfilar árboles, casas, manchas oscuras de cerros lejanos, praderas que parecían galopar hacia atrás engendrando al mortecino resplandor de la luna, perspectivas metalescentes que variaban a cada instante, multiplicándose, fundiéndose, corriendo unas en pos de otras, envueltas, perdidas, entre las columnas jironadas de humo arrojadas por la feroz locomotora; y tras aquellas planicies sobrevenían nuevas sombras enormes de cerros escarpados que avanzaban veloces, cual si el genio maléfico del caos los arrojase desde el horizonte sobre el tren; pero aquel choque horrísono que la vista fingía, no llegaba, y el tren proseguía su marcha mugiendo, soplando, haciendo crujir el maderamen de los vagones sacudidos con el insólito traqueteo de las ruedas que giraban enloquecidas bajo el peso del coche.</div><div style="text-align: justify;"> A pesar de aquel sacudimiento rítmico y continuo que llamaba al sueño, nadie dormía. Carmelo Recio miraba embelesado por el cristal de la ventanilla, lo poco que alcanzaba a verse de las campiñas fugitivas; Eugenia y el cura, por la posición que ocupaban, ni siquiera podían disfrutar de aquel divertimiento, y estaban aburridos, sin saber que empleo dar a sus ojos; el inglés, con el seco rostro encerrado entre dos patillas rubias, les miraba fijamente, con unos ojos duros, insensibles al sueño... En cuanto al español, completamente despabilado, miraba a Eugenia, admirándola..</div><div style="text-align: justify;"> Aquilatando la belleza de su frente pequeñina e inquieta, sus ojos dulces de soñadora, su boquita risueña y zumbona, toda aquella feliz acopladura, en fin, de rasgos, que tan picante expresión imprimían al rostro juvenil de la muchacha; y su cutis, pálido, blanquísimo, que parecía traslúcido visto al reflejo amarillento de la luz del coche, y entre los semblantes apopléticos de Carmelo Recio y del clérigo francés, cuya redonda fisonomía se destacaba entre la estolilla de su hábito y el respaldo del asiento, como un círculo rojo.</div><div style="text-align: justify;"> Y luego, admiraba la graciosa esbeltez del busto ceñido por un abriguito de color gris, y la actitud indolente de las manos, cruzadas sobre la falda; y descendiendo más aún, llegaba a los pies, pequeñines y coquetones, digno sostén de tan adorable escultura; piececitos bullidores que debían de tener fragancia propia, como las flores, y trascender a esencia refinada de nardo o de claveles... y que le recordaron los de Itimad, aquella hermosa esclava querida del rey moro Al-Motamid; la cual, habiendo visto como dos mujeres amasaban barro con los pies para fabricar adobes, quiso imitarlas, y entonces el enamorado rey árabe no queriendo oponerse a tal capricho y procurando al mismo tiempo conservar las bellezas de aquellos pies delicados que no estaban hechos para tan ruin empleo, mandó preparar en uno de los patios del Alcázar de Córdoba, un barro formado con pétalos de rosa, flores de almendro, mirra, canela, almizcle y otras especies olorosas; y, cuando todo estuvo dispuesto y preparado a su talante, llamó a Itimad y la dijo: "Ya puedes descalzarte, para hacer adobes, mi amor"...</div><div style="text-align: justify;"> Mientras el viajero español esparcía su ánimo en aquellas poéticas imaginaciones, Eugenia también le miraba, seducida por esa atracción que la juventud y la belleza ejercen sobre los temperamentos impresionables; y sin apercibirse del gravísimo delito moral en que incurría abandonándose en aquel examen, se holgaba de encontrarle tan joven y tan guapo; únicamente creyó advertir al pronto, un cierto desaliño en su indumentaria...; ¡pero, mire usted por donde la gustaban a ella los hombres así, despreocupados!... Y continuando por la jabonosa pendiente que recorría, se atrevió a compararle con su Carmelo...</div><p></p><p></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;">"Son las comparaciones siempre odiosas,</span></div><span style="font-size: small;"><div style="text-align: justify;">siempre, y en el archivo de Simancas,</div><div style="text-align: justify;">si no me engaño, pienso haber leído</div><div style="text-align: justify;">que en el símil perdió siempre el marido"...</div></span><p></p><p></p><div style="text-align: justify;"> La inocente Eugenia destrozaba al suyo comparándole con el gentil galán desconocido, y un dolor secreto la torturaba. Nunca le pareció el desventurado Camelo Recio, tan pequeño, ni tan gordo, ni tan vulgarote, ni tan grasiento...</div><div style="text-align: justify;"> Ninguno de los circunstantes hablaba, malhumorados por el frío y el cansancio de un viaje tan largo; Recio y su mujer, el cura y el español, iban casi juntos, formando un grupo; en la otra ventanilla del coche iba el inglés, solo, inalterable, mirándoles con esa insolencia mortificante de las figuras de cera o de los cortos de vista.</div><div style="text-align: justify;"> De pronto el joven, experimentó un deseo violentísimo de besar a Eugenia; pero en la boca, allí precisamente, en aquella boquirrita de labios finos, tan burlones y tan húmedos. Tal vez en la generación de aquel antojo repentino influyese el interés manifiesto con que la moza le miraba, o simplemente la luz del coche que parpadeaba amenazando apagarse y ofreciéndole con ello ocasión excelente para ejecutar su pecaminoso pensamiento.</div><div style="text-align: justify;"> El tren llegaba a Burdeos a las cinco de la madrugada, pero la coyuntura tenía que presentarse antes, porque en aquella estación había cambio de trenes. Aún faltaban más de dos horas... ¿resistiría la luz todo aquel tiempo sin apagarse?... El joven levantó la cabeza desesperado, para mirarla; Eugenia y el cura siguieron aquel movimiento cuyo significado entendían a medias, porque ya habían pensado en la aburrida probabilidad de quedarse a oscuras; pero nadie habló y continuaron como hasta allí, embozados en sus reflexiones.</div><div style="text-align: justify;"> Y pensando siempre el joven en el modo mejor de realizar impunemente su propósito, se atrevió a sonreír a Eugenia aprovechando las distracciones de Carmelo Recio a quien la fatiga iba adormilando; sonrisa provocativa y elocuente digna de un Antístenes, que ella tuvo la osadía de recompensar con una mirada.</div><div style="text-align: justify;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMy6kbBZqLiKSHTS40cczNHryuKk7Pn0s4mPA5dbU0akSEbEElnYLHqqPTrMOjoLlGChH9GV7cTuVtjmh_IFfn_D7HtKX6pRlu6Mrg_n2QrZe9TOACJpb9MfSey3hdDCuNCogfKVDsr_O2/s287/cual+de+los+tres.JPG" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="252" data-original-width="287" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMy6kbBZqLiKSHTS40cczNHryuKk7Pn0s4mPA5dbU0akSEbEElnYLHqqPTrMOjoLlGChH9GV7cTuVtjmh_IFfn_D7HtKX6pRlu6Mrg_n2QrZe9TOACJpb9MfSey3hdDCuNCogfKVDsr_O2/s0/cual+de+los+tres.JPG" /></a> Faltaban tres cuarto de hora para llegar a Burdeos, y el joven ya tenía resuelto el difícil problema de besar, sin peligros, a aquella mujer; pero necesitaba estar a oscuras y la bendita luz resistía aún... El inglés continuaba imperturbable, con el frío semblante encerrado en el paréntesis de sus patillas rubias.</div><div style="text-align: justify;"> Los temblequeteos de la luz eran más prolongados cada vez y más frecuentes: a ratos parecía extinguirse completamente, cuando el vagón experimentaba una sacudida más violenta; pero luego renacía impertinente, testaruda, cobrando fuerzas de sus últimas gotas de aceite. Pasó otra media hora y la feliz ocasión no se ofrecía: el tren iba sin retraso y llegaría a Burdeos a las cinco en punto; solo faltaban ocho minutos... Un parpadeo más prolongado de la luz, indicó que la llama había empezado a consumir el aceite de la mecha; algunos momentos más y todo habría concluido... Pero, diríase que la locomotora tuvo conciencia de lo que en aquel departamento de primera sucedía, según la prisa que se daba en llegar.</div><div style="text-align: justify;"> De improviso, la luz se apagó... e instantáneamente resonaron el amoroso crujir de un beso rápido, frenético, y el estallido de una bofetada terrible, relampagueante, que sonó como una pedrada en un espejo...</div><div style="text-align: justify;"> Era que el joven, mientras besaba a Eugenia, levantó el brazo y descargó su mano abierta sobre los abultados carrillos del clérigo francés, que respondieron con ese chasquido característico de la carne mollar.</div><p></p><p></p><div style="text-align: justify;"> Habían llegado a Burdeos y bajaron al andén.</div><div style="text-align: justify;"> Carmelo Recio, que lo había oído todo y creía a Eugenia autora de la bofetada, miraba a los tres hombres con ademán retador, no sabiendo con cuál de ellos encararse; el cura, a pesar de la hinchazón que amenazaba la parte ofendida, no osó quejarse acobardado por los feroces ademanes del marido, a quien suponía autor de la agresión; el inglés les examinaba emocionado visiblemente por la novedad de la aventura, pero sin comprenderla; Eugenia, turulata, tampoco podía descifrar el enmarañado intringulis de lo ocurrido...</div><div style="text-align: justify;"> Aquella escena duró un instante, los mozos de la estación iban y venían llevando baúles y empujando a los viajeros, y cada cual se fue por su lado.. Y Carmelo Recio les vio alejarse, mientras él seguía a su mujer, furioso, cargado con sus maletas, preguntándose:</div><div style="text-align: justify;"> -¿Cuál de ellos habrá sido? ¿Cuál de los tres?...</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><p></p><p style="text-align: right;">La Vida Galante 4 de diciembre de 1898</p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-14781517639735557352020-08-14T04:35:00.006-07:002020-08-16T09:49:57.871-07:00LLUVIA A MEDIA NOCHE (Armando Silvestre)<p></p><div style="text-align: justify;"> No soy responsable de que esta verídica historia empiece como otras muchas que os he referido. La comedia humana se reduce a repeticiones inacabables, con sus tres actos reglamentarios, y el telón se levanta para descubrir decoraciones harto conocidas.</div><div style="text-align: justify;"> Es media noche y estamos en Carcassonne, en casa del <i>Mayor </i>Bellawine, a quien sus compañeros de armas llaman el <i>cocumandan</i>. Su mujer se llama Olimpia y el amante - el mejor amigo de Bellawine - Leopoldo. ¡Qué queréis!... No todos los seductores han de llamarse Arturos...</div><div style="text-align: justify;"> Vean ahora, amigos míos, a lo que se expone un Mayor de los más simpáticos, por irse a charlar con sus colegas en vez de cuidar el honor del hogar doméstico.</div><div style="text-align: justify;"> Aquella noche había recepción militar, y las noches de recepción Mr. Bellawine nunca regresaba a su casa antes de las seis de la mañana.</div><div style="text-align: justify;"> Eran ya las doce y hacía más de dos horas que Olimpia y Leopoldo estaban juntos en la habitación más íntima... De pronto, ¡cric, crac! suena una llave en la cerradura de la puerta y seguidamente resuenan los pasos del <i>Mayor</i>, cuyas espuelas se arrastran bulliciosamente sobre el pavimento.</div><div style="text-align: justify;"> La fuga era imposible. ¨Todo lo que pudo hacer Leopoldo fue refugiarse en el cuarto de baño, inmediato a la alcoba. En un rincón había un aparato hidroterápico, con su baño de cinc en la parte inferior y un cilindro rodeado por una cortina que permitía disfrutar tranquilamente y sin temor a miradas indiscretas, de los austeros placeres de la ducha. Leopoldo no vaciló, y arrojando su ropa debajo de un sillón entró en el baño, corriendo la cortinilla protectora.</div><div style="text-align: justify;"> Durante este tiempo Olimpia había apagado la luz, y fingía dormir profundamente.</div><div style="text-align: justify;">***</div><div style="text-align: justify;"> El Mayor Bellawine traía un genio endemoniado. La recepción le costó muy cara; había perido en una hora cinco partidas de dominó. Aquello era inaguantable y por eso volvía tan temprano, bien ajeno de que iba a proporcionar un disgusto mayúsculo a su mujer y a su mejor amigo.</div><div style="text-align: justify;"> El comandante se desnudó sin decir palabra, arrojó a un rincón sus botas de montar, observó el cielo asomándose a una ventana y entró temblando de frío en el cuarto de baño. Durante algunos momentos miró al aparato hidroterápico, frotándose el cuerpo nerviosamente y con intenciones de darse una ducha para entrar en reacción. Leopoldo estaba yerto de espanto... ¡Oh! ¡Si el <i>Mayor </i>descorre la cortina!... ¡Vano terror! Bellawine se contentó con vaciar cuatro jarros de agua en el receptáculo superior para la ducha matutina. Después se frotó el cuerpo con un ungüento oriental maravilloso que él mismo había traído de África y que servía para quitar el frío, y volviendo a su alcoba se acostó silenciosamente. Minutos después roncaba como un santo, ejecutando una sinfonía magistral.</div><div style="text-align: justify;">***</div><div style="text-align: justify;"> Entretanto, Leopoldo, que ya no podía sostenerse de pie, añadió a las anteriores una nueva imprudencia. Al querer cambiar de actitud apoyó un pequeño resorte y una lluvia fina y helada comenzó a resbalar por su cabeza y sus espaldas. Como la oscuridad era completa no daba con el maldito resorte y el agua seguía cayendo, continua, implacable, a pesar de todos sus esfuerzos. Aquella ducha cruel le hacía dar diente con diente... ¡suplicio abominable que acabaría con el pobre galán si se prolongaba un cuarto de hora! De repente Bellawine se despertó e incorporándose bruscamente en el lecho, gruñó con disgusto:</div><div style="text-align: justify;"> -¡Voto a mil bombas, y como llueve!</div><div style="text-align: justify;"> Olimpia no sabía a qué santo encomendarse y engañada también por el ruido, tuvo una inspiración.</div><div style="text-align: justify;"> -¡Ah, Dios mío! - exclamó; - ¡he dejado las jaulas de los pájaros en medio del jardín!</div><div style="text-align: justify;"> Ella sabía muy bien que el Mayor doraba a sus pajaritos. Los militares viejos suelen tener esas ternuras.</div><div style="text-align: justify;"> -Es la primera vez que te olvidas, - murmuró el Mayor. Y saltando del lecho se visitó un pantalón y salió apresuradamente de la habitación.</div><div style="text-align: justify;"> -Pronto, pronto, sálvate, - dijo Olimpia a Leopoldo entreabriendo la puerta del cuarto de baño.</div><p></p><p></p><div style="text-align: justify;"> Leopoldo aprovechó la invitación y salió del baño tiritando y en un estado lastimoso, mientras Olimpia repetía: - ¡Pronto... pronto, por Dios!</div><div style="text-align: justify;"> Leopoldo se visitó coo pudo y corrió hacia la calle, rápido como una flecha; mientras Olimpia se acostaba diciendo:-¡Salvadle, Dios mío!</div><div style="text-align: justify;"> Pocos minutos después oyó las voces de dos hombres que subían la escalera, y en ellas reconoció distintamente la voz de su marido y la de Leopoldo.</div><div style="text-align: justify;"> -¡Por vida del cielo, mi querido Leopoldo! -repetía casi sollozando el excelente Bellawine; - entra, entra... mi mujer te prestará sus auxilios... ¡Dormirás aquí! ¡Diantre, qué desgraciado soy!</div><div style="text-align: justify;"> Y Bellawine empujaba a Leopoldo hacia la habitación, en tanto que Olimpia procuraba descubrir que podía significar todo aquello.</div><div style="text-align: justify;"> -Ay, esposa querida; si supieras lo que acabo de hacer!.... ¡Pobre Leopoldo, mi mejor amigo!... Imagínate que bajo al jardín y veo que el tiempo es magnífico. Como yo estaba seguro de haber oído llover, pensé: "¡Vaya, será algún borracho que ha escogido mi puerta para satisfacer una necesidad!"... Y salgo sigilosamente, deslizándome a lo largo de la verja para sorprender al delincuente; en efecto, me aproximo y veo huir a un hombre...</div><div style="text-align: justify;"> -Era Leopoldo - pensó Olimpia.</div><div style="text-align: justify;"> -Corro en su persecución - continuó Bellawine; - ya sabes que soy un ciervo!... Le alcanzo y ¡cataplum! del primer puñetazo le hago caer de cabeza en la zanjilla llena de agua que hay junto a la acera... Me acerco más aún... ¡y me encuentro con el pobre Leopoldo, que se retiraba de la recepción!... ¡Ea, ea, levántate y ayudame a hacerle entrar en calor!</div><div style="text-align: justify;"> Ollimpia obedeció reprimiendo la risa.</div><div style="text-align: justify;"> -No te consiento que vuelvas a casa, - continuaba diciendo Bellaweine;- ¡vas a coger un catarro! Vaya, a acostarse; aquí está nuestro lecho. Mi mujer y yo dormiremos en las butacas.</div><div style="text-align: justify;"> Leopoldo tuvo que resignarse. Cuando el <i>Mayor</i> le vio acostado, cogió su gabán y su <i>képis </i>, y se dispuso a salir.</div><div style="text-align: justify;"> -¿Dónde vas, amigo mio? - le preguntó su mujer.</div><div style="text-align: justify;"> - Corro en busca de un boticario, - repuso el heroico amigo; -necesito que me indique lo que </div><div style="text-align: justify;">debemos hacer para que entre en reacción...</div><div style="text-align: justify;"> Y salió presuroso, como alma que lleva el Diablo.</div><div style="text-align: justify;">***</div><div style="text-align: justify;"> ¡Ceguedad humana! Bellawine estuvo ausente más de un cuarto de hora. Cuando regresó, ya Leopoldo, afortunadamente, no necesitaba de los cuidados del farmacéutico.</div><p></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: right;">La Vida Galante. 27 de noviembre de 1898.</p><p style="text-align: right;"><br /></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-58123969098232284372020-08-13T02:57:00.007-07:002020-08-16T09:49:40.156-07:00LAS IRREPROCHABLES (Catulle Mendes)<p></p><div style="text-align: justify;"> Lisa de Belvélize. - ¡Cómo, es posible, tú lo crees!... Dime acerca de esto cuanto sepas. Habla...</div><div style="text-align: justify;"> Marta de Lignolles. - ¿De qué, querida? ¿Lo que creo de qué?</div><div style="text-align: justify;"> L.- De...</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¿De?...