En las desvencijadas tablas del
mal seguro andamio, aguantando los abrasadores rayos de un sol de justicia, con
la llana en la mano, las coplas en los labios y la indiferencia del peligro en
el pecho, trabaja Juan Antonio con febril ansiedad; era preciso acabar pronto
la casa, de cuyas buhardillas tal vez le echen mañana si la falta de obra le
obliga a retrasarse unos día en el pago del alquiler. ¿Pero le es lícito pensar
en esto? No, y no piensa; él tiene que ganar su jornal, que es el sustento, la
vida de la dulce compañera de su pobre nido, y del ángel de redonda cabecita,
que al volver de la obra rendido de cansancio, lleno el rostro de chafarrinones
de yeso, destrozada la blanca blusa y agarrotadas las callosas manos, le
aguarda para compensarle de las fatigas del laborioso día, sentándose en sus
rodillas y besando con sus frescos labios los rugosos y curtidos de Juan
Antonio.
***
Aquel día fue a la obra sin
sentirse bien; pero el trabajo, el fatal trabajo le impedía un día de reposo.
Los pobres van de la cama al hospital.
Las alegres coplas no salían de
sus labios como siempre; sus ojos, inyectados en sangre, no veían sino confusas
sombras.
***
–¿Qué, qué ha ocurrío? Ná, er probe Juan Antonio que ha dao un paso al aire y se ha deshecho la cabeza contra las piedras
de la calle.
Ahí viene la camilla pa llevárselo al hespital.
***
La acera de frente a la obra
estaba llena de grupos de familias de albañiles, que con reposada tranquilidad
reponía sus fuerzas con la sopa humeante y el azafranado cocido… Y allí, en la
esquina, una pobre mujer, con un chicuelo en los brazos, espera inútilmente con
la blanca servilleta extendida sobre la losa y el pucherillo destapado, la
llegada del compañero de mesa.
Los compañeros de Juan Antonio,
no apartaban sus ojos del grupo de la esquina, sin atreverse a enterar a la infeliz
de la muerte de su esposo.
Y cuentan que aquel día no fue el
de Juan Antonio el único puchero que volvió intacto como había venido.
JOSÉ
DOZ DE LA ROSA
(La
Juventud Literaria, 7 de noviembre de 1897).
Murcia