</div><div style="text-align: justify;"> L.- De las mujeres...</div><div style="text-align: justify;"> N.- De las mujeres...</div><div style="text-align: justify;"> L.- Del mundo, del verdadero mundo; de las esposas honradas; de las mujeres, en fin, como nosotras...</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¿Y qué?</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¿Tienen amantes?</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡Sí!</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¡No!</div><div style="text-align: justify;"> M.-¡Te aseguro que sí!</div><div style="text-align: justify;"> L.- Amantes con los cuales...</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikPPm3Hxs2ybEi-I-lEjDZAIGLxr_1Oe4qcXvOH5JZ6yjty_hbuGxKFtKIuYiZm1xagGiGOa5djGMz8ZBEWCZYbh_IkzMTW2eZGD71UKqIs0atKeQwX2z7k24Ri2KNjQy7RdN23kiC_j5y/s453/las+irreprochabales.JPG" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: justify;"><img border="0" data-original-height="453" data-original-width="333" height="362" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikPPm3Hxs2ybEi-I-lEjDZAIGLxr_1Oe4qcXvOH5JZ6yjty_hbuGxKFtKIuYiZm1xagGiGOa5djGMz8ZBEWCZYbh_IkzMTW2eZGD71UKqIs0atKeQwX2z7k24Ri2KNjQy7RdN23kiC_j5y/w266-h362/las+irreprochabales.JPG" width="266" /></a></div><div style="text-align: justify;"> M.- Seguramente.</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¿En la cama?</div><div style="text-align: justify;"> M.- Casi siemjpre.</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¿En camisa?</div><div style="text-align: justify;"> M.- No siempre.</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¿En fin, completamente?</div><div style="text-align: justify;"> M.-¡Más!</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¿Cómo con sus maridos?</div><div style="text-align: justify;"> M.-¡Mejor!</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¡Que abominación!</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¿A quién se lo dices?</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¡Pero eso son horrores increíbles!</div><div style="text-align: justify;"> M.-Increíbles.</div><div style="text-align: justify;"> L.-¡Mira!... Si yo supiese que una de mis amigas estaba en ese caso...</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¿Qué?</div><div style="text-align: justify;"> L.- Aunque diese las mejores comidas de París, y recibiese a grandes duques y a embajadores, y admitiese en su placo reservado para todos los estrenos de Sara Bernhardt...</div><div style="text-align: justify;"> M.-En fin, la mejor de las amigas.</div><div style="text-align: justify;"> L.- Renunciaría a su trato.</div><div style="text-align: justify;"> M.- Y harías muy bien, querida.</div><div style="text-align: justify;"> L.-¡Oh, no es que yo sea gazmoña!</div><div style="text-align: justify;"> M.- No,no; tú no eres gazmoña. Yo tampoco lo soy.</div><div style="text-align: justify;"> L.- Tú tambpoco. Es cierto que en la vida mundana, a trueque de pasar por una provinciana o por una salvaje...</div><div style="text-align: justify;"> M.- Que es lo mismo...</div><div style="text-align: justify;"> L.- Está una obligada a tener con los hombres ciertas condescendencias...</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¿Quién se atrevería a sostener lo contrario?</div><div style="text-align: justify;"> L.- Pero todo tiene sus límites.</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡Pues bueno fuera que no los hubiese!</div><div style="text-align: justify;"> L.- Así, por ejemplo, durante el vals, una puede dejarse estrechar la cintura algo más de lo indispensable.</div><div style="text-align: justify;"> M.-Sí se puede.</div><div style="text-align: justify;"> L.- En las comidas, aunque estemos muy descotadas, no hay inconveniente en parecerlo mucho más, inclinándose, inclinándose siempre, como si comiésemos ansiosamente los melocotones que están en el plato.</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡Y qué raros se ponen entonces nuestros vecinos!</div><div style="text-align: justify;"> L.-¡Qué ojos, qué colores!</div><div style="text-align: justify;"> M.- Nadie sabe si son ellos los que buscan los albérchigos en su plato...</div><div style="text-align: justify;"> L.- O en nuestros escote. Y todavía hay algo más extraño.</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¿Qué?... ¿Cuándo?</div><div style="text-align: justify;"> L.-Si no se trata de melocotones, sino de polátanos. ¿Has reparado la cara que tienen cuando nosotras quitamos, con nuestros dedos desnudos, la cáscara verde...</div><div style="text-align: justify;"> M.-¡Lisa!</div><div style="text-align: justify;"> L.- Y colocamos entre los dientes...</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡Lisa!</div><div style="text-align: justify;"> L.-El plátano.</div><div style="text-align: justify;"> M.-¡Oh, Lisa!... ¡Concluye, Lisa!</div><div style="text-align: justify;"> L.- Y también comprendo que en el tocador inmediato al salón en donde se baila, abandone una la mano entre las manos que luego no quieren soltarnos, o que aceptemos con un estremecimiento que no da ninguna esperanza, un aliento muy cerca de los labios, o un leve rozamiento de bigotes entre los ricillos locos de la nuca.</div><div style="text-align: justify;"> M.- Yo también lo comprendo.</div><div style="text-align: justify;"> L.- Porque hay heteras y actrices desvergonzadas que se prestan a todo lo que quieren los hombres.</div><div style="text-align: justify;"> M.- Mujeres repugnantes!</div><div style="text-align: justify;"> L.- Que no son feas.</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡Embadurnadas!</div><div style="text-align: justify;"> L.- Tanto como nosotras. En fin, en los tiempos actuales, no tendríamos ningún amigo si no nos resignásemos a ciertas complacen cias.</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡Es cierto!</div><div style="text-align: justify;"> L.-Complacencias que no tienen nada de reprehensibles.</div><div style="text-align: justify;"> M.- Nada.</div><div style="text-align: justify;"> L.- Porque eso no es más que coqueteo.</div><div style="text-align: justify;"> M.- Coqueteo. Justamente. Tú lo has dicho. Coqueteo.</div><div style="text-align: justify;"> L.- Nada más. Y el coqueteo puede extremarse todo lo posible...</div><div style="text-align: justify;"> M.- Y más aún.</div><div style="text-align: justify;"> L.- Sin dejar de ser una mujer honrada.</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡Puesto que es coqueto!</div><div style="text-align: justify;"> L.- Por eso, yo...</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¿Tú?</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¿Tú conoces al Sr. de Marciac?</div><div style="text-align: justify;"> M.- Mucho, sí, sí...</div><div style="text-align: justify;"> L.- Estudia la fotografía en un hotel, calle Weber.</div><div style="text-align: justify;"> M.- Bueno.</div><div style="text-align: justify;"> L.- Pues bien, querida, yo he <i>posado </i>en su casa, yo.</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡Es posible!</div><div style="text-align: justify;"> L.- Como te lo digo.</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¿Desnu...?</div><div style="text-align: justify;"> L.- Hasta la cintura!</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡Oh!</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¡Diantre! El muy imbécil se estaba arruinando por la gordinflona Constancia Chaput, de Novedades.</div><div style="text-align: justify;"> M.- Eres buena amiga.</div><div style="text-align: justify;"> L.- Lo he hecho para bien de su mujer, que es amiga mía.</div><div style="text-align: justify;"> M.- Está bien!</div><div style="text-align: justify;"> L.- Otra cosa. Ayer el señor de Valensole quería, absolutamente llevarme a cenar al colmado...</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¿En el comedor general?</div><div style="text-align: justify;"> L.- En gabinete reservado.</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡Hola! Te negaste...</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¿Por qué?... Estoy segura de mí, y sabía que en el colmado no estaba más expuesta que en mi salón.</div><div style="text-align: justify;"> M.-¡Tienes confianza en ti! De todos modos, en gabinete reservado....</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¡Caramba! cuando digo gabinete... Había en el fondo, detrás de unos cortinajes medio corridos, (cortinajes japoneses riquísimos, bonitos, deslumbradores)... una blancura vaga, indecisa, como un misterio de nieve...</div><div style="text-align: justify;"> M.-¿Cómo, cómo, querida?</div><div style="text-align: justify;"> L.-No puedes imaginarte; pero sí, lo imaginas, cuán extraños son todos esos rinconcitos... Continuamente resuenan en el corredor ruidos, risas, carcajadas de mujer y unas palabras... unas palabras... Y algunas veces los individuos se equivocan de puerta. Ayer, precisamente, a las cuatro de la mañana...</div><div style="text-align: justify;"> M.- ¡A las cuatro de la mañana!</div><div style="text-align: justify;"> L.- No puedo precisarlo... A las tres y media... Alguien entró, equivocado... Pero no vio nada, porque estábamos detrás de la cortina y yo tuve tiempo de esconder la cabeza debajo...</div><div style="text-align: justify;"> M.-¡Tendrías un miedo!</div><div style="text-align: justify;"> L.-Pero eso, bien considerado, no es malo, ¡puesto que es coqueteo!</div><div style="text-align: justify;"> M.- Seguramente, puesto que es... Sin embargo, los límites de que antes hablabas...</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¡Oh... hay límites, aún para los límites!</div><div style="text-align: justify;"> M.- Tienes razón. También el vizconde de Argelés ha querido llevarme muchas veces a cenar al colmado. Le he dicho que no.</div><div style="text-align: justify;"> L.-¡Bah!</div><div style="text-align: justify;"> M.-Pero ha venido a pasar un mes en el castillo de mi marido. En el campo, que bien. El campo es sencillo, es honrado. Nos íbamos a pasear juntos y solitos en cuanto los cazadores se marchaban. Hay, a la conclusión de un larguísimos y estrecho sendero, un escondrijo abierto en la espesura y entre crecidos herbazales, algo así como una gruta de verdura en la que no penetra el sol. Allí las horas eran tan dulces que nos parecían minutos, y una noche no nos hubiéramos acordado de volver al castillo a cenar, si una zagala que pasó por allí cerca no se hubiese acercado diciendo: - Tenga usted, señora, su enagua, que el viento ha arrastrado hasta la carretera.</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¡Tu enagua!</div><div style="text-align: justify;"> M.- Sí, el vizconde no había tenido la prudencia de poner una piedra sobre mi ropa. Pero nada de eso es malo...</div><div style="text-align: justify;"> L.- ¡Puesto que es coqueteo!... Lo extraordinario, es que mujeres del mundo, honradas, casadas...</div><div style="text-align: justify;"> M.- Como nosotras...</div><div style="text-align: justify;"> L.- Tengan amantes. Y, mira, aunque tú lo pienses, aunque lo digas, aunque conozcas ciertos secretos... ¡No, querida mía, no quiero creerlo, no lo creo!</div><p></p><p> </p><p style="text-align: right;"> <i>Vida Galante</i> 13 noviembre de 1898</p><p><br /></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-39423497012161037512020-08-12T08:08:00.007-07:002020-08-16T09:49:22.399-07:00EL GATO (Antonio Palomero)<p></p><div style="text-align: right;"> <i>Le chat ne nous caresse pas, il se caresse a nous.</i></div><div style="text-align: right;">Rivarol.</div><div style="text-align: right;"><br /></div><div style="text-align: justify;"> Enero. Reposa la madre Tierra cansada de su labor fecunda, derrama el cielo sus lágrimas sobre nosotros, silba el viento agitando los pelados árboles, y la nieve nos cubre con su manto de armiño...<br /> Baja el lobo del monte, callan los pájaros asustados por el frío, y al amor de la lumbre sueña el hombre con la gloria y la fortuna que alegran su espíritu como alegran el hogar las llamas de los viejos troncos que se consumen lentamente... En tanto, el gato realiza sus ideales, da su nota en el grandioso concertante del amor, y expresa sus esperanzas, sus celos, sus dolores como puede... ¡maullando!... ¡Qué antipáticos resultan sus maullidos! Y es que el amor molesta siempre, cuando no es uno mismo quien lo canta... También lo canta el gato, a su manera, y, más feliz que nosotros, ha podido reglamentar la pasión dedicándola algunos días del año solamente.</div><div style="text-align: justify;"> Yo admiro a ese hermoso animal, como admiro a los egipcios por haberle divinizado... Gusto de pasar mi mano por su lustrosa piel, de acariciar su arqueado lomo y de mirar sus ojos, esos ojos que parecen sonreír burlonamente al contemplar con sublime indiferencia las alegrías y las tristezas de la vida.<br /> Todos los animales trabajan, todos son útiles: los que viven en compañía del hombre le prestan eminentes servicios o le dan sus productos y su vida... Hasta el perro que guarda la casa y el pájaro enjaulado que alegra con sus trinos las horas tristes, todos hacen algo en beneficio del hombre, todos trabajan y son útiles... ¡Solo el gato descansa siempre y para nada sirve!... Ni siquiera ya muerto, puede utilizarse... Se le llora sinceramente, y como va unida su memoria a tantos recuerdos agradables de la casa, se le diseca colocándole después en la consola o en el centro rodeado de retratos familiares.<br /> ¡Para nada sirve!... Y sin embargo, para él son todos los mimos y caricias, para él todos los cuidados del hogar donde se alza el trono de su grandeza. Convencido de su importancia pasea majestuosamente su figura, que cuida con refinamiento de mujer coqueta... Nada le falta; el plato favorito, los restos del festín, la ventana donde toma el sol, la lumbre para desentumecer sus miembros y el regazo donde entregarse al sueño, están siempre dispuestos para él... Si por casualidad se le irrita, araña; si se le festeja no nos acaricia, se acaricia con nosotros, y cuando se digna hacer algo, es la caza su única ocupación, de la que él nada más saca provecho... ¡Hermosa vida, a ninguna otra comparable! Por eso, sin duda, el gato tarda tanto en morirse; por eso dicen que tiene <i>siete vidas</i>... ¡Le va aquí tan ricamente que le cuesta mucho trabajo despedirse!<br /> ¡Yo te admiro hermoso animal! Te admiro porque posees el secreto de la existencia, la filosofía suprema buscada por el hombre con angustia infinita desde que abre sus ojos a la luz... Te admiro porque eres el ser más feliz de los seres de este mundo... Y sobre todo, te admiro porque simbolizas la Pereza y el Egoísmo... ¡Esos dos grandes y santos Ideales, perseguidos por la humanidad a través de los siglos!</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: right;"><i>Vida Literaria (Madrid) nº 2. 14 enero 1899</i></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><p></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-44992135558628271902020-08-11T05:13:00.004-07:002020-08-16T09:49:01.413-07:00EL CORNETÍN ENAMORADO (Luís Taboada)<p style="text-align: center;">I</p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;">Sí, este traje de Pierrot me sienta
perfectamente.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-indent: 1cm;"> La careta infundirá valor en mi ánimo y
podré decir a Mariquita todo lo que siente mi corazón.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-indent: 1cm;"> Va al baile; me lo ha dicho su doncella
a quién logré sobornar con el oro: por cuatro pesetas me ha puesto en
antecedentes. Mariquita llevará un capuchón negro con lazos de color rosa. ¡Qué
noche más feliz voy a pasar!... Podré extasiarme contemplando aquellos ojos menudos
como piñones y aquellos pies grandes y rasgados, digo, al revés…<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-indent: 1cm;"> ¡Caramba! ¡Qué daño me ha hecho el
barbero! Por querer esmerarse, me ha dado un corte junto a la barbilla que me escuece
de una manera…<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-indent: 1cm;"> ¿A ver cuánto dinero me ha quedado? Seis
duros. Sí, tengo lo necesario para comparar el billete, los guantes, los
bombones y un ramo de violetas. Le regalaré el ramo, emblema de mi pasión
modesta y sencilla. ¡Ay Mariquita de mi alma! ¡Qué noche más hermosa vas a
proporcionarme!</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: center;"><o:p> </o:p><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: center;">II</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm;"></p><div style="text-align: justify;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">¿Entraré en el café? Sí, necesito tomar
una copa de coñac bien fuerte: el alcohol fortalece el espíritu y hace valiente
a los hombres.</span></div><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
mozo</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
Quítese usted la careta.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –¿Cómo?<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –No se permiten caretas en los
establecimientos públicos, y menos de noche.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Pero…<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Quítesela V. o voy por la pareja.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Bueno, hombre; me la quitaré, también
es fuerte cosa que no pueda uno conservar el incógnito… A ver: Tráigame V. una
copa de coñac del mejor. (</span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;">Pausa</i><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">).<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
mozo</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
Este billete de cinco duros es falso.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –¿Falso?<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Queda V. detenido.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –¿Qué dice V.? ¡Protesto! Esto es un abuso.
¡Yo soy un joven de bien!</span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: center; text-indent: 1cm;">III</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">–Pero, señor inspector ¡Por la Virgen
Santísima! Yo no he fabricado el billete. Lo he adquirido por los medios
legales como primer cornetín que soy del teatro Talia. Tengo personas que acrediten
mi buena conducta… Además, yo estoy enamorado de una señorita muy decente. ¿Ve
V. este disfraz de pierrot? Pues lo he alquilado para ir al baile… No me guía
ninguna mala intención; mi único objeto es poder hablar a Mariquita y
declararla mis puros sentimientos porque la adoro, señor inspector, la adoro…</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: center; text-indent: 1cm;">IV</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">Gracias a la amistad de S. Serapio, el
prestamista, que ha salido fiador, puedo verme libre… Corro al baile. Pero solo
me quedan dos peseteas y una de ellas hasta me parece sospechosa. Felizmente no
tengo que comprar la entrada, pues me ha proporcionado una Macilin, el flautín
de la orquesta. ¡Ay Mariquita, Mariquita! ¡Cuántos apuros estoy pasando por ti!
¡Dios mío! Me he torcido un pie… Como estos pantalones son tan largos, a cada
momento me los piso… Ya no podré bailar ni recorrer el salón del brazo de
Mariquita ¡Qué desgracia!<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>Un
transeúnte</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
¿Se ha puesto V. malo?<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –No es nada; que me he torcido un
tobillo.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –¿A ver? ¿Quiere V. que le lleve a su
casa?<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –No, no se moleste.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –¿Es aquí dónde siente V. el dolor?<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –¿En la cintura? No, no señor; yo el
tobillo lo tengo más abajo, cerca del pie.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Vaya, pues me alegraré que no sea cosa
de cuidado.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Muchas gracias.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Abur… y diviértase.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> V</o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: left; text-indent: 1cm;"> </span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-indent: 1cm;">¡Cielos! ¡Ese bribón me ha robado las
dos pesetas que me quedaban! Era un timador. Por eso me buscaba el tobillo
junto al chaleco. ¿Y qué hago yo ahora sin un cuarto? Felizmente Mariquita no exigirá
de mí que la convide a cenar. ¡Ella tan decente!... ¡Canastos! Como me duele el
pie! Pero todo eso terminará cuando la vea, cuando la hable, cuando la diga
todo lo que la quiere mi corazón…</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: center; text-indent: 1cm;">VI</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">¡Qué bullicio! ¡Cuánta gente! Ante todo
voy a ver mi Mariquita. Por allí va una con capuchón negro y cintas de color de
rosa ¿Será ella?<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Mascarita, ¿quieres bailar?<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Con mucho gusto.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –(Es su voz, sí; su voz encantadora.
Cada silaba resuena en mi corazón como una sonata de Chopin.)<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>La
orquesta</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Chin, chin, tarará, tararira</i>.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> <i> La del dominó</i>.- Lo mejor será que nos sentemos,
porque me </span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;">amareo<br /></i><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><i> El pierrot enamorado</i>.- Sentémonos si así
te place… (</span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;">Pausa</i><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">) Mascarita: estoy
loco de amor.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –¿Qué dice </span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;">usté</i><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">?<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Que estoy enamorado como un demente. Ansiaba
que llegase este día para revelarte mi pasión. Yo soy Aquilino.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –¿Qué Aquilino?<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –El que ronda tu calle, el que sigue tus
pasos, el que toca el cornetín en Talia.<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –¿Pero, qué dice usted? ¿</span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;">Sa</i><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> vuelto usted </span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;">chiflao</i><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">?<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> (</span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;">Un
hombre disfrazado de moro oye las últimas palabras de la máscara del dominó y
se acerca al grupo</i><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">)<br /></span><span style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;"> –Oiga usted – dice al pierrot –¿qué está
usted hablando con esa señora?<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
pierrot</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
¿Cómo? ¿Es a mí esa pregunta?<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
moro</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
¿<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sa creio usté</i> que esa señora es
alguna <i style="mso-bidi-font-style: normal;">desas</i>?<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
pierrot</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
¿Es algún delito amar?<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
moro</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
Toma amores. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Bofetada</i>)<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
pierrot</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
¡Bárbaro!<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
moro</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
Toma, bárbaro. (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Trompada</i>.)<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
pierrot</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
Defiéndame usted, Mariquita.<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>La
del dominó</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
¿Mariquita? ¡Si yo me llamo <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ugenia</i>!<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
pierrot</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
¿Eugenia?<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
moro</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
(<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Arrancándole la careta al pierrot</i>.)
Quiero verle la cara a este señorito.<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
moro y la del dominó</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
(<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Retrocediendo</i>.) ¡Calla! ¡El vecino
del piso cuarto!<br /></span><span style="mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"> <i>El
pierrot</i></span></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 1cm;">.-
(<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Dejando caer los brazos con desaliento</i>.)
¡Cielos! ¡El portero y su mujer!</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: center; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: right; text-indent: 1cm;">Luís Taboada</span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 1cm;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><i>La Vida Literari</i>a 7 de enero de
1899<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>nº 1.<o:p></o:p></span></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-66951158568514781112020-08-11T03:42:00.002-07:002020-08-11T03:46:11.054-07:00LOS CICERONE (Mark Twain)<p> <span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">Una palabra sobre Miguel Angelo
Buenarotti. Yo adoraba el genio potente de Miguel Ángel – ese hombre grande en
poesía, en pintura, en escultura, en arquitectura – grande en todo cuanto
emprendió. Pero no quiero a Miguel Ángel por almuerzo, por lunch, por comida,
por cena… y en los intervalos. Me gusta variar alguna vez que otra. En Génova
lo ideó todo; en Milán él o sus discípulos lo diseñaron todo; el lago de Como
es obra suya; en Padua, Verona, Venecia, Bolonia, ¿quién ha oído jamás de los cicerone
otro</span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> </span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">nombre que el de Miguel Ángel? En
Florencia lo pintó todo, lo diseñó todo, casi; y lo que no diseñó… solía
sentarse en una piedra y contemplarlo. Nos mostraron la piedra…<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> En Pisa lo diseñó todo, menos la vieja
torre, y probablemente se la hubieran atribuido si no estuviese tan fuera de la
perpendicular. El diseñó los muelles de Liorna y los reglamentos aduaneros de
Civita Vecchia. Pero aquí… aquí es terrible. Él diseñó San Pedro, diseñó al Papa,
el Tíber, el Vaticano, el Coliseo, el Capitolio, la Roca Tarpeya, el Palacio
Barberini, San Juan de Letrán, La Campagna, La Via Appia, Las Siete Colinas,
los Baños de Caracalla, la Cloaca Máxima… el eterno majadero diseñó la Ciudad
Eterna; y a menos que todos los hombres y los libros mientan, pintó cuanto
contiene…<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> El doctor Dan dijo al cicerone el otro
día:<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Basta, basta! Diga Vd. De una vez que
el Creador hizo a Italia… según los planos de Miguel Ángel.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Nunca me sentí tan fervientemente grato,
tan calmado, tan tranquilo, tan lleno de bendita paz como ayer, cuando oí decir
que Miguel Ángel había muerto!....<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Pero nos hemos vengado de nuestro guía.
Nos mostró miles de pinturas y esculturas en las vastas galerías del Vaticano,
y miles de pinturas y esculturas en otros veinte palacios; mostrónos el gran
cuadro en la Capilla Sixtina y frescos suficientes para cubrir el firmamento
(casi todos pintados por Miguel Ángel). Le hemos jugado la misma partida con
que hemos vencido a tantos otros guías.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Nos muestra una figura: «Statua bronzo.»<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> La miramos con indiferencia y el doctor
pregunta:<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿De Miguel Ángel?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –No–no se sabe de quién.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Nos muestra el Foro Romano y el doctor
pregunta:<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿De Miguel Ángel?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡No! Mil años antes.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Después un obelisco egipcio.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿De Miguel Ángel?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Oh, </span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">mon Dieu! gentlemen</i><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">, dos mil años antes de nacer Miguel Ángel.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> A veces le cansamos tanto con incesantes
preguntas, que tiene miedo de mostrarnos cualquier cosa. Ha ensayado todos los medios
imaginables para hacernos comprender que Miguel Ángel es solamente responsable
de la creación de una </span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">parte</i><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> del
mundo; pero… no lo ha conseguido todavía.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> El doctor es el que hace las preguntas
generalmente; tiene más aplomo, una cara de poeta inspirado y puede afectar el
tono más imbécil del mundo. Es natural en él.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Los guías en Génova gozan cuando pueden
apoderarse de turistas americanos, porque los americanos se admiran hondamente
y se conmueven ante cualquier reliquia de Colón.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Nuestro guía estaba lleno de admiración,
lleno de impaciencia, y dijo:<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Vengan, caballeros; les enseñaré la
letra de Cristóbal Colón. ¡Lo escribió él mismo, con su propia mano!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Nos llevó al Palacio Municipal. Después
de una aparatosa manipulación de llaves, etc., el documento, manchado y
descolorido por los años, nos fue presentado. Los ojos del guía brillaban, y
golpeando el documento con el dedo:<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Lo que les digo, caballeros. Mirad la
letra de Cristóbal Colón. ¡Lo escribió él mismo!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Fingimos
indiferencia; el doctor examinó el documento deliberadamente durante una pausa
embarazosa; después, sin la menor muestra de interés:<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Ah!... ¿qué… cómo dijo usted que se
llama la persona que escribió «esto»?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Cristóbal Colón! ¡El gran Cristóbal
Colón! Otro examen deliberado.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Ah! ¿Lo escribió él mismo, o… o cómo?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Lo escribió él mismo, Cristóbal Colón,
su propia letra!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> El doctor puso el documento sobre la
mesa y dijo:</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjNhIYsg8nRb3SfwsmEe02kxsXcoFK6BqJFjdX-fz1P732appz8XjN-IHYMQbjYXvvncuUurJevtcWB_9w_QKl540Wy__cDy18TACxKuBH4asnuMB-iLx5jhMdsE5exAd4GlrwkkASH-fSK/s439/cicerone1.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="439" data-original-width="379" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjNhIYsg8nRb3SfwsmEe02kxsXcoFK6BqJFjdX-fz1P732appz8XjN-IHYMQbjYXvvncuUurJevtcWB_9w_QKl540Wy__cDy18TACxKuBH4asnuMB-iLx5jhMdsE5exAd4GlrwkkASH-fSK/w276-h320/cicerone1.JPG" title="Nos enseñó un busto de Cristóbal Colón" width="276" /></a></span></div><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"><br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –He visto en América muchachos de solo
trece años que escriben mucho mejor que eso.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Pero éste es el gran Cristób…<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Qué me importa quién sea; es la peor
letra que he visto. Usted no debe aprovecharse de nosotros porque seamos
extranjeros. Si usted tiene alguna muestra de caligrafía de un mérito
verdadero, tendremos mucho gusto en inspeccionarla, pero si usted no tiene… no
perdamos tiempo aquí.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Seguimos adelante. El guía estaba
consternado, pero probó una vez más. Tenía algo que creía irresistible.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Vengan ustedes, les mostraré el busto
de Cristóbal Colón. ¡Oh, es grande, espléndido, magnífico!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Nos condujo ante un busto bellísimo…
¡Sí, bellísimo!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Dio un paso atrás, y en actitud teatral:<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Miren, caballeros, qué bello! ¡El
busto de Cristóbal Colón, bello busto, hermoso pedestal!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> El doctor se puso el lente (reservado
para estas ocasiones).<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿Cómo dijo usted que se llama este
caballero?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Cristóbal Colón, el gran Cristóbal
Colón!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Cristóbal Colón, el gran Cristóbal
Colón… y bien, ¿qué hizo?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Descubrió América. ¡Descubrió América! ¡</span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">Diávolo</i><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿Descubrió América? No, esa no cuela.
Nosotros venimos de América y no hemos oído semejante cosa… Cristóbal Colón,
nombre simpático. ¿Ha… ha muerto?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Oh!, </span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">corpo di Bacco</i><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">! ¡Hace trescientos años!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿De qué murió?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Yo no sé; no puedo decirle…<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿De viruela?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Yo no sé caballeros; yo no sé de qué
murió.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –De sarampión probablemente, ¿eh?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Puede ser… yo no sé… yo creo que murió
de algo.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿Viven los padres?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Im…posible!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿Cuál es el busto y cuál es el
pedestal?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Santa María! Este es el busto; éste es
el pedestal.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Ah, ya veo! Feliz combinación; muy
feliz combinación, ciertamente.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Ayer pasamos tres o cuatro horas en el
Vaticano, ese maravilloso mundo de curiosidades, y en más de una ocasión casi
expresamos interés y aun admiración; nos costaba trabajo reprimirnos; sin
embargo, lo conseguimos.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> El cicerone estaba asombrado, aturdido.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> De la mañana a la noche anda a la caza
de cosas extraordinarias, y usa de todo su ingenio, pero inútilmente; nunca
mostramos el menos interés en cosa alguna.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> Había reservado lo que consideraba la
mayor maravilla para lo último: una momia real, egipcia, tal vez la mejor
conservada del mundo, y se sentía tan seguro esta vez, que le volvió algo de su
antiguo entusiasmo.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Vean, caballeros! ¡Momia! ¡Momia!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> El lente del doctor salió a relucir, y
con la calma acostumbrada:<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Ah!... ¿Cómo dice usted que es el
nombre de esta persona?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿Nombre? No tiene nombre. ¡Momia, momia
egipcia!...<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –Sí, sí. ¿Nacido aquí?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡No; momia egipcia!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Ah, justamente! ¿Francés, presumo?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –No, francés no, ni romano; nacido en
Egipto.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿Nacido en Egipto? Nunca he oído hablar
de Egipto. ¿En el extranjero, probablemente? Momia, momia. Tan tranquilo, tan
pensativo… ¿Está… está muerto?<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¡Oh, </span><i style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; mso-bidi-font-style: normal; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">sacre-bleu</i><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;">! ¡Ha estado muerto tres mil años!<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> El doctor se volvió furioso.<br /></span><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"> –¿Qué significa semejante conducta?
¿Pretende usted jugar con nosotros como si fuéramos chinos, porque somos
forasteros y queremos aprender? ¡Burlase de nosotros con sus viles osamentas de
segunda mano!... ¡Rayos y truenos! Me dan ganas de… ¡En un Museo tan grande,
bien podría haber cadáveres más frescos!</span><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;"><o:p> </o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 21.3pt;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;">MARK TWAIN<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: right; text-indent: 21.3pt;"><span face="" style="font-family: "times new roman", serif; font-size: 12pt;">Extraído de <i>La Vida Literaria</i> (Madrid) nº 3 21 enero 1899</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"><!--[if gte vml 1]><v:shape id="Imagen_x0020_1"
o:spid="_x0000_s1026" type="#_x0000_t75" style='position:absolute;left:0;
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</v:shape><![endif]--><br /></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify; text-indent: 21.3pt;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><o:p> </o:p></b></p>José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-30674351287135049772018-04-01T10:33:00.003-07:002018-04-01T10:33:41.600-07:00YO ESTOY POR LO POSITIVO (Ventura Ruíz Aguilera)<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
No vayas a pensar, lector amigo,
que el que tiene en este momento la honra de dirigirte la palabra, es de los
que están por lo que indica el epígrafe del presente artículo; pues aunque el
término con que lo encabeza –llámalo, si quieres, sombrero o montera – se
refiere al individuo parlante, esto es, a mí, has de saber que yo no soy el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">yo</i> de que se trata, sino el que se
aprovecha de una frase que principia con la primera persona del singular del repetido
pronombre, para entretener a la segunda, que eres tú, a costa de la tercera que
es el que está por lo positivo, o sea el positivista; persona a más no poder,
sin embargo de que no falta quien opina que es cosa, porque no puede menos.
Sea, pues, persona en buena hora, y tratémosle con el respeto y el cariño que
se merece por sus atributos de tal, dejando escrúpulos a un lado.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El positivista disfruta, como
cualquier prójimo, el privilegio de comer en plato y de beber en vaso;
privilegio que –digámoslo de paso – le conceden a regañadientes los fabricantes
de pesebres y de pilones, cuya industria se halla en lamentable decadencia
desde que nuestro héroe sabe y cree que el positivismo es compatible con la
racionalidad, el decoro y otras zarandajas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Entregado en cuerpo y alma a esa
creencia, no concibe que haya goces fuera de los que le pinta en su imaginación
la brocha del materialismo, distinguido artista del siglo XIX. Una copa de
exquisito vino, un bolsillo bien provisto, un manjar suculento, y si es raro
mejor, una habitación lujosa, una querida, o dos, o media docena… he ahí compendiadas
muchas de sus aspiraciones sublimes, de sus venturas supremas. Si en su corazón
no hay fibra que responda a un sentimiento generoso, es porque los tiempos están
malos, y la generosidad es derroche, casi crimen. Si en su cerebro no bulle un
pensamiento elevado, es porque su humildad se lo prohíbe; su juicio le dice que
los afectos son ilusiones, patarata la fe, el amor mentira; y para que se vea hasta
donde llega su penetración, ha descubierto que la amistad es un comercio que
debe cultivarse más o menos, según que sea mayor o menor el beneficio positivo
que deje; de manera, que los amigos vienen a ser a sus ojos pedazos de galena o
de carbón de piedra.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Para encontrar un positivista, no
es necesario andar de zeca en meca armados de linterna, como el zascandil de
Diógenes, en busca de un hombre; pulula por todas partes, existe así bajo las
latitudes polares, como bajo las tropicales.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Entablemos conversación con el
primero que se nos venga a la mano, que alguno se nos vendrá más fácilmente que
el premio grande de la lotería moderna o que una buena comedia. ¿No digo? Ya me
saluda uno.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Qué hay de nuevo?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Perdone usted, ando de ojeo, sigo
la pista a esa doncella.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Acabáramos! va usted a caza de gangas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Es mi fuerte.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Pero, hombre; ¿es posible que con
cuarenta y nueve años a la cola, continúe usted tan calavera? Siempre en
galanteos, siempre en orgías…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Eso es decirme indirectamente que
ya debía reducirme al rosario y la bota.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–No tanto; pero la vida que usted
trae no es para llegar a muy viejo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Al contrario; esta vida me
satisface, me engorda y hasta me rejuvenece.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Y qué adelantará con engañar a
esa pobre muchacha, a quien conozco y es pura como una azucena; qué sacará con envolverla
en las redes de su experiencia mundana, con reducirla tal vez a la vergüenza y
a la desesperación? Porque supongo que V. no tratará de casarse con ella.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Qué es casarme? ¿Soy, por
ventura, algún hortera? Primero me arrojaría al Canal. Hijo mío, yo no me
mantengo de ilusiones; soy perro viejo y tengo más escamas que una sardina; en
una palabra, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">estoy por lo positivo</i>.
La haré promesas sin número, juramentos que se convertirán en humo; y después
que la atortole y que la maree, después que haya desbancado a cierto mozalbete
que la ama como un abencerraje, y dicho sea en honor suyo, con buen fin, la
incauta paloma caerá en las garras del gavilán. ¡He desplumado ya tantas y
tantas!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Digna hazaña, por cierto!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Digna o no, prefiero los goces de
lo que los hipócritas y los pusilánimes llaman disipación, a la monótona
existencia de los que miden todos sus pasos con el compás de esa cosa, a que
los dan el mismo nombre de moral.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Basta, basta; usted me enternece
y me persuade. ¿Para cuando se dejan las coronas y las estatuas? Para cuando…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
¡Calle! Voló el gavilán en pos de
la paloma. ¡Ah! yo haré que el hermano de esa joven, que es teniente de
granaderos, corte las alas a semejante pajarraco, antes de que caiga sobre su
presa.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Ahora va el lector a hacer
conocimiento con don Zoilo Zirutecas, excelente filántropo que ha construido el
edificio de una fortuna colosal con el oro, la plata y el cobre de los necesitados
a quienes ha socorrido en sus miserias, sin más ganancia que un doscientos
cincuenta por ciento… nada, como quien dice. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Avaro</i> de Moliere sería un niño de teta, un hijo pródigo al lado
del incomparable Zirutecas, cuyos consejos, si se solicitasen y él quisiera
darlos, derramarían torrentes de luz en varios problemas nebulosos de los que
hoy rodean a la ciencia económica. Don Zoilo es la quinta esencia del positivismo.
No saludará a un amigo por no malgastar un movimiento de cabeza, por no
despilfarrar una palabra; es el Demóstenes, el Mirbeau del silencio. En sus
operaciones usurarias jamás se anda con rodeos, sino que se va derecho al
bulto, como los toros bravos, o al grano, como los gorriones hambrientos, con
la certeza de que en negocio en que él tome parte, desde luego puede exclamar,
como César: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Veni, vidi, vici</i>, o más
vale llegar a tiempo que rondar un año, que dijo el otro. Asegura que es sordo,
poro yo creo que lo es solamente a la voz de la razón, cuando esta no se halla
en armonía con sus intereses, y a la desgracia, cuando la desgracia es irresponsable
y le pide aunque no sea más que un ochavo; pues para el caso basta que se le
pida. Crucemos con él algunas palabras.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Señor don Zoilo!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Nada: ¡silencio sublime! Le tiraré
por el gabán.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Eh?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Una viuda con cuatro niños muere
desamparada en la calle de…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Agur.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Señor don Zoilo…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Hombre, ¿me deja usted en paz? Ya
sabe que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">yo estoy por lo positivo</i>,
que detesto la conversación, que el tiempo es precioso.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Ya lo sé. ¿Me compra usted un
pedazo de tiempo?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Un pedazo de qué…? A ver, explíquese
usted.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La sordera tiene una breve
intermitencia: Zirutecas abre desmesuradamente los ojos y la boca, saca la caja
del rapé y toma un polvo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Deme usted un polvito.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La sordera de don Zoilo se
reproduce, lo cual coincide fatalmente con la guardadura de la caja.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Con qué no hacemos nada? me
pregunta con candor angelical.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Mañana (aquí levanto la voz)
escribiré a usted por el correo interior, y le hablaré largo y tendido sobre el
importante asunto que…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Mire usted, más vale que se pase
por mi casa: ¡son tan remolones los carteros!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Zirutecas quiere ahorrarse la
contestación escrita, por no gastar dos cuartos en el sello de franqueo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Corriente, iré a su casa.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Don Zoilo aplica la punta de un
mal coracero a un soberbio habano que acabo de encender, con el cual se queda,
a lo tonto, alargándome aquella, a lo sabio; operación en la que apenas ganará
un quinientos por cero; en seguida me tiende un par de dedos, por no tenderme
la mano, y se marcha con la música a otra parte.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El <i style="mso-bidi-font-style: normal;">estoy por lo positivo</i> es una bobería en concepto de algunos; pero
en cambio, y váyase lo uno por lo otro, indica un olvido completo de la
modestia y de las reglas de la buena crianza; porque quien tal frase pronuncia parece
así como que presume de más avisado y perspicaz que los que le oyen; quien
siempre la tiene en los labios no expresa con ella precisamente lo que
significa, sino estotras o parecidas ideas: –Ustedes son unos peleles, unos
angelitos; yo sé donde me aprieta el zapato; mi penetración es admirable; a mi
nadie me la pega. –Y lo bueno del caso es que muchos de los que blasonan de
sagaces, nunca pasan de ser unos desventurados que no tienen sobre que caerse
muertos; lo cual demuestra que toda su perspicacia sucumbe, cuando no es
favorecida por la suerte.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Hay positivistas que cifran toda su
gloria en sus comodidades personales; los hay que solo piensan en francachelas
y corroblas, como el libertino: quien se eterniza hablando de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">acciones, céntimos, empréstitos, valores </i>y<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> cotizaciones</i>; quien revienta caballos y
desvencija carretelas, eternamente ocupado o desocupado en vistas y paseos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Conozco a uno cuya insaciable voracidad
le hubiera hecho digno rival de Eliogábaro, a vivir en el tiempo de este ogro
coronado. Mi amigo es hombre sin instrucción alguna, pero se las echa de
erudito, figurándose que para serlo basta aplicar a tontas y a locas media
docena de voces, que suelen poner más en evidencia su ignorancia supina. Lo
mismo fue anunciarle mi nombre el criado que me abrió la puerta de su casa la
última vez que estuve en ella, salió a recibirme, envuelto en una bata de
damasco estampado, cubierta la cabeza con un gorro argelino de paño de grana,
armada la una mano con un cerillero encendido, una botella y una barra de
lacre, y con un látigo en la otra.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Paso a la poesía! ¡Viva la literatura!
gritó restallando el látigo y tendiéndolo en seguida sobre las inocentes
costillas de tres perros como tres elefantes, que de seguro devoraban al día lo
que acaso pudiera mantener a dos familias pobres.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Los perros agacharon las orejas y
huyeron gruñendo, rabo entre piernas, a los aposentos interiores, resentidos,
al parecer, de que su dueño mostrase a un forastero, a un intruso, deferencias
que generalmente reservaba para ellos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Dispense V. amigo, –prosiguió, –
que le reciba con esta facha; si hubiera sabido que un protegido de Apolo había
de favorecer y honrar esta prosaica choza, otra acogida más digna le hubiera
preparado. Sin embargo, aún podemos celebrar tan fausto suceso haciendo una
pequeña libación a Baco, porque, debo confesarle que hago tal cual sacrificio
al dios de las viñas, divinidad pagana que me los recompensa proporcionándome
momentos de alegría. Vea V., estaba lacrando botellas de dorado Jerez. Vaya una
copita.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Y quieras o no quieras me condujo
al comedor, templo y al par teatro de sus glorias cotidianas, y me hizo apurar
una copa.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Amigo, tengo ya cincuenta años;
he logrado reunir una renta que me da lo suficiente para vivir con
independencia, aislarme en medio de la sociedad como San Pacomio en medio del
desierto, y reírme de todo el mundo, el cual se ríe a su vez de los tontos que
se alimentan de sueños y de pensamientos que, por sublimes que sean, de nada
sirven en el mercado. En una palabra, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">estoy
por lo positivo</i>. Dentro de mi concha como una tortuga, contemplo tranquilo
el espectáculo de las miserias humanas; y aunque el cielo se venga abajo, no
saldré de la indiferencia que forma mis delicias… Dirán que soy un egoísta, un
hombre sin entrañas… ¡música, música celestial! ¡Estribillo eterno de la
filosofía mendicante!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–En suma, V. reconcentra todo su
cariño en el hogar doméstico, en la familia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–En la familia, exactamente; Pues
aunque soy célibe, por aquello de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">el buey
suelto bien se lame</i>, no puedo dispensarme de simpatizar con esos leales
animalitos que ha visto V. en el pasillo, los cuales constituyen mi verdadera,
mi única familia. Y, a propósito, voy a declararle todos mis pecadillos; sepa V
que vivo en pleno gentilismo, que mi casa es una miniatura de la Roma idólatra,
y si no, a la prueba. ¿Qué ve V. ahí?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Al dirigirme esta pregunta, abrió
una de las puertas que había yo notado en el comedor, y entré en una espaciosa
despensa que contendría provisiones para dos años.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Veo–le contesté–docena y media de
estupendos perniles, otras tantas hojas de tocino, enormes atados de chorizos
extremeños; racimos de guindillas; dos cabezas que, si no me equivoco, son de
jabalí; cuatro tinajas de aceite; tres valientes pellejos, generales en jefe
del ejercito de botellas que en correcta formación están en el suelo esperando
la hora de derramar su sangre; salchichones, ollas de manteca, excelentes quesos,
aceitunas como nueces, tarros de dulce, barriles de escabeche… y qué sé<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>yo cuantos cosas más!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Pues bien, esos son mis dioses
penates.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Observo, no obstante, que con
todo su amor a la antigüedad, no hay señales de que profese V. mucho amor a las
artes.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Observación es esa que dejará de
serlo en cuanto enseñe mi biblioteca y mi museo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Me introdujo en un lindo gabinete
alfombrado, y parándonos junto a un estante no<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>muy surtido, en verdad, de libros, me dijo:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Tome V. la obra que guste.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Saqué una y leí: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Arte de Cocina</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Se convence V. ahora de mi
afición a las artes? me preguntó con sonrisilla burlona. –¡Vaya otro! continuó,
cogiendo el segundo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Me lo dio, y vi en el lomo este
título: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Gastrónomo perfecto</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Examiné la portada del tercero, la
cual contenía esta sola línea: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Placeres de
la mesa.</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La del cuarto decía: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Arte de trinchar</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La del quinto: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lecciones de tauromaquia</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La del sexto: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Destilador de licores</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El museo de mi amigo se reducía a
una mala copia del cuadro de los Borrachos; una cacería, copia también, de
menos mérito, si cabe, que aquella; cuatro lienzos de frutas, gallinas y
palomas con el cuello retorcido, y platos con diversos manjares, obra todos
ellos de algún pintador de burras de leche y de chuferías.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Mi amigo, observando mi
admiración, no cesaba de repetir:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Esto se llama entenderlo,
querido, lo demás es pamplina. Déjese V. de retóricas y de calendarios,
dedíquese a negocios de utilidad efectiva, tangible, y echará otro pelo más
lúcido.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Yo he tenido también mi alma en mi
almario; he gastado nervios como cualquier hijo del vecino, ideas tan elevadas
que se perdían en las nubes; y recuerdo perfectamente que nada sacaba en limpio,
y que siempre, por ello, andaba hecho un pelagatos; pero lo que es en el día <i style="mso-bidi-font-style: normal;">estoy por lo positivo</i> y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">solo por lo positivo</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El positivismo, como las
epidemias, deja por donde quiera que pasa huellas profundas de sus estragos, no
perdonando sexos, edades, jerarquías, ni profesiones. La literatura misma se ha
positivizado; y de árbol verde, frondoso y elegante, se ha convertido en tronco
arrugado y seco, por cuyos vasos apenas circula savia bastante para alimentar
su raquítica existencia. El majestuoso, el elocuente, el abundante idioma de
nuestros padres, es un galimatías ridículo, inarmónico, embrollado; una
jerigonza compuesta de retruécanos, antítesis, agudezas romas, sales insulsas,
sentencias alambicadas o traídas por lo cabezones, y juegos de palabras, en la
cual no se encuentra un pensamiento por un ojo de la cara, ni un chiste natural
y de buena ley, por entrambos ojos. El novelista corta el vuelo a su
imaginación y empobrece la frase, no siempre por ignorancia, sino por cálculo;
así es que en lugar de periodos numerosos y de rumbo, como se usaba en nuestra
tierra, en los que pueden lucirse y campear las galas de la lengua, nos da
palabrillas con pujos de renglones, su poquito de guión a cada paso, y su mucho
de admiraciones y puntos suspensivos. Un ¡ay! ocupa una línea, y vale tanto
como una línea llena de letras. (Véanse los diálogos de este artículo). De esta
degeneración literaria ha nacido la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Zarzuela</i>
que conocemos, engendro menguado, producto enfermizo del contubernio del ingenio
con la especulación, del cual ha resultado un repertorio modelo de… El público
sensato llenará este claro.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Pero la Zarzuela constituye lo
positivo de nuestra literatura escénica, y mucha virtud y gran temple de alma o
posición muy desahogada ha de tener el pobre autor que no doble su frente a la
necesidad, y que no concurra con su piedra a levantar el monumento de nuestra
ignominia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Ni la santidad del amor se libra
de la influencia del positivismo. Para contraer un lazo que decide la suerte de
toda la vida; ¿qué persona hay ya tan cándida que se tome la molestia de
consultar su corazón y su conciencia? ¿Quién es tan ignorante que no sepa que
una buena dote es la base más sólida de la tranquilidad y de la dicha conyugales?
Cierto es que en ocasiones, si se verifica el enlace, uno de los cónyuges
apalea al otro con lo de si aportase o no tanto o cuanto al matrimonio, si te
casaste o no por amor; añadiendo, para amenizar la fiesta, interjecciones y
dictados que todavía no se permiten en los diccionarios y que se conservan por
tradición; pero esas son tempestades que, como todas, suelen pasar pronto, si
pasan; y nunca es más hermoso el cielo doméstico que cuando aparece el arco
iris de la reconciliación, después de una hora de voces, chillidos, amenazas,
cachetinas, repelones, pataletas y lloriqueos, oídos y a veces presenciados con
apacible satisfacción por el curioso vecindario, o al menos por tal cual inquilino
aficionado a tan divertidos espectáculos; de donde resulta, que si bueno era el
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">contigo pan y cebolla</i> de los románticos,
bueno y bonísimo es el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">estoy por lo
positivo</i> de los novios que hoy se estilan.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El positivismo hace que el joven
fresco, entero y sano, se una con la anciana marchita, achacosa y derrengada
como silla vieja; que el periodista que quiere medrar, venda a todo el mundo su
pluma ramera; que se mire con desdeñosa compasión al que tiene la osadía de
creer en los afectos nobles y delicados, a los cuales pospone los que dominan
en gran parte de los hombres entre quienes vive; y, finalmente, que el chalán
político se encumbre, y se arrastre en la miseria el que mira la política como
una especie de religión.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Ahora podríamos exclamar con el
orador latino: ¿<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Qua in urbe vivimos</i>?
¿Qué sociedad es esta, en que lo malo pasa por bueno, por verdadero lo falso,
la hipocresía por religiosidad, la virtud por necedad, casi por delito
afrentoso?... Pero no, no haré esa exclamación, o por mejor decir, al hacerla
solamente me propuse lucir mi <i style="mso-bidi-font-style: normal;">profundidad</i>
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">filológica</i>; pues tras de gustarme
poco las jeremiadas, no soy de los que suponen que nuestros abuelos fueron unos
benditos de Dios, y nosotros unos tales y unos cuales, dignos de sufrir, por
nuestros vicios, la suerte de los habitantes de Sodoma y Gomorra.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Conste, pues, que el positivismo
es, ni más ni menos, una moda que pasará, sin remedio; y el positivista uno de los
tipos más curiosos, sino menos dañinos de nuestros días.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right; text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Museo Universal</i>, 1 de agosto de 1859.</div>
José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-41914999201859410852018-04-01T07:50:00.002-07:002018-04-01T07:50:52.697-07:00EL POBRE CIEGO (Fernando León Castillo)<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right; text-indent: 1.0cm;">
A mi
querido amigo Antonio Matos Moreno</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Era noche de baile.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Una de las casas más ilustres de
España, y que a un ilustre título, recuredo de antiguas glorias, lleva aneja
una riqueza fabulosa, quería deslumbrar a la sociedad madrileña, haciendo
alarde de esa riqueza.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
En sus salones se daba un baile de
trajes, que quedará por mucho tiempo grabado en la memoria de los que tuvieron
la dicha de asistir a él.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
En ese baile sin igual todo estaba
representado y todo confundido; se encontraban hombres de todos los tiempos;
vestían trajes de todas las épocas, de todos los pueblos; Aquí se veía a Boabdil
estrechando dulcemente a Isabel la Católica, reclinada sobre su hombro con voluptuosa
indolencia, pasar como visiones al dulce arrullo del fantástico wals; allí
Felipe II tomaba del brazo a Isabel de Inglaterra; más allá Octavio hablaba de
amor a Cleopatra; las ideas más antitéticas se hallaban allí completamente hermanadas,
hermanados opuestos principios, marchando unidos del brazo pueblos de distintas
tendencias, enemigos mortales reconciliados, y todo pasaba al compás de
misteriosa música, entre flores, esencias, luz, amor, armonía, y pasaba en
revuelto remolino reflejándose como sombras chinescas y multiplicándose hasta el
infinito en tersas, brillantes lunas de Venecia. ¿Qué era aquello, un pandemónium
o un panteón sarcástico de la historia? No era nada: era una sociedad que rendía
tributo al lujo, al placer y a la opulencia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Yo estaba allí y también les
rendía el mismo tributo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Al fin la música, el baile, la
agitación con que latía el pecho de aquellas mujeres, las palabras perdidas de
amor que llegaban a mis oídos y que no eran para mí, las miradas de fuego que
saltaban chispeantes de los ojos ardientes de cien mujeres hermosas, todo llegó
a desvanecer mi cabeza y a aturdir mis sentidos. Yo necesitaba respirar otra
atmósfera y salí a respirar el aire de la noche.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Después de haber atravesado varias
calles, cruzaba por una de las más concurridas de esta corte.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Sonaban las dos en el reloj de la
iglesia vecina. La noche estaba triste; ni una estrella brillaba en el cielo,
envuelto en el oscuro manto con que se visten las largas, melancólicas noches
de invierno, y una niebla espesa que cubría todos los objetos entre los ligeros
pliegues de su flotante gasa, traía a mi memoria las nieblas del Támesis, eterno
sudario que cubre ese foco de vida y sepultura del alma, Londres, que velando
duerme a sus orillas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Algunos rayos de luz macilenta
desprendidos de los faroles, penetraban brillando como miradas de bruja en la
oscuridad.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Mi alma estaba triste y a mi mente
se agolpaban mil ideas tan lúgubres, tan melancólicas como la noche. ¡Misterioso
poder, mágico influjo de la naturaleza, que casi siempre imprime en el hombre
su carácter, la variedad infinita de sus manifestaciones, en medio de su
infinita armonía, de su belleza infinita!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Decidme, ¿cuándo viste el cielo su
manto azul, cuando en su centro brilla el sol como riquísimo diamante lanzando
torrentes de luz de sus innumerables facetas, y el mar tranquilo se duerme en
la playa sobre su lecho de espumas, y el bosque se cubre de verdes hojas, y las
palomas del valle dan a los vientos su misterioso arrullo, decidme, ¿no sentís
en vuestra alma un gozo indefinido, una alegría inefable, un placer sin
límites?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
¡Ah! y cuando el cielo está
nebuloso y el sol se oculta tras la preñada nube, y pierden los árboles una a
una sus hojas mustias y amarillas como el corazón pierde las ilusiones cuando
llega el otoño de los desengaños y cae la lluvia como el llanto con que lloran
los cielos, y en las ramas no trinan los pájaros, y solo se oye el melancólico canto
de las aves de paso, viajeras incansables mensajeras del tiempo, habitantes de
todas las regiones, hijas de todos los países, que a todas partes van llorando
en triste canto su proscripción eterna, decidme, ¿no sentís en vuestra alma
vago pesar, honda pena, dulce melancolía?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Aquella noche triste había
infundido en mi alma la tristeza: –Yo deseaba sentir. Aquí, donde la miseria se
cubre con deslumbrantes vestiduras y el pesar se oculta tras la aparente
alegría, donde cada hombre marcha derecho a un fin siempre material, sin
cuidarse de lo que le rodea, donde el corazón no es más que un aparato
raquítico que mueve la indiferencia –¿qué alma no desea sentir? ¿Qué corazón no
desea latir a impulso de verdaderas impresiones?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Pero ¡ah! querido lector, ya me olvidaba
de ti: ¿a dónde voy con esta tan larga digresión? La digresión casi siempre es
el olvido de los lectores, y lo confieso, ya me había olvidado de ti; he sido egoísta,
porque solo me acordaba de mí; perdóname, que es disculpable este olvido,
cuando tanto gozaba mi alma con el recuerdo de aquella noche.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Cruzaba, pues, decía, por una de
las calles más concurridas de esta corte: entonces estaba solitaria; al llegar
a un extremo de ella, escuché los melancólicos sonidos que exhalaban las
cuerdas de una guitarra, que acompañaba el canto monótono de apagada voz.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Era un pobre ciego.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Sentando en la enlodada acera,
sufría con resignación la lluvia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Envuelto en un manto hecho girones
por el tiempo y la miseria, estaba un niño tiritando de frío y llorando sin
consuelo ¡Pobre niño!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El ciego cantaba tristemente y la
voz casi se helaba en sus labios:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Duerme el mundo sosegado</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Y todo descansa en paz:</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Duerme el rico, duerme el pobre;</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">A mi me toca velar.</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Una limosna señores,</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Para un pedazo de pan,</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Que se muere de hambre mi hijo,</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Y yo con él de pesar.</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">En las sombras de la noche</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El día tranquilo duerme,</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Y en las sombras de mis ojos</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La esperanza de la muerte.</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Reyes y grandes del mundo,</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Dad limosna al pobre ciego:</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">De los pobres de la tierra</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Es el reino de los cielos.</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Los lamentos del niño, el canto
triste y monótono del pobre ciego, el sonido misterioso de la guitarra,
formaban un contraste horrible con la música suave y voluptuosa del baile, que
aún resonaba en mis oídos. La música es el lenguaje del alma: lo mismo arrulla
el placer, que entretiene la miseria y la pobreza.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
¡Ah! ¿por qué la vida es para unos
senda tapizada de olorosas flores, rica estancia en cuyo centro se alza la
imagen del placer envuelta entre perfumes, suaves esencias y oloroso incienso,
y para otros es senda erizada de espinas, sombría estancia donde se alza con su
horrible palidez la imagen de la miseria?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
¡Triste arcano que fuera inútil
descifrar! El destino de una parte de la humanidad es llorar su pobreza.
Preciso es inclinar la frente ante la fuerza incontrastable del destino. ¡Ay de
la humanidad el día en que el pobre no se resignara con su suerte!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
¿Por qué los hombres no son todos
felices? ¡Ah! los árboles en la primavera tienen entre sus verdes hojas alguna
marchita; este árbol inmenso que se llama humanidad, donde cada rama es una
familia y cada hoja un hombre, tiene también sus ramas secas y sus hojas
marchitas…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Los lamentos del niño habían
cesado; el pobre ciego agitaba maquinalmente las cuerdas de la guitarra, y con
voz casi imperceptible repetía:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Reyes y grandes del mundo,</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Dad limosna al pobre ciego:</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">De los pobres de la tierra </i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Es el reno de los cielos.</i></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El niño había muerto de frío y de
hambre. ¡Pobre hombre!...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Se oyó poco después un terrible
quejido, un suspiro arrancado desde el fondo de un corazón herido de muerte.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El quejido y el suspiro se
perdieron entre las sombras calladas de la noche.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El pobre ciego había muerto también
abrazado al cadáver de su hijo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Poco después todo quedó sepultado
en profundo silencio. La noche seguía su carrera en los espacios: los sueños envolvían
el mundo entre sus alas y todo dormía en paz.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El nuevo sol que brille en el
cielo, alumbrará los cadáveres de dos desdichados.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
¿Qué importa? Ruede el mundo en
sus ejes de diamante. La nave que lleva en su seno a la humanidad, desplega al
viento su blanca lona y surca altiva un mar bonancible sobre lecho de espumas,
y arrojando torrentes de humo que suben en larga espiral hasta los cielos,
único incienso que hoy quema la humanidad ante el genio del siglo XIX, salva
las distancias con la velocidad del rayo, encuentra fin a lo infinito y lo inconmensurable
mide.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Si alguno cae al mar no encuentra
una tabla de salvación, y lucha y relucha en remo con la agonía de la muerte.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Poco después las aguas le habrán
sepultado y brillará tersa la superficie del mar.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La nave sigue su marcha, y ni en
la estela que forma su quilla, deja un recuerdo para el que queda atrás.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right; text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Museo Univ</i>ersal, 21 de febrero de
1864</div>
José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-59083762830006583832018-04-01T03:37:00.000-07:002018-04-01T03:37:24.629-07:00LA GENEROSA (Constantino Gil)
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Hace dos años me encontraba
accidentalmente en Madrid.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Corría el mes de agosto.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Una noche, terriblemente calurosa,
una de esas noches en que se hace casi imposible la respiración, aburrido del
barullo que reina a todas horas en las calles de la coronada villa, me dirigí
hacia el Prado.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La luna, esa casta diosa del
silencio, como dicen los poetas, se pavoneaba entre grupos de nubes blancas y
vaporosas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Yo, que soy tan vulgar como puede
serlo un aragonés, levanté los ojos para ver si podía descubrir esa dulzura,
esa candidez y hasta esa sonrisa que los vates le atribuyen.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Por desgracia, y después de un
detenido examen, me convencí, como siempre, de que su estúpida fisonomía
parecida a las de ciertas viejas coquetas, no ha representado ni representará
nunca más que la insensatez y la indiferencia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Me hallaba sumido en estas
reflexiones, cuando, una nube de angelitos medio desnudos vino a sacarme de mi
meditación.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Me tendían sus pequeñas manos,
pidiéndome una limosna.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Metí la mía en el bolsillo de mi
chaleco, con objeto de que me dejasen en paz; pero en aquel instante creció la
confusión en torno mío.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡A mí! ¡a mí! dijeron una porción
de voces infantiles; y me sentí cogido por todos lados, como si hubiese
cometido algún delito.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Estuve por desmayarme, pero lo
dejé para mejor ocasión.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
¡No había un solo banco
desocupado!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Saqué, por fin, la codiciada
moneda, y ya me disponía a entregarla al que se hallaba más próximo, cuando
distinguí, detrás de todos aquellos muchachos, a unan niña que a los más podría
tener seis años.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Se hallaba recostada en un árbol y
me miraba tristemente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
A su lado, había un niño lleno de
harapos, raquítico y enfermizo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La moneda que iba a cambiar de
dueño de un instante a otro, se detuvo un momento en el espacio.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Un murmullo de descontento se dejó
oír a mi alrededor.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Las miradas de todos, siguiendo la
dirección de la mía, se fijaron al instante en la pobre niña que había llamado
mi atención.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Era una rubia de ojos azules, lo
más bello que puede imaginarse.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Su carita, sucia por el polvo y la
poca limpieza, aparecía como encerrada en un marco de cabellos de oro, crespos
y ensortijados en las puntas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Los ojos eran grandes, muy
grandes; la nariz correcta, y entre sus labios, despellejados por la
intemperie, aparecía, semejante a las teclas de un piano, una blanca hilera de
dientes.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Por último, de su oreja izquierda,
pequeña y de una forma admirable, pendía, sujeta por un hilo blanco, una
voluminosa bellota.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
¡Extraña coquetería que no dejó de
impresionarme vivamente!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Si Delaunay, ese pintor francés,
que tan bellos grupos de niños ha dejado a la posteridad, la hubiese visto, de
seguro la hubiera escogido para modelo de su obra maestra.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Yo me acerqué a ella, y le
entregué la moneda que, de otra manera, hubiese pasado a manos de aquellos
rapazuelos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Pero al conocer mi atención,
redoblaron sus gritos, y se lanzaron en mi camino para impedirme el paso,
diciendo al mismo tiempo:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡No le dé usted a esa, no le dé
usted a esa, porque es tirar el dinero!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Y por qué? pregunté al que se
hallaba más inmediato.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Qué por qué? me contestó; no
sabe usted quien es, cuando trata de darle limosna.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Quién es? repliqué entonces,
temiendo haberme encontrado con alguna de esas estafas tan frecuentes en la
corte.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Quién ha de ser? me contestaron
en coro: la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Y rodeando a la niña, empezaron a
saltar a su lado, diciendo al mismo tiempo, con ese tonillo particular que usan
los chicos de los barrios bajos de Madrid:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>! ¡<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Después huyeron en distintas
direcciones, no sin dirigirme de vez en cuando miradas burlonas que no sé como
tuve paciencia para sufrir.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Me quedé, pues, con la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i> que, en aquel momento, acariciaba
al niño que tenía a su lado.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Por qué te llaman la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>? le dije.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Por nada! me respondió con una
vocecita dulce y pausada.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Había un puesto de agua, no muy
lejos del sitio donde me hallaba, y llamé a la mujer que estaba en él, para que
me trajese una silla y agua con merengues.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Coloqué la primeara delante de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>, me senté, y le ofrecí uno de
los segundos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Pero antes de llevárselo a la
boca, me dio las gracias, con una sonrisa muy expresiva, y se lo dio al niño
que se hallaba junto a ella.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Este lo comió con avidez, dejando,
sin embargo, un poco que ofreció a la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>,
pero que no lo aceptó, y le obligó que se lo comiese por completo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Por qué te llaman la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>? la pregunté otra vez, no
cansándome de admirar aquellas facciones tan puras y delicadas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La niña vaciló un momento: me
dirigió una larga mirada, como tratando de sondear mi corazón, y pareciendo
satisfecha de su examen, me dijo lo siguiente:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Si me da usted palabra de no
reírse, se lo contaré.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Te lo juro; le respondí, y al
mismo tiempo, y con objeto de darle una prueba del interés que me inspiraba,
saqué otra moneda del bolsillo y se la di.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i> hizo con ella la misma operación que con el merengue; se
la entregó al niño.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Encendí un cigarro, creyendo que
iba a escuchar una larga narración, y esperé lleno de curiosidad.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
No tuve que aguardar mucho, porque
la niña, sonriéndose tristemente, me dijo estas palabras:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Yo me llamo María, pero todo el
mundo me llama generalmente como acaba usted de oir hace poco, porque dicen que
tengo la mala costumbre de dar cuantas limosnas recibo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Y por qué haces eso? la dije.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Toma, me contestó, ¡porque me dan
lástima! y rodeó con su brazo el cuello del niño, que me miraba con curiosidad.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿De manera que ese niño?...
continué.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Es el de esta noche; me
interrumpió con la mayor naturalidad.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
No comprendiendo bien su
respuesta, la dije:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Qué quieres decir con eso de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">es el de esta noche</i>?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Nada, sino que esta noche le ha
tocado a este, como mañana le tocará a otro.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Y todas las noches buscas a un niño,
y le das todo lo que a ti te dan?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Si señor, como son pequeñitos,
los mayores les quitan todo lo que llevan, y luego, al volver a sus casas, les
pegan sus padres porque no han recogido nada.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Pero ese niño y los demás que
buscas otras noches, no son parientes tuyos ni conocidos siquiera?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–No, me respondió; y eso ¿qué importa?
les pegan y yo no quiero que les peguen.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Y a ti no te pegan si vuelves a
casa sin haber recibido nada?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Ay! sí, dijo, y sus rubias
pestañas se humedecieron ligeramente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–De modo que esta noche… añadí,
creciendo mi asombro por momentos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Esta noche, respondió la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>, me pegarán también, pero… y
miró dulcemente al niño raquítico, no le pegarán a Juan, que es más pequeño que
yo, y se moriría. Y sus ojos, en los que antes brillaban las lágrimas, se
fijaron en Juan, tan claros y serenos como la noche. Sentí que se me oprimía el
corazón, y no acertando a explicármelo en el momento, volví a insistir en mi
eterna pregunta, para ocultar a la vez mi turbación.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Y por qué, a pesar de que te pegan,
te muestras tan caritativa con esos niños a quienes no conoces?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i> se encogió de hombros, y me contestó como la primera vez
que la hice la misma pregunta:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Toma, porque me dan lástima!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
En un momento de entusiasmo, y sin
saber lo que hacía, la abracé, imprimí en su frente un beso, la volví<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>a dar más dinero para que no les pegasen
aquella noche a Juan ni a ella, y me alejé de aquel sitio. Pero aún no había
andado veinte pasos, cuando volví otra vez, impelido por una fuerza misteriosa
y sobrenatural.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Aquella noche, lo confieso
francamente, se sentaron dos personas más a mi modesta mesa de estudiante.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Esas dos personas fueron Juan y la
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Pasaron dos meses sin que volviese
a ver la preciosa niña, cuyos sentimientos me habían impresionado de tal
manera.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Alguna vez que otra, su recuerdo
venía a ocupar mi mente, pero desparecía presto, para dar lugar a otros más
graves y profundos que en aquel entonces embargaban mi ánimo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Una tarde de otoño me hallaba
parado en la calle de Sevilla.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Sentí deseos de fumar, saqué mi
petaca, cogí un cigarro, y lo acerqué a mis labios.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Llevé la mano a uno del los
bolsillos de mi pantalón, y adquirí la dolorosa certeza de encontrarme únicamente
con el forro.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Afortunadamente, la clase de
fosforeros en tan numerosa en Madrid, que no me afligió demasiado mi mala
fortuna.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Busqué uno con la vista, y no muy
lejos, sentada en un portal distinguí a una niña que pregonaba la mercancía de
que yo carecía en aquellos momentos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
¡Pero cuál sería mi sorpresa cuando
reconocí en ella a la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Llevaba un pequeño cajón,
pendiente del cuello, y estaba mucho más pálida que cuando la conocí.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Me acerqué a ella, y le dirigí la
palabra.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Al momento me conoció, y
sonriéndose alegremente, me ofreció la caja más bonita que pudo encontrar en su
pequeño almacén.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Hice una exploración en el
bolsillo de mi chaleco, después de haberla dirigido algunas frases cariñosas, y
de repente, me puse aún más pálido que ella.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La desgracia me perseguía indudablemente
aquel día; había olvidado el dinero.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Y la pequeña mano de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>, continuaba entre tanto con la
fatal caja entre sus dedos, y aproximándose poco a poco a los míos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Sin saber lo que hacía, tomé la
caja y saqué un fósforo, que procuré apagar, para dar tiempo a que pasase por
allí algún amigo caritativo que me socorriese en mi infortunio.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Desgraciadamente, no vi ninguno, y
traté de encender otro fósforo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El segundo tuvo la misma suerte que
el primero</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Y el esperado amigo no aparecía!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Qué malos fósforos tienes, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>! le dije para disculparme.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Los fósforos no podían ser más excelentes.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La pobre niña no me contestó; pero
me miró de una manera que no pude menos de recordarla.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Aquella mirada, que pesaba sobre
mí como una maza de hierro, era la misma que había lanzado a Juan el raquítico,
la noche en que la conocí, al contestar a mis repetidas preguntas con su eterno
estribillo: ¡me da lástima!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Después, y haciendo como que no
había advertido mi turbación, ni conocido que me encontraba sin dinero, prosiguió
su camino, gritando de vez en cuando con una voz dulce y armoniosa, como deben
ser las de los ángeles:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Papel y fósforos!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La generosidad de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i> me conmovió de tal modo que, sin
saber lo que hacía, tomé a buen paso la calle de Alcalá, y no paré hasta encontrarme
en mi cuarto.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Allí reflexioné que debía haber
preguntado a la pobre niña que tan pródiga se había mostrado conmigo, las señas
de su domicilio, para recompensar debidamente su noble acción. Atormentado por
esta idea, tomé el sombrero y salí.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Bien pronto me encontré en la
calle de Sevilla, la recorrí en todas direcciones, no quedó un rincón en las inmediatas
que no escudriñase, pregunté a todos los fosforeros que hallé al paso, pero
todo fue en vano: no volví a ver a la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Un accidente imprevisto me obligó
a salir de Madrid.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Terminado aquel, regresé a la
corte.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Una noche del mes de noviembre,
caía el agua a jarros, como vulgarmente se dice.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Volvía del teatro, impresionado
todavía por los sublimes conceptos de una de las mejores comedias de nuestro
repertorio antiguo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Al pisar el umbral de la puerta de
mi casa, tropecé en un bulto informe que se movió al contacto de mi pie, y surgió
ante mí como una aparición fantástica.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Lancé un grito de alegría, y la
estreché en mis brazos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
¡Era la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Mi madre se muere! señorito, me
dijo, y rompió a llorar amargamente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La cogí en mis brazos, y un minuto
después nos hallábamos en mi habitación.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Cuántos me alegro de haberte
encontrado! le dije; tengo una deuda contigo, es necesario que la satisfaga; y
llevé la mano al bolsillo de mi chaleco.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Pero la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i> me tendió la suya, impidiendo que la mía llegase al punto
a que se dirigía.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Mi madre se muere! añadió, y su
acento era más triste que la vez primera.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Dónde vive? le pregunté, sin
darle lugar, apenas, para que terminara la frase.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–En la Costanilla de los
Desamparados, núm. 15, cuarto quinto; me contestó.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Tomé papel y pluma, y escribí una
carta para mí médico.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Mientras lo hacia, me acordé de
aquel miserable niño a quien ella protegió, y que se llamaba Juan.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Y Juan? le dije.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Murió! repuso la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>, y el caudal de perlas que brotaba
de sus azules ojos, se hizo más copioso durante algunos momentos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Pobre Juan ¡ exclamé al mismo
tiempo que cerraba la carta.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Pobre Juan! murmuró la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>, enjugándose los ojos con las manos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Se la entregué, diciéndole la
calle a donde debía encaminarse, le di cuanto dinero llevaba en el bolsillo
para que comprase las medicinas que fuesen necesarias, acerqué mis labios a
aquella frente tan pura como la de un querubín, y me despedí de ella hasta el
día siguiente, prometiéndome ir a su casa y acudir con cuanto me fuese posible
al alivio de sus necesidades.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>, sin darme las gracias, más que con un gesto encantador,
tomó mi modesta dádiva, y bajó apresuradamente la escalera.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Pobre niña! dije al verla
desparecer, y cerré la puerta de mi cuarto, limpiándome una lágrima rebelde que
se balanceaba temblorosa entre mis pestañas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Aquella noche no pude dormir.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Los primeros rayos del sol, al penetrar
en mi estancia, me encontraron ya con el sombrero en la mano.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Salí de casa, y me encaminé, a
buen paso, a la Costanilla de los Desamparados.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La tempestad de la víspera había
desaparecido.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Un cielo puro y sin nubes se
extendía sobre mi cabeza. Conforme me iba aproximando a la casa de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>, mi corazón se iba
entristeciendo; al llegar a ella, un confuso tropel, compuesto de niños de
ambos sexos, me impidió pasar adelante.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Qué sucede? pregunté, esperando
oír la terrible nueva de la muerte de la madre de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Ha muerto! me respondieron dos o
tres voces infantiles.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Pobre madre! repuse, y empecé a
subir la empinada y vetusta escalera, que se hallaba, en su mayor parte, llena
de curiosos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Al penetrar en el cuarto quinto,
un ¡ay! de dolor se escapó de mis labios.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Sobre una vieja mesa de pino yacía
el cuerpo de una mujer.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
A su lado se hallaba el de una niña
que, a primera vista, parecía dormida.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Aquella niña era la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
He aquí lo que había sucedido.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La noche anterior, dejándose
llevar del gran afecto caritativo que dominaba su alma, había corrido con tal
precipitación en busca del médico que debía salvar a su madre, que tropezó en
una piedra mal colocada, cayó al suelo, y se hizo una herida en la cabeza, de
cuyas resultas había dejado de existir.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Me incliné ante aquella mártir, y
oré.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Después di las órdenes necesarias
para que su cuerpo y el de su madre fuesen sepultados religiosamente, y salí de
aquella casa en que el dolor había sentado sus reales.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Al día siguiente, cuatro niños
llevaban sobre sus hombros una pequeña caja forrada de blanco.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Encerraba el cadáver de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Generosa</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Yo fui el único que la acompañó al
cementerio; acaso mi plegaria se elevó sola hasta el trono del Altísimo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Al salir del camposanto, se escapó
de mis labios la siguiente frase: Esta frase era la suya, era el símbolo de
aquel alma angelical que acababa de abandonar su cárcel:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Pobre niña, me da lástima!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right; text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Museo Universal</i>, 9 de diciembre de
1866</div>
José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-59673009023934646382018-03-31T14:49:00.003-07:002018-03-31T14:49:51.563-07:00¡POR LÁSTIMA! (Pío Gullón)<!--[if gte mso 9]><xml>
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<br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 1.0cm;">
I</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Entre los tipos españoles
conservados milagrosamente al través de la oleada de reformas que cada día nos
llega de Francia; entre los restos escasos de nuestras costumbres nacionales
borradas diariamente con los hábitos y las instituciones de los que nos han
heredado en la peligrosa tarea de llamar la atención; entre aquellos
representantes del españolismo puro más raros cada vez, ahora, que hasta
nuestros clásicos zagales se visten a la francesa; entre esos industriales o
artistas únicamente posibles en España, y de los que ya solo queremos los que
huelen a cuerno, que son en mi concepto los que antes debiéramos abolir; entre
los inspiradores del pincel de Goya o del lápiz de Alenza o del de Vaude, hay
una clase especial, colocada más abajo que el pueblo, cuyos hábitos se
transmiten fielmente hace ya siglos; clase cuya historia nos proponemos
bosquejar andando ese tiempo de nuestro país, más largo que el de ninguna otra
parte; clase que llamamos así, más que por su número escaso, por su diversidad
de todas las otras y por el lazo unido, hereditario e indisoluble que la
sostiene; clase solo conocida dentro de las tapias de nuestra capital; en una
palabra, la clase que componen <i style="mso-bidi-font-style: normal;">los ciegos
de Madrid</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Con necesidades, con afectos, con
instintos especiales el que nace para vivir en ese sepulcro anticipado que se
llama ceguera es un ser aparte de la humanidad, aislado entre sus semejantes;
tocándoles a cada momento, adivinando alguna vez las afecciones y los
pensamientos de los demás hombres; viviendo sin embargo en un mundo distinto,
cuyo fondo está casi siempre lleno de tristeza resignada, sino de la cruel
desesperación que algunos suponen.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Y entre esos mismos seres
infelices tan desgraciadamente igualados por la naturaleza, hay otra separación
establecida por la sociedad; la que divide al ciego rico del ciego pobre; la
que aísla al ciego que vive en cómodas habitaciones y cuidado con esmero,
siquiera sea por manos mercenarias, del ciego que pide apoyado en un
guarda-cantón, implorando el nombre de Santa Lucía, o vende por las calles el
anuncio de un cambio ministerial, siempre pregonado con voz aguardentosa y con
el grito consabido: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">a dos cuartos el
papel que acaba de salir ahora</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
El primero de estos ciegos es aquí
como en Flandes; es el hombre privado de la vista, el ciego rico de cualquiera
parte. El segundo al contrario, es ese tipo característico, cruel ensartador
muchas veces de disparates medidos y acompañados de la cadencia más monótona y
menos armoniosa que se puede sacar de la guitarra; alto conocedor de la vida de
San Cosme y San Damián, que falsifica constantemente en seguidillas
tradicionales como el acento, el traje, el nombre y la vida del que las canta;
tipo tímido y filosófico muchas veces; músico de corazón algunas; tierno y
virtuoso padre muy a menudo; amante apasionado de vez en cuando.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
A esta especie rarísima,
trashumante sin cambiar de pueblo, que sabe las esquinas, las iglesias y los
paseos concurridos en cada época; a esta clase, que más adelante me propongo
historiar levantando hasta donde pueda la cortina de sus sorprendentes
misterios, a esta clase pertenecía cierto tío Tomás, situado desde que sonaban
en Madrid las oraciones de la noche en un ángulo de la calle de Santa Isabel,
justamente bajo las ventanas floridas de la malograda y candorosa Luisa, a cuya
casa asistía yo diariamente.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 1.0cm;">
II</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Una noche de enero, lluviosa y
triste como pocas, salía yo solo a la una de la tertulia, empapado aun en las
melodías de Beethoven que la niña de la casa tocara para complacerme, largo
rato después de que marcharon los últimos tresillistas. La lluvia que había
caído por intervalos desde el anochecer, se descolgaba entonces menuda y
penetrante, acompañada de un viento que levantó mi capa tan luego como pisé la
calle, llegando a mis oídos entre el ruido de algunos cristales rotos por su
violencia. Apenas había dado cuatro pasos, cuando oí gritar con acento
lastimero:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Manuel, Manuel! ¿Dónde estás,
hijo mío? ¿Dónde estás, Manolito? ¡Válgame Dios!... ¡Jesús mil veces!...
¡Manuel, Manuel!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Aquí estoy, padre, respondió
luego una voz infantil, pero se han apagado los faroles y no sé por dónde…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
No pude oír más: una ráfaga
violenta cortó la palabra del niño, y la lluvia aumentó más aún la violencia
con que se estrellaba en el empedrado de la extraviada calle. Llegué al sitio
donde el ciego se colocaba ordinariamente, adivinando ya que él era quien
llamaba al niño extraviado. Hallé al infeliz sentado en el umbral de una casa
cerrada, calado hasta los huesos por el agua helada de aquella noche, y
guardando entre las piernas, medio cubierta con su agujereada capa la mugrienta
vihuela que le servía para ganar el pan.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Qué sucede, buen Tomás? pregunté
recordando casualmente el nombre del ciego que noches antes me había comunicado
Luisa entre mil caritativas observaciones.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Nada, señorito, que mi hijo se
marchó siguiendo a un caballero, sin duda mientras el hombre registraba sus
bolsillos para hacernos alguna caridad, y creo que ahora apagó el viento los faroles,
y no llega mi pobre Manuel para guiarme a casa, y estará ya el chico mojado
como una sopa… ¡Buena desgracia es ser ciego, señorito! ¡buena desgracia!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Espere usted un momento, contesté
enternecido por tan sinceras palabras; y bajando a tientas por una de las vías
que unen a Lavapiés con la calle de Santa Isabel, y que el aire tempestuoso
había dejado en completa oscuridad, topé a los quince o veinte pasos con un
niño pegado a la pared, empapado también por la lluvia, temblando además y
gimiendo de frío.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Le conduje al lado de su padre, y
luego acompañé a los dos hasta una buñuelería inmediata donde entré con ellos resuelto
a esperar que mejorara la noche.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Se acercaron ambos al fuego; pedí
para ellos buñuelos y vino; y cuando vi desaparecer con el calor la última
lágrima detenida por el frío en las arrugadas mejillas del tío Tomás, le
pregunté volviéndome hacia su hijo:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Vive aún la madre de este niño,
Tomas?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Sí, señorito, me contestó.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Y cómo no viene ella a recoger a
ustedes todas las noches?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Ay señorito, eso es una novela.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Cómo una novela?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Así me ha dicho otro caballero
que se llaman las historias parecidas a la mía.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Pues que le hizo a usted esa
mujer?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Me volvió a dejar ciego,
señorito.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Le volvió a usted a dejar ciego?
exclamé asustado con aquella frase.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Es decir, que ella tuvo la culpa;
pero no lo hizo a propósito.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Cuéntemelo usted todo si gusta,
dije yo picado por la curiosidad. Y mientras la lluvia seguía inundando las
calles, el tío Tomás me refirió lo que sigue.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 1.0cm;">
III</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Yo nací con vista, señorito, y
todos me han dicho que vi muy bien durante los quince meses en que mi madre me
amamantó. Pero al fin de esos quince meses murió mi padre; mi madre cogió con
el disgusto una enfermedad, y yo la heredé en el mismo día; solo que mi madre
padeció del corazón y yo padecía de los ojos, que aunque útiles en aquel
entonces eran ya lo más malo que yo tenía. La miseria en que quedamos aumentó
poco a poco mi enfermedad, que cada vez iba estando más descuidada; por fin…
ocho meses después murió también mi madre, sin dejarme más memoria que la de su
cara, la sola cosa que me quedó presente de la niñez, porque mi madre era muy
guapa y muy buena mujer, señorito, muy buena mujer: vivas están aún algunas que
la conocían. Un tío carpintero que yo tenía me recogió en su casa y quiso que
me curaran; pero el cirujano les dijo que ya era tarde, y después de llevarme
cuatro o cinco días a la consulta del hospital, lo tuvieron que dejar, y me
resigné a verme ciego.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Sin hacer más, interrumpí.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Ya llevaba gastados ocho duros en
recetas y mis tíos aunque tenían mejor oficio que mi padre, eran pobres
también, señorito. Quince años estuve así aprendiendo a tocar la guitarra, en
lo cual dicen que entiendo algo, y comenzando a pedir a las puertas de las
iglesias. Pero cuando yo tenía diez y siete años vino a casa de mi tío otra
niña de catorce que también se había quedado sin padre, y que era, aunque
lejana, parienta de todos los que vivíamos allí. Aquella niña fue querida por
nosotros desde el momento en que llegó; pero ninguno la quiso, ninguno estimó
tanto sus bondades como el pobre ciego. Siempre que yo sacaba más limosna que tres
reales, la guardaba debajo de un ladrillo para dárselo junto el domingo, con lo
cual ella compraba pañuelos para los otros primos, a fin de que mi tía la
quisiera más, y me llamaba siempre su <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tomasillo</i>,
y<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>me guiaba por la calle cuando yo quería
mudar de iglesia o de esquina, y me venía a buscar en cuanto llegaba la noche.
Al cabo de otros tres años, mi primilla, que así decíamos aunque no cogía un galgo
nuestro parentesco, estaba hecha una moza arrogante y todos se lo manifestaban
cuando me servía de lazarillo, por lo cual me hizo llorar algunas veces. Tanto
había yo contentado a aquella mujer, tanto cariño la había tenido que al
mandarla mi tío escoger entre los que la cortejaban, porque ya era tiempo de
que se casase, respondió ella llorando que nadie le parecía tan bueno como yo,
que nadie la quería tanto como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tomasillo</i>,
y que si la dejaban, con el ciego se había de casar. Mira lo que haces, la
contestó mi tío, y no te cases por lástima para que después te guste otro más y
paséis la vida perdidos. Calló mi primilla; pero ya había dicho bastante; yo
lloraba también de la alegría que me habían dado sus razones, porque era mucho
lo que hacía por mí aquella mujer tan guapa que tenía otros novios con vista y
con oficio. En fin, señorito, que nos casamos: tuvimos este niño que está presente
y pasamos año y medio como en la gloria.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Pero al cabo de año y medio mi
mujer empezó a quejarse de un dolor que no la dejaba hacer las calcetas que
hasta entonces había vendido a los caballeros y principió a salir de casa para
tomar el sol, según me dijeron los primos. Una tarde volví yo con el palo a las
cuatro y encontré en el portal a mi mujer que salía; subimos juntos; mas al apoyarme
en su hombro para no tropezar, reparé que llevaba en el cuello un pañuelo de seda;
mi mujer no me había dicho que lo tenía, ni yo imaginaba que hubiera ganado tanto
dinero haciendo calcetas; no la pregunté nada hasta mucho tiempo después y
aunque me contestó que lo conservaba desde soltera, la sospecha me quedó en el corazón,
y aquel pañuelo me costó muchas lágrimas, porque nosotros tenemos que ser
maliciosos por fuerza.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Aquí se detuvo el pobre Tomás, y
enjugando sus ojos humedecidos por aquel primer recuerdo doloroso, continuó en
estos términos su historia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Habíamos vuelto ya a vivir como
buenos consortes, cuando vino de América un hijo de mi tío que se casó en las
montañas de Santander y mandó a su padre mucho dinero, más de 2000 duros a lo
que parece. El pobre carpintero, anciano como estaba, remedió a toda la
familia; casó también a dos hijas suyas y se empleó en llamar a otro médico para
que dijese como teniendo yo tan buenos ojos me había quedado sin vista ninguna.
El médico que vino entonces me examinó muy despacio y aseguró delante de todos
que resolviéndonos a gastar 4000 reales era posible curarme; que mi ceguera
podía deshacerse y no sé cuantas otras cosas de operaciones. Poco faltó para
que me volviera loco de alegría. En suma se escribió a Santander, vinieron
otros 4000 reales; se llamó al médico y a un operista, que así creo se dice, y
nos pusimos a la obra…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Al llegar a estas palabras volvió
a suspirar el ciego: logré que bebiera una copa de vino y más tranquilizado
prosiguió:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Me hicieron la operación y no
sufrí demasiado; luego, después de seis días de cama me dejaron salir a mi
puesto con un vendaje que tenía que conservar hasta pasados el primer mes sin
que me diera un solo momento la luz en los ojos. Iba yo entonces a las cuestas
del Campo de Moro. Una mañana, señorito, era en el mes de mayo, cuando se disfruta
mejor el olor de las flores desde aquellas ramblas en que yo estaba… una
mañana…</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Se detuvo de nuevo el tío Tomás;
escuchó algunos instantes la respiración de su hijo que seco ya al calor de un
abundante fuego se había dormido entre las piernas de su padre, y dando otro
suspiro, mientras prosiguió en su faena el mozo que con un gancho volvía los
buñuelos en el aceite, dijo así:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Una mañana, según iba contando,
sentí como nunca el olor de las flores que nacen en los reales jardines; estaba
conmigo este hijo que ahora duerme y que apenas contaba cinco años. Me picaba
en el pecho hacía ya quince días la ansiedad de que pasaran otros quince que
según la consulta del médico faltaban aún para que yo pudiera ver, y ansioso
por descubrir algo de lo que llegaba a mis oídos y a mi olfato, me levanté
dejando dormido como en este momento a mi hijo; fui con el palo hasta la
barbacana de enfrente, que según yo sabía debía dejar ver todos los jardines y
todo el campo y cuando llegué me detuve un instante temblando como un azogado.
Tenía muchísimo deseo de ver algo, pero tenía miedo también de que la prisa
destruyera la curación; por último… solté el vendaje y vi. Vi, señorito, vi.
Solo siendo ciego podría usted entender lo que ahora quiero decirle. Vi el sol,
la luz, el agua de la fuente, los árboles, las flores, vi los hombres, las
mujeres, los animales que cruzaban por debajo de aquel gran balcón. Lo vi todo
señorito, y todo lo conocí sin preguntar nada; vi el cielo, supe lo que eran
los colores y sentí una loca alegría que corría por todas las venas de mi
cuerpo y creí, sin saber porque creía; y volví al cielo mis ojos y di gracias a
Dios; pero en aquel instante como si Dios hubiera querido castigarme por tanta
prisa, noté un ligero vahído y tuve que apoyarme para no caer, encerrando para
siempre dentro del pecho, todo lo que había descubierto en aquel instante; la
hermosura que había visto en el aire y en la tierra; el mundo magnífico que
acababa de mirar. Así estaba reanudando mi vendaje cuando oí a mis pies una voz
que conocía mucho; la voz de mi mujer, cuya belleza jamás había disfrutado. No
pude contenerme; no pude resistir el afán de ver aquella mujer mía, aquella
mujer a quien sin verla había querido tanto y a la que entonces pensaba ya en
pagar todo lo que había hecho por mí; volví a llevar la mano a la venda,
temblando más que la primera vez… y volví a descubrir mis ojos; al pronto me
hizo daño la luz, pero poco a poco fijé la vista en los asientos que hay debajo
de aquella baranda y vi… Vi a mi mujer, señorito, con la cabeza levantada al
cielo, con una cara aún mucho más guapa que lo que yo pensaba; y en el mismo
instante, confirmó el tío Tomás con voz entrecortada, vi a un hombre haciendo
por arrojar una piedra en el cestillo en que mi mujer traía la comida; y luego
cuando iba a llamar a Consuelo para que se volviera loca como yo de alegría,
reparé, ¡vaya todo por Dios, señorito! reparé… que aquel hombre pasaba el brazo
alrededor de la cintura de mi esposa. Di un grito y quise tirarme del otro lado
de la baranda, pero un centinela me cogió por la chaqueta y caí dando con la
frente contra la barbacana, cubiertos los ojos de polvo y de la sangre que
salía a borbotones por mi herida.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 1.0cm;">
IV</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¿Y luego, pregunté ansioso, y
luego?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Luego desperté en casa con el
vendaje puesto. El médico dijo que se había desgraciado la cura, y quedé ciego,
señorito; ciego otra vez, para toda la vida.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Entonces comprendí lo distintos
que son la caridad y el cariño, lo mucho que pecan, señorito, los que guiados
por un buen sentimiento, se obligan a lo que no saben si cumplirán.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
No quise volver a ver a mi mujer
que marchó a otro pueblo con aquel hombre para hallarse más tarde abandonada,
con otro hijo que apenas puede sostener. Todos mis parientes murieron poco a
poco; hoy solo me queda un primo que me deja un rincón donde dormir.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 1.0cm;">
V</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Calló el tío Tomás enjugando su
última lágrima. El buñuelero volvió a meter en la masa sus brazos desnudos y el
mozo distraído continuó meneando su gancho en el aceite para pescar sus
ruidosos buñuelos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Pagué la cuenta que ascendía a dos
reales y medio y caminé pensativo a mi casa, resuelto a no deslumbrarme jamás
con mi primer movimiento.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La noche se había serenado;
algunas nueves pardas corrían aún por delante de la luna a ocultarse en el
horizonte, y el viento sonaba a lo lejos como un concierto de brujas y
espectros.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Dos días después conté a Luisa la
historia del tío Tomás, y ella más exacta que la infiel esposa, no faltó hasta
su muerte al propósito que hizo cuando conoció su vida de mandarle cada día
algún alimento.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Su familia ha continuado la
caridad de la malograda virgen, y hoy todavía llega una cena humilde a consolar
al tío Tomás, cuando entre nueve y diez de la noche dice a los transeúntes de
la calle santa Isabel, suspendiendo los preludios de su guitarra.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–¡Una limosna, nobles caballeros,
por Santa Lucía bendita!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right; text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El Museo Universal</i>, 29 de enero de 1860</div>
José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-1352023338977936391.post-60702981045906126142018-03-31T14:48:00.001-07:002018-03-31T14:51:26.877-07:00SIN CASA NI HOGAR (Sin firma, traducción tal vez)<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
No hace mucho tiempo que se
verificó en París una brillante y magnífica boda entre uno de los más
acaudalados banqueros, Mr. Andrés J…, y la señorita de V…, hija única del
Marqués de V…, antiguo embajador y Par de Francia. Semejante acontecimiento no
es difícil que haya pasado desapercibido aún para los que en España gustan de
leer periódicos franceses, y que de seguro no se habrán parado a descifrar las iniciales,
por más que el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">faits divers</i> hiciese
notar la gran pompa y solemnidad con que dicho matrimonio se celebró en la
capilla del palacio de Luxemburgo y en el suntuoso palacio de M. J…. Nosotros
de buen grado dispensaríamos al lector español de tales reminiscencias, si no
fuesen hasta cierto punto precisas para conocer un extraño y curioso episodio
que amenizó ese enlace aristocrático.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Era la mañana del día señalado
para la boda, y en tanto que los carruajes de Mr. Andrés le esperaban en el
patio, y que él mismo estaba aguardando a los testigos en un salón dorado desde
el cielo raso hasta las alfombras, un ayuda de cámara entró a anunciar <i style="mso-bidi-font-style: normal;">los sastres de su excelencia</i>.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Entraron efectivamente en el salón
diez sastres, cada uno con un grueso paquete de ropa debajo del brazo, y
mirándose unos a otros sin dejar de reírse, como gente que se parece un poco a
los arúspices romanos, fueron colocando con cuidado encima de los magníficos
sillones, cincuenta trajes completos de deshollinadores, o limpia-chimeneas
saboyanos. Mr. Andrés se puso a examinar uno por uno, dando muestras de
entendido en el ramo, esta colección de chupas, chalecos y pantalones de sayal,
y no habiéndoles encontrado ningún<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>defecto de marca, distribuyó sobre unos ocho mil reales entre los diez
sastres, que se retiraron con cierto aire que denotaba la extrañeza que
semejante encargo les había producido.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Tras de los sastres entraron los
sombrereros con otras cincuenta gorras; en seguido los roperos con cincuenta
camisas; después los zapateros, con cincuenta pares de zuecos, y por fin los
guitarreros con cincuenta gaitas. Toda esta gente se fue marchando a medida que
recibían sus honorarios, saliendo a cual más sorprendido y preguntándose unos a
otros si tales preparativos serían para algún chasco o solamente por apuesta.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Entonces Mr. Andrés mandó llamar a
todos sus criados y les habló de esta manera:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
–Vais a distribuiros por todos los
barrios de París con el objeto de convidar a comer conmigo a cuantos
deshollinadores encontraréis, ofreciendo un luís a todos los que aceptaren el
convite; y en teniendo cincuenta los reuniréis y regresaréis con ellos. En mi
sala de baño encontraréis todo lo necesario para limpiarlos de pies a cabeza, y
concluida esta operación les haréis tomar estos vestidos, cada uno según su
talla, sentándose en seguida a la mesa en esta habitación, mientras que
nosotros con los demás convidados comemos en la inmediata.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Aturdidos quedaron los criados con
semejante disposición, que se repetían mutuamente con el objeto de comprender
que no estaban soñando.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Era una de esas mañanas más
terribles de invierno: el hielo había sucedido a la nieve; el sol iluminaba
débilmente los témpanos que colgaban de los tejados, como si no se atreviese a
deshacerlos; hacía en fin un día propio para dar fuego a todas las chimeneas,
verdaderamente un día de deshollinadores.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
Corrieron, pues, los criados de Mr.
Andrés a ejecutar una orden, cuyo objeto no podían comprender; y no les costó
mucho trabajo el darle cumplimiento, como pueden suponer muy bien nuestros lectores.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
La noticia voló de chimenea en chimenea
a manera de parte telegráfico, y en menos de dos horas nadie hubiera encontrado
un saboyano para deshollinar su chimenea, aunque mediase peligro de incendio.
Hallándose por consiguiente embarazados los criados de Mr. Andrés con la
excesiva concurrencia para hacer la elección, entresacaron los más negros, los
más sucios y los más andrajosos; de modo que cuando entraron con ellos en el
hermoso palacio de Mr. Andrés, no parecía sino que los cíclopes de Vulcano habían
tomado por asalto el alcázar de Júpiter. El contraste fue más notable aún,
porque a la entrada estas mugrientas y desastradas figuras, se reunieron con la
brillante comitiva nupcial que se apeaba de los carruajes que venían del Luxemburgo.
Por una parte lujosas libreas guarnecidas de plata y oro, vestidos de seda y
terciopelo, encajes y dijes, los dandis más elegantes y las mujeres más bellas
de París; y por otra aquellos rostros tiznados de humo y de hollín, los
cabellos revueltos en forma de matas, y los harapos colgando sobre el cuerpo
medio desnudo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
En tanto que los brillantes
convidados volvían los ojos hacia sí mismos como para preguntarse qué
significaba semejante espectáculo, Mr. J… clavó los suyos de una manera tierna
y melancólica, como si se estuviese preguntando a sí mismo: <span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">«¿Dónde está la felicidad, aquí
o allí?»</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Aquí está, respondieron sus labios, imprimiendo un beso en
la blanca mano de su encantadora esposa. Después de esta muestra de galantería,
Mr. Andrés h izo entrar a la última en la principal estancia, como a una reina
a quien se ofrecía aquel palacio; no sin haber hecho primero una seña a sus
criados para que cumpliesen sus órdenes respecto a los deshollinadores.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Habría pasado una hora de esto, cuando un arroyuelo negro
como la tinta atravesaba el patio y corría a confundirse con la cloaca de la
calle. Ya supondrán nuestros entendidos lectores que aquel arroyo no podía ser
otra cosa más que la lejía en que se habái purificado los cincuenta deshollinadores
saboyanos que precisamente en aquel mismo momento salían del baño, tanto más
blancos y rubios, más frescos y rozagantes, cuanto que en realidad habían
mudado la piel, viendo esta por la primera vez aquel día la luz y el aire. Al
ver semejante transformación, cualquiera hubiera dicho que aquella turba de
horribles demonios se había convertido en un coro de querubines.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgv_vE3ZiQCNr8T5J5zr4uogxDK9k6abcEEJchuxMYJwXChWh7YpyoOiTmuGnmdqkchuSepGmQO2GBaiPBUXjsIGRmHIHXeXKUg_f4ypMZkqLK4Dwk-Qqnwflbdj5w0tuSCWI6HXwLpCf9A/s1600/sin+casa+ni+hogar.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="881" data-original-width="744" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgv_vE3ZiQCNr8T5J5zr4uogxDK9k6abcEEJchuxMYJwXChWh7YpyoOiTmuGnmdqkchuSepGmQO2GBaiPBUXjsIGRmHIHXeXKUg_f4ypMZkqLK4Dwk-Qqnwflbdj5w0tuSCWI6HXwLpCf9A/s400/sin+casa+ni+hogar.jpg" width="337" /></a><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Entretanto había sonado la hora del festín. Mil luces que
salían de los caprichosos adornos de bronce y oro, iluminaban el palacio.
Después de haber recorrido los convidados los aposentos destinados a los recién
desposados, y enriquecidos con todo cuanto puede inventar la fecunda
imaginación de un millonario, habían llegado a colocarse en torno de una
magnífica mesa, guarnecida con el más delicado gusto, y se habían olvidado
completamente de la aparición de los deshollinadores.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Entonces se abrieron de repente las<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>dos hojas de una enorme puerta; entonces
apareció al lado de la sala en que estaban, un gran salón iluminado como esta,
y guarnecido también con un banquete espléndido en cuyas mesas se veían
numerosos y alegres convidados; no parecía sino una gran decoración teatral, o
uno de esos efectos de magia producidos por la varilla de un encantador.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Al ver semejante espectáculo todos los convidados exhalaron
un grito de sorpresa, excepto Mr. Andrés y su esposa que cambiaron una sonrisa
de inteligencia. Pero pronto reconocieron a los horribles saboyanos de la
mañana convertidos en guapos rapazuelos y todos vestidos de nuevo, con calzado
nuevo y gorros nuevos, danzando y cantando al compás de sus nuevas gaitas, y
dispuestos a comer con vajilla de plata y a beber en copas de cristal de roca.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Parecía esto una visión de la Saboya, tal como la describen
los poetas y los pintores; no faltaba más que las cabañas humeando y los montes
coronados de nieve. Interrumpiendo entonces Mr. Andrés el silencio de los
convidados, a quienes un sentimento de admiración había sellado los labios, y
después de ocultar con una de sus manos los ojos preñados de lágrimas, mientras
que con la otra estrechaba las de su esposa, dijo:</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Amigos míos, espero que VV. me perdonen este capricho,
contemplándome hoy el más feliz de los hombres, he querido hacer partícipes de
mi felicidad a los más desgraciados.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Esta noble explicación fue unánimemente aplaudida por todos;
mas si bien no faltaba quien la supusiese incompleta y esperase con ansia que
se descorriera completamente el velo del misterio, que con aquella solo se
había dejado ver por un pequeño lado, unos y otros, grandes y pequeños,
desempeñaron sus funciones manducatorias a cual mejor. Los pequeños especialmente
se desquitaron en una hora, de todos los días de abstinencia que habían sufrido
durante su corta vida. Las carnes más exquisitas, las salsas más apetitosas,
los frutos más raros y hasta los vinos más inspiradores, encontraron en ellos dignos
apologistas, que proclamasen la supremacía de lo bueno, de lo escogido, de lo
bien compuesto y aderezado. Estos arranques no eran sin embargo suficientes
para hacer creer que se hubiese abusado en lo más mínimo de la abundancia de
manjares y bebidas que por do quiera se ostentaba, y la razón<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>de los saboyanos estaba en su lugar, ni más
ni menos que si con un freno la tuviesen sujeta los varios ayudas de cámara que
en torno suyo se paseaban con la vista fija y atenta a sus acciones, vigilando
para que ninguno pudiera extraviarse. A las primeras emociones sucedió un
silencio profundo, resultado tal vez no de sobra de meditación, sino de falta
de fuerzas para hablar, fuerzas que hacia otros órganos eran llamadas con
premura en aquellos momentos, a desempeñar funciones de mayor monta y
trascendencia. Este silencio fue solemnemente interrumpido por Mr. Andrés, el
cual dirigiéndose a los deshollinadores, les preguntó con visible emoción:</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–¿Qué tal va, hijos míos? ¿Podré lisonjearme de haber
conseguido mi objeto? ¿Os contempláis felices?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Los rapaces contestaron, dando palmadas y gritos de alegría
que no debían dejar duda alguna de su entera conformidad con la pregunta.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Por cierto que nos hemos divertido para todos los días de
nuestra vida, contestó uno de los mayores, que estaba muy lejos de creer en la
amargura de sus palabras.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–¡Cómo, para toda vuestra vida, exclamó el banquero! ¿Pues
qué, no podéis llegar a obtener por vosotros mismos esa felicidad, y hacer al
mismo tiempo la dicha de otros, si es que la dicha consiste en la riqueza? Yo
os lo voy a probar, refiriendo una historia que no os dejará duda alguna de
cómo los deshollinadores pueden convertirse en millonarios.<br />
Al oír esta palabra eléctrica de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">millonarios</i>,
las cien orejas de los deshollinadores se enderezaron, como las de los caballos
que se disponen a correr al combate.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Sí, amigos míos, prosiguió Mr. Andrés, de vosotros depende
tener un gran palacio, salones dorados, ricos carruajes y comer diariamente
como hoy. Oíd la historia de un saboyano que he conocido mucho más miserable
que vosotros. Esta lección merece tomarse como un regalo de boda.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">«Erase un deshollinador más pequeño que el menor de todos
los que aquí os encontráis reunidos. Le llamaban <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sin casa ni hogar</i>, porque no tenía padre, ni madre, ni asilo en parte
alguna. Las gentes de su lugar le dieron un rascador, unas rodilleras, una
jaula y un gavilán; le pusieron un pan debajo del brazo y un palo en la mano, y
mostrándole la Francia allá en el horizonte, le dijeron: «Marcha a la buena de
Dios.» <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sin casa ni hogar</i> partió
contento y satisfecho; perdió de vista el campanario de su aldea, recurrió a su
pan, le dio también al pájaro, pero pronto dio fin a tan reducida provisión.
Entonces tuvo que andar de aldea en aldea, cantando por un sueldo, bailando por
dos, limpiando una chimenea por un poco de sopa, y durmiendo con el ganado, o a
campo descubierto. Más de cien leguas que había andado de esta manera, cuando
en un grande bosque se vio sorprendido por la nieve: mientras sus piernas se lo
permitieron, no se cansó de andar; pero al cabo no pudo llegar a ninguna aldea.
La nieve se fue amontonando delante de él; el hambre se reunió al cansancio;
hacía tres días que no había comido más que alguna raíz silvestre; en una
palabra, llegó a creerse abandonado de la Providencia; echó a tierra su jaula
con el gavilán, se dejó caer al pie de un árbol, ocultó sus manos heladas
dentro del pecho, y se fue quedando desmayado de inacción. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sin casa ni hogar</i> debía considerarse perdido sin remedio. La nieve
seguía cayendo y comenzaba a cercarle por todas partes, como para prepararle su
sepultura, cuando un dolor vivísimo le hizo volver en sí por un momento. Era su
gavilán que le mordía una oreja. Cree entonces que su pájaro </span>
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">trata de
comerle, y fortalecido con esta idea que le infundía terror, vuelve en sí de
repente; pero ¿cuál sería su sorpresa al ver colgado del pico del animal un
cuarto de liebre asada, echando humo todavía!... El gavilán con la fuerza del
hambre había abierto su jaula y había ido a coger esta presa al festín de unos
carboneros. Entonces conoció <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sin casa ni
hogar</i> que la Providencia estaba muy lejos de querer abandonarle; así pues,
le dio gracias hincado de rodillas, y prometió aprovecharse de esta protección
del cielo, y conseguirlo todo a fuerza de paciencia. Tan luego como llegó al
pueblo más cercano, se ocupó en trabajar, y el resultado fue la adquisición de
una gaita; con esta gaita ganó para un vestido nuevo, y entró alegremente en
Lyon, donde le deparó la fortuna un maestro que no le trató demasiado mal, y
con él aprendió a leer, escribir y contar, mediante veinte francos, que pudo economizar
de sus ganancias. Hallándose un día en su acostumbrada tarea de deshollinar,
vio a un muchacho de diez y seis años que lloraba a lágrima viva, porque no
podía hacer una cuenta que le había puesto su padre. El deshollinador dejó el
rascador, le sacó la cuenta al pobre chico en menos de cinco minutos y volvió a
su tarea: más al bajar de la chimenea se encontró con el dueño de la casa, que
mirándole de pies a cabeza le preguntó: –«¿Cuánto ganas cada mes? –De diez a
treinta francos. – Pues bien, vas a ganar cien francos, si quieres quedarte a
trabajar en mi casa. Al día siguiente <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sin
casa ni hogar</i> tenía un hermoso vestido y una linda habitación, entrando a
servir de dependiente al dueño de la casa, que era un excelente mecánico. Al
llegar a los diez y ocho años ya tenía el doble sueldo. No tardó mucho tiempo
en perfeccionar una máquina que había inventado su principal, y este le cedió
el privilegio, que le produjo cincuenta mil francos. Después de muerto el padre,
se asoció con el hijo, y entre los dos ganaron cien mil escudos. Vaya, ¿a qué envidiáis
ya al deshollinador?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Pues habéis de saber que a la sazón quebró un compañero suyo,
y que esta quiebra le arruinó completamente, dejándole otra vez <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sin casa ni hogar</i>. Pero, ¿a qué no
sabéis que hizo al verse en tan reducida situación? Volvió a recurrir al origen
de su fortuna, y empezó a trabajar de operario mecánico, siendo tan buen
operario, que al poco tiempo llegó a ser maestro, y en lugar de cien mil
francos, ganó un millón. Con esta suma se vino a París y pasó de la mecánica a
las especulaciones mercantiles. Había llegado a convencerse de que la
abundancia excesiva de máquinas arruinaba a muchos trabajadores, y así juró no
volver a hacer ninguna, acordándose se su primer estado. Dios ha recompensado
tan benéfica idea. En la actualidad cuenta con un capital diez veces mayor, y figura
como una de los principales banqueros de París; pero no se olvida de su origen
ni de sus desgracias; y la mejor prueba de ello es el haberos convidado a su
boda para referiros su vida; porque habéis de saber, hijos míos, que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sin casa ni hogar</i> se llama en el día Mr.
Andrés J…, y acaba de poner el colmo a su felicidad casándose con la hija del
Marqués de V…»</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Y esta fortuna la debe solo a sí mismo, exclamó noblemente
la señorita de V…, alargando al mismo tiempo la mano a su marido.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Esta confidencia, que no era nueva para la esposa y para los
amigos íntimos de Mr. Andrés, fue hecha con tanta dignidad y buen gusto, que sus
más altivos convidados se envanecieron al estrechar entre sus brazos al antiguo
deshollinador, confundiéndose en una sola y común exclamación la voz de los
pares de Francia y las de los saboyanos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Ahora es necesario que os enseñe, prosiguió el banquero,
los instrumentos que me han servido para hacer mi fortuna; y estoy seguro de
que os convenceréis por vosotros mismos de que aquellos se hallan al alcance de
cualquiera.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Todos los que allí estaban siguieron a Mr. Andrés a su
gabinete particular, donde estaba una grande arca de bronce, dividida en dos
parte. Al abrirla dijo aquel:</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–¡Allí están mis millones, y aquí lo que los ha producido!</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Se vio efectivamente en la parte superior treinta carpetas
llenas de billetes de banco, y en la parte inferior un miserable vestido de
deshollinador, un raspador, una gaita y unos zuecos; y además algunos
utensilios y herramientas, compases, martillos, limas, etc., que Mr. Andrés conservaba
con el mayor esmero.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">–Agregad a esto, amigos míos, añadió, otros dos instrumentos
admirables: la <span style="font-variant: small-caps;">PERSEVERANCIA</span> y la
ECONOMÍA, y veréis como vais formando poco a poco una gran fortuna, cuya
primera piedra debe ser esta, si ha de ir bien cimentada.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Concluida esta explicación, dio un luís a cada deshollinador
y una libreta de quinientos francos sobre la caja de ahorros. Bailaban de
alegría los cincuenta saboyanos, y al retirarse exclamaban llenos de verdadero entusiasmo:
«Viva Mr. Andrés J…»</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 1cm;">
<span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Desde entonces todos ellos han correspondido dignamente a
tan generosa merced, trabajando unos en el comercio y otros en las artes y en
la industria, a fin de hacerse con el tiempo millonarios. El más aventajado de
ellos acaba de ganar cinco mil francos con acciones del camino de hierro del norte
de Francia. ¿Quién sabe si este llegará a ser tan buen discípulo como su
maestro?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 1.0cm;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right; text-indent: 1.0cm;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Semanario
Pintoresco Español</span></i><span style="mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">,
25 de enero de 1846</span></div>
José M. Ramoshttp://www.blogger.com/profile/05827650199840079522noreply@blogger.com